¿Sabías qué el sombrerero de Alicia en el país de las maravillas se basa en un hecho real? ¿Qué Van Gogh no estaba loco, sino enfermo? ¿Y qué tanto Goya como Sorolla se intoxicaron con el mismo veneno?
Muchos han sido los productos que el ser humano ha fabricado para hacer su vida más fácil y placentera, sin embargo en el camino del progreso, el hombre no ha sido consciente de la peligrosidad de sus ideas hasta que ha sido demasiado tarde.
Los envenenamientos accidentales provocados por el uso de sustancias que se creían seguras o inofensivas han sido un continuo a lo largo de la historia. Conoce 5 curiosos y sorprendentes casos de personas, trabajadores y sociedades que se envenenaron a si mismas sin saberlo.
El envenenamiento por blanco de plomo de los pintores famosos.
Muchos son los historiadores que piensan que ciertos pintores famosos fueron envenenándose sin saberlo con las pinturas que ellos mismos utilizaban en sus cuadros.
Aunque varios han sido los materiales tóxicos que los pintores han utilizado para conseguir sus pigmentos, ninguno fue tan popular como el plomo.
El blanco de plomo o blanco de España como era conocido, fue el primer pigmento inorgánico enteramente sintético, y su color fue muy apreciado entre los artistas.
Su blancura poseía una tonalidad más cálida que otras bases. Además su consistencia era densa y de secado rápido lo que lo hacia ideal para mezclar con otros colores.
Muchos pintores no eran organizados, y acostumbraban a mancharse con la pintura, sujetar los pinceles con la boca o utilizar su manos. Empleando el blanco de plomo como base para muchas mezclas, no fueron pocos los pintores que durante su manipulación fueron absorbiendo pequeñas cantidades de plomo en su organismo.
La enfermedad, producida por dicha intoxicación, era conocida como saturnismo, cuyos síntomas eran cólicos, dolores de cabeza, mareos y embotamiento, en fases leves. Si la enfermedad se desarrollaba más, por exposición continuada al plomo, provocaba agresividad, alucinaciones, parálisis parcial, sordera y finalmente, la muerte.
Estos síntomas parecen coincidir con las biografías de pintores ilustres como Vicent Van Gogh, Caravaggio, o los españoles Francisco de Goya y el casi contemporáneo Sorolla.
El caso de Goya es uno de los más curiosos ya que hay quien apunta que el envenenamiento por plomo en realidad ayudó a lanzar su carrera, transformando sus dulces y sentimentales inicios hacia cuadros más oscuros, grotescos y agresivos que elevaron su trabajo y reputación en la historia del arte.
Utilizado desde finales del siglo XIX en la pintura al óleo, el blanco de plomo no fue prohibido hasta el año 1921, aunque su toxicidad había sido probada al menos medio siglo antes.
Las chicas del radio.
Durante la Primera Guerra Mundial, el ejercito estadounidense incorporó a sus tropas un avance técnico tan sencillo como útil, los relojes con esfera fluorescente que podían ser vistos en la oscuridad.
Para fabricar estos relojes, miles de mujeres fueron contratadas para pintar las esferas del reloj con una peculiar pintura luminescente llamada Undark. Lo que las jóvenes no sabían es que la pintura está compuesta en su mayoría por sales de radio, elemento descubierto por Marie Curie en 1898.
El radio es un metal extremadamente radiactivo, un millón de veces más que el uranio, de ahí su nombre. Una exposición prolongada a este metal puede resultar mortal, y una vez entra al organismo, no hay forma de poder eliminarlo.
En su desconocimiento, las chicas no sólo no trabajan protegidas, sino que por orden de sus superiores y para mantener la punta del pincel lo más fina posible, la pasan por sus labios y lengua para darle forma puntiaguda cientos de veces al día.
Por si no fuera suficiente, en sus ratos libres las chicas utilizarían la pintura para, a modo de broma, pintar sus uñas y dientes para divertirse en la oscuridad. Además, el polvo presente en el taller impregnaría sus cabellos, rostros y manos convirtiéndolas en luminosas también.
Al poco tiempo las chicas comenzaban a enfermar y eran mandadas a casa donde, apartadas de la vista de otras compañeras, empeoraban. Primero comenzaban a perder los dientes, mientras que la mandíbula se les infectaría entre terribles dolores. Luego el tejido se necrosaría causando la muerte irremediable.
Lo más terrible de todo es que los directivos de la empresa US Radium sí conocían la composición de la pintura Undark y sus efectos nocivos. La prueba es que durante los años que duró la producción, sus directivos y científicos evitan toda exposición y si lo manejan es usando todas las medidas de protección que se encuentran a su disposición. Esta prueba fue determinante para conseguir la condena de la empresa.
Se estima que unas 4.000 trabajadoras pasaron por las plantas de fabricación de la empresa US. Radium y sus pinceles de muerte luminiscente, aunque se desconoce el número total de las afectadas que murieron por esta intoxicación.
El sombrerero loco.
El sombrerero loco de Alicia en el País de las Maravillas siempre fue uno de los personajes más divertidos y curiosos del fantástico del autor inglés Lewis Carroll.
Sin embargo, su locura parece estar más que justificada ya que ser sombrero en el siglo XIX casi podría considerarse una profesión de riesgo, ya que utilizaban nitrato de mercurio para tratar el pelo de conejo con el que estaban hechos los sombreros. (Por eso el compañero del sombrerero loco es una liebre).
La inhalación crónica de los vapores mercuriales en los talleres artesanales mal ventilados, provocaba que los sombrereros sufrieran poco a poco un envenenamiento por mercurio.
La enfermedad era tan común en el gremio que incluso se acuñó la expresión “as mad as a hatter” (más loco que un sombrerero), para referirse a personas con conducta excéntrica o desordenada.
Y es que la hidrargiria o intoxicación por mercurio es una patología que provoca temblores, convulsiones, espasmos, nauseas, alteraciones del sistema nervioso, depresión e incluso sobreexcitación, lo que llevaba a que en numerosas ocasiones se confundiese con la locura.
El sacrificio de los primeros radiólogos.
Los rayos X y las radiografias han salvado la vida de millones de seres humanos en el mundo, sin embargo, para que esto fuera posible, los primeros radiólogos pagaron un alto precio, en ocasiones su propia vida.
Era el 8 de Noviembre de 1895 cuando el científico alemán Wilhelm Conrad Röntgen descubrió accidentalmente la existencia de los Rayos X, mientras utilizaba un tubo de Crookes para investigar la fluorescencia violeta.
Tras cubrir el tubo con un cartón negro, observó un débil resplandor amarillo-verdoso proveniente de una pantalla con una capa de platino-cianuro de bario, que desaparecía al apagar el tubo. Un par de pruebas más fueron necesarias para que Wilhelm determinara que esta combinación emitía una radiación penetrante que, dependiendo de los objetos y tejidos que atravesase, incidiría en mayor o menor proporción en el negativo de bario dibujando la composición interna del objeto.
Poco después del descubrimiento se le ocurrió hacer una foto de la mano de su esposa en una placa fotográfica formada con rayos-X, la cual fue la primera radiografía de una parte del cuerpo. Nacía así la radiología.
La noticia del descubrimiento de los Rayos X corrió como la pólvora por el mundo científico y académico, y muchos los investigadores que se lanzaron, sin precaución alguna, a explorar estas utilidades. En tal frenesí científico, los avances fueron numerosos, pero también las víctimas.
Para obtener radiografías de calidad aceptable se precisaban tiempos de exposición muy largos con unos rudimentarios aparatos de baja energía y alto poder ionizante. Aunque los Rayos X no son peligrosos a dosis bajas, demostraron ser letales para quienes se exponían habitualmente a ellos, en especial el personal médico.
No fueron pocos los médicos, enfermos e investigadores que comenzaron a padecer síntomas como caída del cabello, lesiones cutáneas, úlceras en las manos y anemias galopantes, que en los casos más graves derivarían en diversos tipos de cáncer.
En 1904 Claren Daily, el asistente y buen amigo de Thomas Alva Edison, se convirtió en la primera víctima de cáncer a consecuencia de la investigación que ambos realizaron para la invención del fluoroscopio.
En una muestra de osadía sin parangón, el ingeniero eléctrico Elihu Thompson, llegó a experimentar consigo mismo y se infligió deliberadamente quemaduras por Rayos X en uno de sus dedos para analizar los efectos biológicos de la radiación.
No obstante y una vez determinadas las medidas adecuadas de protección, los Rayos X y la radiología se convirtieron en un invento seguro del que la humanidad puede sentirse orgullosa.
Las posesiones demoníacas del pan de centeno.
Históricamente se ha preferido la superstición frente a la racionalidad. Así a lo largo de los tiempos, innumerables personas han sido estigmatizadas, excluidas, perseguidas y muchas veces asesinadas por culpa del miedo a lo desconocido y el fanatismo religioso.
Es así que en la edad media miles de centroeuropeos comenzaron a padecer síntomas de locura, espasmos, vómitos, sensación de quemazón intensa, delirios y gangrenas. Inmediatamente y sin mediar la ciencia, la religión diagnosticó que estas personas desdichadas sufrían de fuego del infierno, una especie de castigo divino o posesión demoníaca que atacaba a los pecadores y acababa con su vida.
En los primeros años los tratamientos a base de rezos, sangrías o la persecución por brujería fueron la única solución a tan desconocida y misteriosa afección que parecía cebarse especialmente con la población francesa. Curiosamente esta enfermedad se producía especialmente en Centroeuropa, y entre las clases más pobres.
Los aquejados por este mal se encomendaban a la Virgen y a San Antonio Abad, cuyas reliquias se encontraban en la población de Dauphine, Francia. Cuando el hijo primogénito de un noble de la zona cayó enfermo, este donó su fortuna para fundar la orden de San Antonio, la cual se encargaría de cuidar a estas personas durante los siguientes 700 años.
No fue hasta tiempo después que comenzaron a observarse ciertos indicios que permitieron centrar la procedencia del llamado «fuego de San Antonio».
La Claviceps purpurea es el nombre científico de un hongo que parásita distintas clases de cereales, en especial el centeno. Este hongo forma una especie de masa negra o morado oscuro con forma de «cuernecillo» curvo que puede alcanzar varios centímetros de longitud, de ahí que sea conocido por el sobrenombre del cornezuelo del centeno.
Este hongo produce unas micotoxinas que contienen numerosos alcaloides, muy parecidos al LSD y con importantes efectos neurológicos. (De hecho, el LSD fue sintetizado por el químico suizo Albert Hoffmann cuando intentaba purificar e identificar los principios activos del cornezuelo).
Aunque el envenenamiento por cornezuelo se conoce probablemente desde hace más de 2.500 años, la población de la Edad Media, inmersos en ese clima de miedo, ignorancia, oscurantismo y sumisión, desconocían que el fuego de San Antonio era en realidad provocado por el consumo de pan de centeno contaminado.
Los sintomas del fuego del San Antonio, o ergotismo gangrenoso como se conoce a la enfermedad actualmente, son alucinaciones, convulsiones, espasmos, psicosis, manías, náuseas, picores intensos, sensaciones de frío o calor intenso y vómitos, por lo que no es de extrañar que los asustados familiares le atribuyeran un componente diabólico.
Muchas personas afectadas de la variante necrótica del fuego de San Antonio, más común en Alemania, terminaban con una grave discapacidad física, ya que las micotoxinas del cornezuelo también generan vasoespasmos arteriales, especialmente en los brazos y los muslos, disminuyendo el riego sanguíneo y provocando necrosis y gangrenas, fundamentalmente en las extremidades.
El consumo de pan de centeno estaba tan extendido y la presencia en la harina de polvo de cornezuelo en Centroeuropa era tan abundante, que los frailes de San Antonio pronto comprobaron que los enfermos mejoraban positivamente si peregrinaban a la catedral del apóstol Santiago en Santiago de Compostela, Galicia, España.
Sin menospreciar las creencias religiosas, los países mediterráneos siempre han despreciado el centeno como base para sus panes utilizando el trigo o la cebada para esos fines y al transcurrir la mayor parte del camino de Santiago alejado de centro Europa, los pacientes afectados de ergotismo comenzaban a mejorar.
Además este mal parecía afectar más a las clases pobres, ya que la nobleza gustaba de comer pan blanco elaborado con trigo, un cereal más nutritivo y mucho más caro. Tanto es así que poseer pan blanco en casa denotaba cierto estatus en la escala social, pudiendo ser sólo accesible para las clases altas, mientras que las más bajas tenían que conformarse con el centeno y las harinas menos refinadas.
Fuentes: lasmilrespuestas, investigart, miguelgarciavega, wikipedia.com, dellyrium.com, esepuntoazulpalido.com, wikipedia/radiología, historiainventos, boloncol.com, acta.es, romanicoaragones.com, jralonso.es, wikipedia/alimentación edad media.
