8 conmovedoras historias de perros que nunca abandonaron a sus humanos después de que fallecieran

Publicado 3 febrero, 2015 por Alberto Díaz - Pinto
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La relación entre un perro y su amo puede ser algo verdaderamente especial, un vínculo único para toda la vida, incluso hasta después de la propia muerte. Cuando nuestro fiel amigo nos deja, es un durísimo golpe que intentamos afrontar de diversas formas pero, cuando somos nosotros los que los dejamos a ellos, puede ocurrir algo verdaderamente sorprendente y que trasciende toda lógica.

Estas historias son testimonio de que, incluso después de la muerte, nuestros perros son capaces de guardarnos fidelidad y llevarnos por siempre en su memoria, superando así, barreras que no cabía esperar. El cariño y la compañía que nos proporcionan nuestros animales a lo largo de la vida, puede ser tan especial que nos la llegan a cambiar por completo:

Bobby, el terrier que pasó 14 años custodiando la tumba de su amo

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Bobby era el pequeño terrier de John Gray, un policía de Edimburgo. Era muy querido en el barrio, pues su dueño le había enseñado a hacer cantidad de trucos que volvían locos a todo el mundo. Pero desde que muriera John, en 1858 a consecuencia de una tuberculosis repentina, tan solo podía vérsele junto a su lápida, la cual custodiaría durante los 14 años que siguió viviendo. Solo se separaba de ella para cobijarse de la nieve y para conseguir algo de agua y comida.

Con el tiempo Bobby se convertiría en una leyenda local, por lo que todo el mundo iría a llevarle comida y a asegurarse de que se encontraba bien. Bobby murió en 1872 sobre la tumba de su amo y, al no poder ser enterrado junto a él, el pueblo le dedicaría esta estatua que, curiosamente, fue construida mirando hacia la tumba de John Gray.

Collie, el perro que estuvo vagando durante 9 años por el cementerio donde su dueño había sido incinerado

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Tras fallecer su amo, Collie no quiso regresar a casa junto al resto de su familia, a pesar de que intentaron llevárselo varias veces. De este modo, el personal del cementerio se encargó de darle de comer y de sus cuidados básicos, a él y a otros tantos perritos que escogieron el cementerio de La Piedad como lugar de residencia. Los trabajadores del lugar, cuentan que su amo fue incinerado y por eso creen que el animal pudo haberse desorientado, hasta el punto de no querer abandonar el cementerio, durante los 9 años que siguió viviendo, en busca de su dueño fallecido.

Clara, la perrita que se ganó el afecto de la gente por su lealtad

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En 2007 saltaba la noticia en los medios de comunicación israelíes, de que una perra se negaba abandonar la tumba donde Vladimir Yaronov, su amo, había sido enterrado. La historia de Clara provocó que varios oyentes de un programa de radio donasen comida para ella durante un año.

A pesar de haber querido adoptarla muchas veces, esta perra se niega a abandonar a su dueño en el camposanto de Nerja, Málaga

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Desde el día del entierro de su dueño, un ciudadano irlandés residente en el municipio, el animal duerme en un nicho y son los vecinos de Nerja los que le dan de comer asiduamente. La gente que la conoce, asegura que es un animal muy dócil, que no molesta a nadie y que lo único que desea y hace es velar los restos de su difunto amo. Han intentado llevársela a casa muchas veces y adoptarla, pero el animal se resiste a abandonar a su dueño.

5. Fido, el perro que se pasó la vida en la estación esperando un tren que le trajera a su dueño

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Luigi era un carpintero que todas las mañanas tenía que coger un tren para desplazarse a su lugar de trabajo, en una localidad cercana. Fido era su perro, su fiel amigo, el compañero que todos los días le acompañaba y recogía en el andén de la estación, en el que cada nuevo encuentro se convertía en una celebración para ambos.

Con la llegada de la Segunda Guerra Mundial, Luigi fue reclutado en el frente ruso, del que desgraciadamente nunca más regresaría. Sin embargo, Fido seguía yendo todos los días a la estación en busca de su amo. Subía a los trenes y buscaba entre los pasajeros, pero nunca daba con Luigi. Tras un buen rato de búsqueda y espera, Fido regresaba a casa triste y abatido, donde esperaban unos padres que no albergaban ninguna esperanza de volver a ver a su querido hijo.

Los años pasaron y el perro seguía haciendo el mismo recorrido, a pesar de que había empezado a sufrir artritis y algunas otras complicaciones a causa de su avanzada edad. El camino a la estación que antes tardaba en recorrer apenas 15 minutos, se había convertido en un tortuoso recorrido de casi dos horas. Una tarde de invierno Fido no regresó a casa. A la mañana siguiente, los vecinos encontraron su cuerpo congelado entre la nieve.

Todos en el pueblo le lloraron, ya que lo vieron cientos de veces haciendo sus infructuosas caminatas, sabiendo lo que Fido buscaba desesperadamente. Por ello, decidieron levantar una estatua en su memoria, hoy en día situada cerca de la misma estación de ferrocarril que Fido visitaba a diario. En el epitafio se puede leer: «A Fido, un ejemplo para todos los humanos de lo que es la máxima expresión del amor y la fidelidad».

Hachiko, el que salvó a su raza gracias a la fama adquirida por su lealtad

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Hachiko, un perro de raza Akita inu nacido en 1923, viajó junto a su dueño, un profesor llamado Hidesamuro Ueno, hasta la ciudad de Tokio. Allí Hachiko se acostumbraría a su vida cosmopolita, yendo todas las noches hasta la estación de trenes Shibuya para recibir a su amo cuando éste llegaba del trabajo. En 1925 muere Ueno, quedándose Hachiko abandonado en las calles de Tokio. No obstante, durante 11 años volvería fielmente todas las noches a la estación de trenes, exactamente a la hora en la que llegaba el tren que solía tomar su dueño.

Unos años más tarde, un antiguo alumno de Ueno se enteró de la historia y decidió publicarla, saltando así a todos lo medios nacionales de Japón. Gracias a esto, Hachiko se ganaría la fama a nivel nacional y se escribirían cientos de historias y poemas en su memoria. Sin embargo, y más importante aún, Hachiko salvaría a su raza ya que solo quedaban 30 Akitas puros en todo el Japón. A partir de ese momento, la demanda de esta raza hizo que se preservara cuidadosamente, habiendo en la actualidad miles de ellos y, por eso, se le recuerda también con una estatua cerca de la estación de Shibuya.

Canelo, el perro que esperó durante 12 años a que su dueño saliese del hospital

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Canelo y su amo lo hacían prácticamente todo juntos, hasta acompañarle al tratamiento de diálisis que seguía una vez por semana. Una de las veces su dueño no salió, y nunca lo haría, pues había fallecido a consecuencia de varias complicaciones médicas durante el tratamiento. Canelo esperó a su amo durante 12 años a las puertas del hospital, hasta que murió atropellado por las inmediaciones del edificio.

Su historia fue muy conocida en la ciudad de Cádiz. El pueblo gaditano, en reconocimiento al cariño, dedicación y lealtad de Canelo puso su nombre a una calle y una placa en su honor.

Yanu, el perro que volvió a casa tras estar 3 meses desparecido

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Yanu salió un día a pasear con sus dueños y se perdió. Tras buscarlo empedernidamente con carteles por toda la zona, sus amos perdieron toda esperanza de encontrarle. Unos días después de la desaparición, alguien encontró al perro extraviado y lo llevó a la perrera, de la que consiguió escaparse.

Casi tres meses después, sus dueños se encontraron sorprendentemente con Yanu en el portal de su casa. Lo que no se explican es cómo consiguió llegar, ya que entre la perrera y su casa hay más de 15 kilómetros y todo está prácticamente plagado de carreteras y autopistas. Sus dueños no pudieron evitar echarse a llorar de la alegría, porque su mejor amigo había vuelto a casa.

Fuente: misterios.co

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