El hombre que se empeñó en unir EEUU y Europa a través del mar con un cable… y lo consiguió

Publicado 16 marzo, 2015 por Alberto Díaz - Pinto
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La llegada del telégrafo en el año 1837 fue una revolución sin precedentes y un gran triunfo colectivo para la Humanidad, un cambio extraordinario que hacía posible que en París se supiese lo que estaba ocurriendo en Amsterdam en ese preciso instante. Quizá hoy no seamos capaces de comprender un avance de tal magnitud para la época, debido en parte a que hemos nacido en la era de la información y la comunicación, en la que no salimos de casa sin nuestros smartphones para conectarnos al mundo.

Pocos años después de haberse iniciado la comunicación telegráfica, se descubrió que la gutapercha era el material apropiado para aislar las conducciones eléctricas dentro del agua. De este modo, territorios separados por mar como Inglaterra o la isla de Córcega, por fin quedaron conectados con el resto del continente europeo a través del telégrafo.

Una vez que las naciones europeas quedaron unidas por vía telegráfica, a los ingenieros todavía se les planteaba un reto que hasta la fecha parecía imposible: unir el continente europeo con el nuevo mundo. Desde los tiempos de la Torre de Babel, la Humanidad nunca se había embarcado en una grandiosidad semejante. La hazaña suponía construir un cable de cobre de dimensiones inimaginables y capaz de soportar las grandes presiones del Océano Atlántico.

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Cuando la máxima pretensión de lejanía en EEUU era unir Nueva York con Terranova, Cyrus West Field, empresario de éxito nacido de padres pastores, fue mucho más lejos. ¿Por qué no extender ese mismo cable y comunicar Terranova, mediante un cable submarino, con Irlanda? Desde ese momento, Cyrus dedicaría todo su empeño y medios a dicho proyecto.

Tras varios intentos fallidos que supusieron pérdidas millonarias, el primer mensaje entre el viejo y el nuevo mundo llegó el 16 de agosto de 1858, en el que la Reina Victoria comunicaba al Presidente de EEUU James Buchanan: «Gloria a Dios en las alturas; en la tierra paz y buena voluntad para con los hombres. Un vínculo adicional entre las naciones cuya amistad se basa en su interés común y la estima recíproca». El Presidente contestó a la Reina Victoria con otro mensaje de felicitación y apoyo entre ambas naciones. Estos mensajes no eran del todo claros y costó varias horas poder descifrarlos.

Sin embargo, después de haber estado festejando y proclamando el nombre de Cyrus por toda la nación por dicho logro, el cable dejó de funcionar solo unas horas después de haberse mandado sendos mensajes debido a la mala manipulación, al propio diseño del cable y el alto voltaje aplicado, que provocaron que el aislante de gutapercha fuese deteriorándose rápidamente. El hombre todavía no estaba preparado para un proyecto de tal envergadura.

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Solo 6 años después del éxito parcial del telégrafo transoceánico, la tecnología eléctrica avanzó considerablemente. Para entonces, la red telegráfica había atravesado el Mediterráneo y había conseguido unir África con Europa. Era el momento perfecto para un nuevo intento y Cyrus W. Field resucitó del silencioso destierro al que su fracaso le había confinado.

El 2 de julio de 1865, el Great Eastern, un transatlántico de 22.000 toneladas y el mejor de la época, parte desde el Támesis para extender el nuevo cable. Aunque este primer intento fue un desastre, debido a que el cable se rompió dos días antes de ser tendido totalmente, no estaban dispuestos a tirar la toalla. El 13 de julio de 1866 el Great Eastern hace un nuevo y definitivo intento con éxito. Los mensajes que se transmiten en ese momento son claros y precisos. Desde aquel momento, la Humanidad se escucha y se comprende simultáneamente de un confín a otro de la Tierra.

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Fuente: Zweig, Stefan. Momentos estelares de la humanidad. Ed. Acantilado, Barcelona (2002)

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