Te contamos por qué no deberías ir nunca con tanta prisa al ginecólogo

Publicado 17 febrero, 2016 por admin
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Nos encantan las historias de humor e internet está llena de ellas. Algunas son reales y otras solo fábulas inventadas, pero todas son tronchantes.

Hoy os traemos el relato de una pintoresca y apresurada visita al ginecólogo que os va a hacer llorar de la risa.

Se rumorea que la historia es real y formó parte de los relatos enviados a un concurso de radio que trataba de elegir «la historia real más divertida del año», en 2007.

Una visita exprés al ginecologo.

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Tenía una consulta programada para visitar a mi ginecólogo esa semana, pero andaba esperando que me confirmaran el día y la hora de la misma.

Era por la mañana cuando recibí la llamada de la telefonista para informarme de que mi cita había sido programada para ese mismo día a las 9.30 horas pero que, por error, no habían llamado. La joven me pidió disculpas y me informó de que no tendrían más citas hasta dentro de 10 días, así que la acepté.

Eran las 8.45 y entré en pánico, no tenía ni un minuto que perder. Al menos ya había acabo el desayuno y los niños habían salido hacia el colegio. 

Todas las mujeres tenemos mucho cuidado con nuestra higiene íntima, algo a los que nos gusta hacer especial atención cuando toca visitar al ginecólogo. Pero ésta vez ni siquiera me daba tiempo para darme una ducha. Por lo que entré al baño, me quité el camisón, me lavé en el bidé y me sequé apresuradamente con una toallita limpia que estaba doblada en el borde de la bañera. No era perfecto, pero al menos estaba segura de que todo estaría lo más limpio posible. Al terminar lancé la toallita en el canasto de ropa sucia, me vestí apresuradamente y volé para el consultorio.
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Justo cuando entraba en la sala de espera, me llamaron para hacerme el examen. Como ya conozco el procedimiento, me coloqué en el borde de la camilla e intenté, como siempre hago, imaginarme muy lejos de allí, mientras el ginecólogo se disponía a explorarme.

Mientras andaba pensando en un lugar paradisiaco, así como el Caribe, me quedé muy desconcertada cuando el médico me dijo:

– ‘Caray, veo que hoy hizo un esfuerzo extra para estar más bonita…’

No entendí el cumplido, pero por lo incómodo de la situación me limité a sonreír y guardar silencio. Terminado el examen rutinario me vestí y fui a casa tranquila.

Sobre las 6 de la tarde, cuando mi hija terminó los deberes y se disponía a jugar, me gritó desde el baño:

-‘¡Mamá! ¿Dónde está mi toallita?

-¡No lo sé, pero usa una nueva del armario! – Le contesté mientras pensaba en la toallita de la mañana. Fue entonces cuando su respuesta me hizo querer desaparecer de la faz de la Tierra.

– No mamá no quiero una nueva, quiero la que había en la bañera. Donde tenía la brillantina las estrellitas doradas…

Jamás he vuelto a ir a ese ginecólogo. 

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Fuente: hrtwarming.com

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