¿Por qué las mujeres no tienen nuez?

Publicado 19 abril, 2017 por Alberto Díaz - Pinto
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Un falso mito que venimos a desmontar. Las mujeres también tienen nuez, aunque ahora veremos por qué no se les nota. 

¿Qué es la nuez de Adán y por qué se necesita?

La prominencia laríngea, más conocida como nuez o manzana de Adán, es una protuberancia o abultamiento ubicado en la parte delantera del cuello, formada por la articulación de las dos láminas del cartílago tiroides que rodea la laringe.

Una de sus principales funciones es que ayuda a proteger la parte frontal de la laringe y las cuerdas vocales, las cuales se ubican directamente detrás de ella. 

La nuez de Adán nos permite emitir sonidos más graves o agudos en función de su tamaño.

Y si las mujeres tienen nuez, ¿por qué no la vemos?

La tienen hombres y mujeres y tiene forma de tejado a dos aguas. Lo que ocurre es que, en el caso de los hombres, el ángulo del tejado es más agudo que en las mujeres y sobresale. 

La nuez se desarrolla durante la pubertad, en la que se producen los cambios de nuestro cuerpo necesarios para la reproducción. En el caso de los hombres, estos cambios incluyen un desarrollo de los músculos y el esqueleto (lo que coloquialmente conocemos como «dar el estirón»). Cuando esto sucede crece todo su cuerpo, incluida laringe. Y por eso, precisamente, comienza a sobresalir la nuez en tamaño y dureza, porque el cartílago esponjoso se vuelve más recio.

Su crecimiento y desarrollo también implica el cambio de la voz. Y es que, durante la pubertad, la voz de niños y niñas se vuelve más grave, aunque en los chicos más ya que su laringe crece más.

En el caso de las mujeres, ver la nuez de Adán es mucho más complicado porque esta queda oculta bajo una capa de grasa que ni la dieta más estricta sería capaz de eliminar. 

¿Por qué reciben el nombre de ‘manzana de Adán’?

¿Recordáis el pasaje de La Biblia en el que Eva le da probar el fruto prohibido a Adán, después de ser tentada por la serpiente? Cuando el primer hombre sucumbió al bocado, existe la antigua creencia judeocristiana de que este quedó atascado en su garganta, algo que heredamos el resto de los hombres.  

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