Una anciana pagó los libros de un cliente que no conocía por un motivo que te llegará al corazón

Publicado 12 abril, 2017 por Alberto Díaz - Pinto
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Un trabajador de una librería recientemente publicó un mensaje en Facebook describiendo el maravilloso encuentro que tuvo con una anciana. Él la califica como el mejor cliente que haya tenido jamás. Esta es su historia:

«Trabajo en una librería independiente, local y de buen tamaño. En el 99% de las ocasiones recibimos clientes bastante agradables, aunque nadie puede compararse a la pequeña anciana que nos ha visitado esta mañana. Ella era tremendamente adorable. Dijo que le encantaba la tienda y que le hubiera gustado pasar más tiempo allí de no ser porque su marido la estaba esperando en el coche. «¡Oh!«, exclamó la anciana mientras dejaba una pila de artículos de arte sobre el mostrador, «le compraré un poco de chocolate«. También me dijo que mi flequillo era muy hermoso y que le recordaba a las olas del océano («woooooosh«, exclamó mientras hacía el gesto de la ola con su mano).
Las señoras ancianas son mi tipo preferido de cliente, siempre parecen estar encantadas con todo y puedo pasar un buen rato agradable conversando con ellas. 
En ese momento, un estudiante universitario, quien había estado en la tienda en varias ocasiones antes para recoger sus libros de texto, se colocó en la fila detrás de la anciana. De repente, ella se volvió hacia él y le exigió que colocara sus libros de texto en el mostrador. El muchacho se quedó de piedra cuando la anciana le explicó que iba a comprarle los libros.
El joven se negó rotundamente e instó a la anciana en que no podía hacerlo. Eran como unos 400 dólares en libros de texto, pero aquella diminuta y entrañable anciana se los arrebató de las manos y los arrojó sobre el mostrador. En ese momento se volvió hacia mí y me pidió que lo añadiese a su cuenta. El joven estaba a punto de romper a llorar, con cara de confundido, sorprendido y agradecido. Después la anciana se volvió nuevamente a él y le dijo: «Necesitas chocolate«. Así, la anciana agarró un puñado de chocolatinas y los puso también en el mostrador. 
El muchacho, que no cabía en su asombro, le preguntó: ¿por qué está haciendo esto? Ella, sin embargo, solo respondió: «¿Te gusta Harry Potter?«, le dijo mientras añadía un ejemplar del Niño Maldito al tumultuoso montón.
Después de pagarme, la anciana me pidió que le diera unas cuantas bolsas para que el joven pudiera llevar su compra. Él, mientras yo empaquetaba sus cosas, le daba un intenso abrazo a la anciana. Ambos le estuvimos diciendo lo increíble que era y que no podían poner palabras a lo que acababa de hacer. En ese momento, ella se volvió a nosotros para decirnos una de las cosa más profundas que he oído en mi vida:
«Es importante ser amable. No puedes saber todas las veces que has herido a la gente de manera minúscula o significativa. Es fácil ser cruel sin querer serlo. No hay nada que puedas hacer al respecto, pero puedes elegir ser amable. Sé amable.«
El chico le dio las gracias de nuevo y se marchó. Le repetí lo maravillosa que era, mientras ella seguía mirando al joven marcharse: «Mi hijo es un sin techo adicto a las metanfetaminas. No sé lo que hice. Veo a ese muchacho y veo el hombre en que mi hijo podría haberse convertido si alguien hubiera elegido ser amable con él en el momento justo«.
Guardé la compra de la anciana en las bolsas mientras pensaba que debía decir algo, pero no sabía qué. Entonces, ella se volvió hacia mí y me dijo: «Me gustaría tener el flequillo así, pero mi pelo es demasiado rizado«. Y se fue…
Esta es la historia del mejor cliente que he tenido jamás. Sé amable con alguien hoy.»

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