A no ser que trabajaran en el sector financiero, la mayoría de los mortales no habían oído hablar de la prima de riesgo, los rescates, el déficit del Estado y los corralitos antes de la crisis.
A partir de ese momento, nos dimos cuenta de que el dinero y la política monetaria de un país están controlados de forma quirúrgica para asegurar lo que dirigentes y economistas llaman la «confianza en el mercado» .
Muchas recetas se han aplicado para mantener el euro a flote y conservar esa etérea y volátil confianza, la mayoría de ellas a costa de los derechos de las clases medias y de los sectores más pobres y vulnerables de la sociedad. Sin embargo, determinar si la austeridad y las políticas económicas a favor de las grandes empresas han sido adecuadas es un tema que dejaremos para otro artículo.
Esta vez solo queremos detenernos en una cuestión: ¿qué ocurre cuando los inversores y los ciudadanos pierden la confianza en su moneda?
Zimbabue, la receta del desastre
Zimbabue es uno de los países más pobres del mundo y donde, curiosamente, casi toda la población ha sido «millonaria» alguna vez.
Su PIB per cápita lo clasifica como el tercer país más pobre del mundo, un lugar en el que solo el 30% de la población tiene trabajo.
El sueldo medio de un zimbabuense es de 253 dólares al mes, una cantidad que no da para mucho, ya que Zimbabue también es uno de los países más caros del mundo. ¿Cómo han llegado a esta situación? Fácil, imprimiendo más dinero.
La hiperinflacción de Zimbabue
En el año 2000, el sistema agrario de Zimbabue colapsó, los precios subieron y el país decidió no pagar sus deudas al Fondo Monetario Internacional. Los inversores perdieron la confianza en su economía, la inflación se disparó y el 80% de la población acabó en el paro.
Tras 8 años de hiperinflacción (un sorprendente 624% en 2004), en vez de ceder ante la presión internacional, el presidente Mugabe decidió imprimir más dinero.
La idea era que, con más moneda en la calle, la gente tendría dinero para comprar y la economía se reactivaría. Y así fue, la gente comenzó a comprar, pero el resultado fue demoledor.
Al haber más compradores, la demanda aumentó y con ella lo hicieron los precios. De esta forma, el dinero de Zimbabue fue perdiendo su valor, mientras que los precios alcanzaban récords históricos.
Esto significa que los ricos pasaron a ser casi pobres de la noche a la mañana, mientras que la gente con poco dinero quedo sumida en la extrema pobreza.
¿Y qué hizo el gobierno? Seguir imprimiendo más dinero hasta rozar el absurdo.
El billete de un trillón de dólares
El dólar de la República de Zimbabue fluctuaba tanto y tan rápido que un kilo de arroz podía cuadruplicar su precio en un solo día. Para poder pagarlo, el gobierno retiró las monedas y comenzó a imprimir billetes con valores absurdamente elevados. El resultado es un sinfín de extrañas situaciones que serían meras curiosidades de no ser por la pobreza y el hambre que castigan al país.
En el 2013, el Banco Central fijaba el cambio de divisas entre dólares zimbabuenses y dólares estadounidenses a una relación de 175 trillones a 5.
De manera que el país llegó a tener en sus arcas el equivalente a tan solo 217 dólares estadounidenses.
Aquí puedes observar cuánto papel moneda de Zimbabue era necesario para comprar solo 100 dólares estadounidenses.
Las monedas oficiales suelen asegurarse con reservas de oro, algo que garantiza su valor en el tiempo. En su defecto, se hace con reservas en monedas de valor, como el dólar estadounidense o el euro.
El problema es que la moneda de Zimbabue no contaba con respaldo económico ninguno. Su correspondencia con el mercado de divisas era artificial y podía fluctuar violentamente según la disponibilidad del dinero, la confianza y los precios.
Esto provocaba que la gente tuviera que pagar artículos de primera necesidad con auténticos fajos de billetes.
En menos de una década, tres huevos pasaron de costar 100 dólares a más de 1.000 millones.
Mientras que los artículos más costosos, como la ropa, alcanzaban precios de billones de dólares zimbabuenses.
Hasta la gente más pobre podía tener un millón en el bolsillo y, aún así, no podía comprar el pan.
Hacían falta varios trillones de dólares para comprar un McMenú.
Y este fajo de billetes para pagar una comida de menú diario en un restaurante local.
Los precios continuaron dándose en dólares y centavos.
Algo sorprendente, ya que el país había retirado las monedas.
Esto provocó que, para devolverte el cambio, la tienda debiera compensarte la diferencia con crédito para una futura compra, en minutos de teléfono, etc.
Un gasto extra que provocaba que la gente fuera más y más pobre.
Tras imprimir el billete de 100.000 millones de dólares, el gobierno se vio obligado a revaluar la moneda.
Retirando los billetes antiguos y cambiándolos por unos nuevos de menor valor.
El antiguo billón de dólares de Zimbabue pasó a costar 1 dólar de Zimbabue nuevo (1.000.000.000.000:1).
Esto redujo el volumen de los fajos de billetes, pero, aún así, los precios seguían por las nubes y la moneda apenas tenía valor real.
En 2013, el país optó por dejar de imprimir dinero y esperar a que las condiciones mejorasen en el futuro, para así, reintroducir un nuevo dólar de Zimbabue más fuerte.
En la actualidad, las monedas extranjeras como el rand sudafricano, la pula de Botsuana, el euro, la libra esterlina y el dólar de los Estados Unidos son ampliamente utilizados en casi todas las transacciones en Zimbabue.
Fuente: wikipedia 1 y 2, hipertextual.com, trinixy.ru
