Muchos países destacan por emplear métodos fuera de lo común. Marcan la diferencia con pequeños detalles que reportan increíbles resultados. Sistemas educativos que contrastan con lo que estamos acostumbrados, donde los roles que creíamos efectivos son puestos en duda por nuevos conceptos que, por ejemplo, dan prioridad a los modales frente a los conocimientos.
Japón destaca en esta línea porque sus escuelas siguen un sistema que en Occidente no predomina.
Los estudiantes japoneses no tiene exámenes hasta que cumplen 10 años y van a cuarto curso. Los tres primeros años se le da más importancia a su educación ciudadana, enseñándoles a respetar a sus compañeros y a los animales, a ser generosos y decir siempre la verdad.
Coincide con la floración de sakura, o flor de cerezo, haciendo que sintonicen de un modo especial el curso escolar y el natural. Para ellos, el curso tiene tres trimestres: del 1 de abril al 20 de julio, del 1 de septiembre al 26 de diciembre, del 7 de enero al 25 de marzo. De esta forma, los niños japoneses descansan 6 semanas en verano y 2 semanas en invierno y primavera.
Los alumnos se encargan de limpiar todo por turnos. De este modo, aprenden conceptos sobre la higiene, limpieza y responsabilidad, que son tan importantes como las matemáticas.
Los alumnos comparten la hora de la comida con sus compañeros y profesores. Los menús en la escuela son elaborados por cocineros y especialistas médicos. En ocasiones también se cultivan algunas frutas y verduras en el patio de la escuela.
Para poder entrar en una una buena universidad, los niños toman clases fuera de la escuela. En Japón es normal ver a miles de niños a las 9 de la noche en el transporte público, apresurándose a volver a casa para la cena. Las estadísticas en este país dejan claro que es raro que los niños repitan curso.
El arte de la escritura está tan valorado como el de la pintura. Además, el haiku, una forma de poesía, también cobra relevancia para los niños japoneses que aprenden así a valorar y respetar su cultura milenaria.
A partir de la secundaria, todos los niños están obligados a usar uniforme. Aunque muchas escuelas tienen el suyo propio, en general los chicos pueden usar ropa estilo militar, y blusa y falda marinera las chicas. Esto les unifica y aporta seriedad.
Es difícil encontrar a un alumno que haya faltado a las clases. Además, no llegan tarde a clase y el 91% presta atención a lo que dicen sus maestros.
Al terminar la secundaria, los estudiantes tienen un examen final que determina si logran ingresar a alguna universidad, la cual determinará su futuro sueldo y su nivel de vida en general. La competencia es muy alta: el 76% de los estudiantes siguen con sus estudios después de la escuela, por eso en Japón existe la expresión ‘el infierno de exámenes’.
Después de muchos años de preparación y el ‘infierno de exámenes’, los japoneses quieren tomarse una pausa, que coincide con los años universitarios. De hecho, estos años se consideran los más despreocupados y ligeros en la vida de un japonés. Aunque el descanso sea bueno, los japoneses se toman con toda la seriedad del mundo, y con una gran vocación, su trabajo durante y después de la universidad.
Fuente: Genial.Guru