8 científicos intentaron vivir en una biosfera durante dos años y el resultado fue desastroso

Publicado 10 marzo, 2021 por Alberto Díaz - Pinto
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Si alguna vez queremos sobrevivir en otros planetas, ya sea para expandirnos o porque el fin del mundo se aproxima y nos veamos obligados a perpetuar la especie, necesitaremos encontrar formas efectivas y sostenibles de no morir. Esto significa cultivar alimentos, tener agua y oxígeno, y todas las demás cosas que tenemos en nuestro planeta.

Sin la posibilidad de terraformar un planeta entero, de momento la opción más viable es la de crear nuestras propias biosferas artificiales, es decir, ecosistemas cerrados con su propio oxígeno, plantas y todo lo que necesitamos para sustentar la vida.

Pero no penséis que se trata de ciencia ficción. En los años 90 se llevaron a cabo este tipo de pruebas en la Tierra. ¿Habéis escuchado hablar alguna vez del proyecto Biosfera 2?

Biosfera 2, el ambicioso proyecto de los años 90 para recrear una Tierra en miniatura

Con un costo de entre 150 y 200 millones de dólares, «Biosfera 2» ( la Biosfera 1 es la Tierra) es una instalación de investigación ubicada en el desierto que, durante un tiempo, tuvo como objetivo ser una réplica perfecta del mundo. Dentro disponía de varios biomas, animales, plantas de todo el mundo e incluso un océano y un desierto artificiales.

 

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«Motivados por la misión espacial Apolo, los creadores de Biosfera 2 pensaron que si ya habíamos llegado a la Luna, el siguiente paso sería vivir en la Luna, o en Marte, o en otro cuerpo de Sistema Solar. Así que trataron de desarrollar la tecnología para hacerlo posible«, explicaba Matt Adamson, director de educación Biosfera 2 en la Universidad de Arizona.

Dentro del complejo de acero y vidrio, de 1,11 hectáreas de superficie, se encerraron 3.800 especies de plantas y animales con ocho seres humanos (cuatro mujeres y cuatro hombres). Estos últimos dependerían de los alimentos cultivados y el oxígeno generado para sobrevivir. La misión dio comienzo en septiembre de 1991 y el objetivo era permanecer dos años dentro sin ningún tipo de contacto con el exterior.

Las cosas no salieron como esperaban

Desde el principio, las cosas no salieron bien. A los pocos días de iniciar la misión, Jane Poynter, una de las integrantes de la misión, perdió la punta de uno de sus dedos tras un accidente.

Asimismo, los alimentos dentro de la esfera no crecían lo suficientemente rápido para mantener a los residentes. Por ello, todos comenzaron a perder peso. Al parecer, los cultivos eran de crecimiento lento y requerían mucha mano de obra. Así pues, en unos meses, se vieron obligados a consumir suministros de emergencia de alimentos que el mundo exterior desconocía.

Los polinizadores, colibríes y abejas, murieron, lo que se sumó a sus problemas agrícolas. Diez meses después de haber iniciado el proyecto, el consejo asesor emitió un informe condenatorio sobre la situación, así como el hecho de que los miembros de la tripulación involucrados tenían poca experiencia científica. Poco después, el consejo asesor se retiró, lo que nunca es una buena señal de que las cosas vayan favorablemente.

Debido al pequeño tamaño de Biosfera 2, en comparación con la Tierra, y a la alta concentración de organismos en un espacio tan reducido se generaron mayores fluctuaciones y ciclos de vida más rápidos. Algunos biomas se desarrollaron mucho más rápido de lo esperado, mientras que otros apenas se mantenían. Algunos animales se reproducían en condiciones perfectas, mientras que otros sencillamente se extinguieron. Es así como los investigadores se dieron cuenta de lo difícil que era jugar a ser la naturaleza.

Hambre y falta de oxígeno

A los pocos meses, los niveles de oxígeno dentro de la biosfera comenzaron a caer, y nadie en aquel momento pudo averiguar exactamente por qué. En enero de 1993, cuando aún quedaban 9 meses del experimento, los niveles de oxígeno habían caído a alrededor del 15 %. Esto era, para que os hagáis una idea, el equivalente a vivir a 3.660 metros de altitud en una montaña.

Además, la biosfera se convirtió en un destino turístico para recuperar el alto costo involucrado. Al hambre había que sumarle la falta de oxígeno, las plagas de cucarachas y que los ácaros se cebaban con sus cultivos. Mientras tanto, ellos estaban siendo observados como si estuvieran en un zoológico.

Con la moral tan baja como los niveles de oxígeno, se decidió que la tripulación debería recibir alimentos, así como las semillas y vitaminas, que se introducían en el complejo cada quince días.

Además, antes de que finalizara el primer año, el grupo ya se había dividido en dos facciones. Por un lado estaban los que querían continuar sin suministros externos, mientras que la otra mitad estaba más interesada en cosas tan interesantes como la «comida» y «poder respirar». Como hemos visto, al final se tuvieron que introducir alimentos y, además, oxígeno, ya que los investigadores comenzaban a presentar problemas como apnea del sueño.

La segunda y última misión

Todo aquello fueron problemas de la primera misión, pero en marzo de 1994 se inició una segunda aventura con lo aprendido de la primera y mejoras en el sistema. La misión en esta ocasión tenía pensado durar 10 meses e incluía a 6 personas en el interior de Biosfera 2. Pero en esta ocasión fue aún peor.

Cuando no era por problemas en la convivencia, era por los costes de mantener el proyecto a flote o las preocupaciones por la salud de los integrantes. Se llegaron incluso a abrir puertas de manera clandestina y a destrozar cristales para que entrara el aire del exterior.

Problemas que tuvieron su origen ante una falta de una decisiones y objetivos comunes. Al final, debido a diversos problemas económicos y las disputas generadas, la misión se terminó prematuramente en septiembre de 1994.

Tras los diversos fracasos y una quiebra de la empresa que estaba detrás del proyecto, el complejo Biosfera 2 terminó en manos de la Universidad de Arizona. En todos estos años, Biosfera 2 ha servido como lugar de investigaciones y pruebas, hasta que en la actualidad se ha convertido más en una especie de atracción turística en la que se explica cómo se intentó vivir ahí.

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