Parece increíble lo mucho que puede cambiar tu vida de un día para otro bajo determinadas circunstancias. A veces un gran cambio es consecuencia de una decisión individual, como mudarse a otra ciudad, cambiar de trabajo o tener un hijo. Y, en otras ocasiones, sucede algo a gran escala que cambia la vida de miles de personas de repente. Eso fue lo que sucedió en Irán en el año 1979, durante la llamada Revolución iraní o Revolución islámica.
Antes de que comenzara la Revolución, el país aún se conocía con el nombre de Persia y Reza Pahlavi fue monarca de 1925 a 1935. El Shah, nombre con el que se conoce a los monarcas del país, cambió el nombre de su nación por Irán e impulsó la modernización del país. Reemplazó las leyes islámicas por las leyes occidentales y prohibió el uso de ropas tradicionales islámicas, la separación de sexos y el uso de niqab por parte de las mujeres.
Tras su padre, gobernó su hijo, el Sha Mohammad Reza Shah Pahlavi y dependía en gran medida de los Estados Unidos, ya que ambos países compartían su oposición frente a la expansión de la Unión Soviética. Mantuvo las mismas ideas de occidentalización que su padre, pero durante este periodo los grupos religiosos, liderados por el Ayatolá Jomeini, comenzaron a organizarse para dar un golpe de estado y terminar con la subyugación de Irán frente a los países occidentales.
De la noche a la mañana: las jóvenes debían cubrirse, no podían cantar, bailar, ni estar en lugares donde hubiera hombres
A principios de 1979, triunfó la Revolución y se instauró una teocracia republicana, autoritaria y antioccidental, con Jomeini como «guía de la revolución». Poco después salió la ley sobre el hijab: las jóvenes tuvieron que cubrirse y no podían cantar, bailar ni estar en lugares donde hubiera hombres, pero sí podían casarse a partir de los 9 años.
Coincidiendo con el Día Internacional de la Mujer Trabajadora, se organizó en Teherán, la capital del país, una manifestación pacífica que reunió a unas 100 mil mujeres a cabeza descubierta. La manifestación estaba prohibida y, aunque duró una semana, los medios no cubrieron el evento. Sin embargo, Hengame Golestan cogió la cámara de su marido y fotografió a aquellas valientes mujeres.
Golestan recuerda que reinaba un ambiente de positivismo e ilusión. Pero, a su pesar y el de tantas otras mujeres, la protesta no fue escuchada por las autoridades y a día de hoy el país sigue bajo las leyes islámicas. Esto significa que más de 40 millones de mujeres no tienen derecho a sentarse en los asientos de las primeras filas en el transporte público. Tampoco pueden viajar sin un permiso de sus maridos, pero ni siquiera pueden elegir dónde o en qué trabajar. De hecho, no hace mucho tiempo, tres mujeres fueron condenadas a 55 años de prisión por protestar en contra del hijab.
Así fue como, de un día para otro, las mujeres fueron privadas de la libertad que tenían antes. A día de hoy siguen alzándose la voz de quienes están en contra de la obligatoriedad del hijab, ya que Irán es el único país del mundo que obliga incluso a las mujeres no musulmanas a cubrirse.