Crean el primer ataúd viviente para «cerrar el ciclo»

Publicado 21 septiembre, 2020 por Tamara Lopez
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Durante miles de años la especie humana ha desarrollado ritos funerarios que reflejaban las costumbres de su tiempo. Estas tradiciones de honrar a los fallecidos han continuado evolucionando durante todo el siglo XXI, respondiendo a la necesidad de la gente de buscar «entierros verdes» que sean más respetuosos con el medio ambiente que los ataúdes estándar.

Uno de los ejemplos más recientes viene de Loop, una compañía holandesa de biotecnología que recientemente reveló un ataúd biodegradable hecho de hongos, microbios y raíces de plantas. Con él se busca acelerar la descomposición corporal y al mismo tiempo enriquecer el suelo alrededor del mismo.

«Cerrar el ciclo de la vida»

El creador del féretro, Bob Hendrikx, ha declarado que su finalidad es permitir que las personas que fallecen se conviertan en uno con la naturaleza otra vez. A su vez, así se consigue abonar el suelo, y no contaminarlo. 

Esto constituye una primicia mundial, y la idea surgió en el laboratorio de Hendrikx, en la universidad tecnológica de la ciudad de Delft.

El ataúd fue usado recientemente por primera vez por una señora de 82 años. Gracias a los hongos que posee el mismo, que son los mayores recicladores de la naturaleza, el cuerpo estuvo descompuesto en un lapso de 2 a 3 años.

Sin embargo, en un ataúd convencional de madera, este proceso puede durar más de una década. Y no solo esto, el féretro viviente se descompone aun más rápido. Tarda en hacerlo entre 30 y 40 días, frente a los más de 10 años que necesitan las partes barnizadas y metálicas de un ataúd clásico para desaparecer.

Organismo vivo en forma sólida

Para fabricar este objeto es necesario cavar bajo la turba en el bosque, extraer micelio puro proveniente del hongo y mezclarlo con aserrín de madera.

Una vez se tiene la mezcla, se pone todo en una horna para dar la forma de un ataúd clásico. Como paso final solo debe dejarse reposando durante una semana entera, y todo se transforma en un organismo vivo que adquiere una forma sólida. 

Este invento no se queda aquí, pues lo mejor es que fue fruto de la casualidad. Hendrikx estaba fascinado por los beneficios de los hongos, y construyó una «casa viviente» de micelio como su proyecto de fin de estudios. 

Cuando un curioso le preguntó qué pasaría con el cuerpo de su abuela si lo dejaba dentro de esa casa viviente, Hendrikx reflexionó y tuvo la idea de crear un ataúd viviente. Y a la vez se dio cuenta de que era una forma de ganar algún dinero.

En la actualidad, estos féretros no solo tienen numerosos beneficios para la naturaleza y el medio ambiente, sino que también son mucho más baratos (y livianos) que los de madera: cuestan, a día de hoy, 1.500 euros (unos 1.770 dólares).

Su empresa, Loop, ha firmado una colaboración con otra de pompas fúnebres y el invento ha triunfado en las redes sociales. Quién sabe, tal vez estemos ante los ataúdes del futuro, y sea una revolución en la forma en la que enterramos a nuestros seres queridos.

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