En 1800, 75 camellos fueron llevados al Oeste para sustituir a los caballos, pero no lo consiguieron…

Publicado 8 marzo, 2021 por Alberto Díaz - Pinto
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En Arizona aún se cuenta la vieja leyenda del Fantasma Rojo. Todo comenzó en 1873, cuando una mujer en la localidad de Camp Green fue atacada por una enorme bestia de color rojizo montada por un esqueleto, y pisoteada hasta la muerte. ¡Espeluznante!

Este tipo de terroríficos sucesos se habrían repetido hasta que, en 1893, un ranchero llamado Mizoo Hastings logró matar a aquella bestia de un disparo. Una vez examinada se descubrió que, en realidad, se trataba de un camello de color rojo en cuya grupa iba montada una osamenta humana.

Por supuesto, lo anterior solo son leyendas de fogata, pero sí es cierto que en el desierto de Arizona hubo camellos de verdad. Se trata de un extraño capítulo de la historia de EE.UU. A finales del siglo XIX, los camellos salvajes realmente vagaban por Occidente. Cómo llegaron allí y de dónde vinieron es una historia casi tan extraña como la ficción.

Los camellos del Viejo Oeste

En 1855, bajo la dirección del entonces secretario de Guerra Jefferson Davis, el Congreso asignó $ 30,000 para «la compra e importación de camellos y dromedarios para ser empleados con fines militares». Davis creía que los camellos eran clave para la expansión del país hacia el oeste; aún faltaban décadas para construir un ferrocarril transcontinental, y pensó que los animales podrían ser adecuados para transportar suministros entre puestos militares remotos.

En 1857, después de un par de viajes exitosos al Mediterráneo y Oriente Medio, el ejército de los Estados Unidos había comprado e importado 75 camellos. Sin embargo, en una década, todos y cada uno de ellos se venderían en una subasta.

Se trató de un cuerpo experimental bautizado como Camel Corps US Army. Junto a ellos viajó un entrenador turco llamado Hadji Ali (aunque los norteamericanos le rebautizaron «Hola Jolly») para enseñar a montar a los soldados.

importación de camellos a EE.UU.

lustración de Gwinn Heap que muestra el viaje de los camellos a los Estados Unidos / Wikipedia

Los objetivos de las pruebas fueron dobles. Primero, el ejército quería probar las capacidades de combate de los animales. Por ello, se formó una caballería de camellos e infantería montada y unidades de artillería. En segundo lugar, y más importante en la mente de los altos funcionarios, estaba el potencial de transporte de estos animales.

La base de operaciones de los camellos se estableció en Camp Green, Texas, a 60 millas al norte de San Antonio.

camellos en EE.UU.

Única foto sobreviviente conocida del Cuerpo de Camellos de EE. UU / Wikipedia

El experimento no resultó como se esperaba

Sin embargo, pronto se hizo evidente que el noble animal simplemente no se adaptaba al estilo de combate estadounidense. Por su fisionomía, el camello no estaba preparado para realizar esfuerzos violentos, pues su respiración lo dificultaba notablemente.

Museo Histórico de Benicia, California

Museo Histórico de Benicia, originalmente construido para guardar los camellos / Wikipedia

Otra desventaja fue el hecho de que el camello, a diferencia del caballo, era difícil de manejar en situaciones cercanas. Además, en comparación con el caballo, los camellos requerían de cuidados extraordinarios.

Sin embargo, y aunque sí que resultaron muy útiles como animales de carga, la Guerra Civil Americana terminó de raíz con aquel proyecto. Camp Green y sus camellos fueron tomados por los confederados. Algunos se vendieron en subastas, mientras que otros fueron usados por la Confederación en diversas tareas. Otros, no obstante, escaparon al desierto.

Aunque aquellos ejemplares no tuvieron problemas de adaptación al medio, al ser tan pocos, no lograron reproducirse de manera suficientemente numerosa como para garantizar la supervivencia del grupo. Por ello, terminaron extinguiéndose, aunque se reportaron varios avistamientos hasta principios del siglo XX.

Sin duda, esta historia nos recuerda mucho a la de los bisontes abandonados en la isla de Santa Catalina.

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