Cómo un estudiante robó las rocas lunares de la NASA y terminó teniendo sexo con ellas

Publicado 3 agosto, 2017 por admin
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Desde 1969 hasta 1972, las misiones espaciales Apolo lograron recoger y transportar hasta la Tierra unos 270 kilogramos de rocas lunares. Estas piedras, selladas en un ambiente estéril para evitar cualquier tipo de contaminación, se utilizaron para desentrañar los misterios del universo, la formación de nuestro satélite y tantas otras teorías gracias al análisis de los sedimentos y materiales, hasta que fueron robadas y corrompidas al tener sexo sobre ellas. 

Si has leído bien, el robo y mancillamiento de las rocas lunares constituye uno de los mayores y más vergonzosos capítulos de la historia de la NASA y los Estados Unidos. Eso sí, también es una historia merecedora de ser contada.  

El robo más loco de la historia de la NASA

Aldrin en la Luna. Wikimedia Commons

En 2001, Thad Roberts, un estudiante de 24 años logró entrar como aspirante a astronauta en la NASA. No había sido sencillo, pues pasó bastantes apuros económicos después de que su familia, estrictamente mormona, lo expulsara de la comunidad por mantener relaciones sexuales antes del matrimonio. 

Se había casado, pero a Roberts siempre le había gustado romper las reglas, tanto en casa como en el trabajo, y ya iba camino del divorcio. Quizá por culpa del tórrido romance que tenía con Tiffany Fowler, otra compañera del programa. Todo ello, complicaba aún más su maltrecha y ahogada situación económica. 

Buscando posibles fuentes de financiación, Roberts encontró la inspiración las rocas lunares que pudo observar en la clase magistral del científico de la NASA, Everett Gibson. Un valioso botín, valorado en más de 21 millones de dólares, que descansaba sin excesiva vigilancia en una gran caja fuerte a pocos metros de su lugar de trabajo.

Vista aérea completa del Johnson Space Center. Wikimedia Commons

Aunque el Centro Espacial Johnson es uno de los pocos edificios construidos para soportar hasta mil años de inmersión acuática y diversos desastres nucleares, una vez dentro… la seguridad no era demasiado fuerte. De hecho, los tres ladrones –Thad Roberts, su amante Tiffany Fowler y una compañera de trabajo de 19 años llamada Shae Saur– consiguieron acceder al edificio sin problemas con solo enseñar su pase, ya que, aunque era de noche, los estudiantes solían trabajar y realizar actividades en horario nocturno. 

Una vez en el baño, se vistieron con un traje de neopreno que creían les ayudaría a sortear los sensores de calor que protegían la cámara de seguridad de las rocas lunares. Lo más complicado de este robo era que debía realizarse en menos de 15 minutos o morirían asfixiados. 

La caja fuerte con las rocas lunares se encontraba en una planta sellada y sin oxígeno para evitar que las muestras pudieran pudrirse. Para adentrarse en ella, habían conseguido un equipo de emergencia de submarinismo que les proporcionaría sólo 15 minutos de oxígeno para atravesar las salas, puertas de seguridad, forzar la caja fuerte y regresar con el botín.

Muestras de roca lunar en el Johnson Space Center. Wikimedia Commons

Pero, tras realizar todo el recorrido, los ladrones llegaron a la caja con solo 4 minutos de oxígeno en sus tanques. No había tiempo para adivinar el código o forzar la caja fuerte, por lo que optaron por cargarla en una plataforma y salir de allí por el aparcamiento. 

Lo habían logrado. Tenían en su poder un tesoro nacional de enorme valor y ahora solo debían encontrar un comprador, pero antes… había que celebrarlo. 

Sexo en la luna

Roberts había prometido a su primera mujer que algún harían el amor en la luna, con su nueva amante, lo cumplió. O casi. 

Una vez llegados a la habitación de hotel, lograron abrir la caja fuerte y manosear las impolutas rocas lunares. No contentos con sacarlas de su ambiente estéril, la misma noche del robo, el 20 de julio (justo 33 años después de que fueran recogidas), las colocaron en la cama e hicieron el amor sobre ellas. 

«Tomé varias de las muestras de roca y las puse debajo de las sábanas en la cama. Aquello fue un símbolo de lo que estábamos haciendo, básicamente, por fin tenía sexo en la Luna. No era cómodo, por supuesto, pero el acto no era acerca de la comodidad en ese momento. Y nadie, que yo sepa, había tenido nunca sexo en la Luna». declara Roberts en su libro Sex on the Moon.

Saltan las alarmas

Lo más vergonzoso de todo no fue que lograran robar 270 kilos de rocas sin demasiada resistencia, es que la NASA no se percató del robo hasta 48 horas después. 

Unos días más tarde, bajo un alias, Roberts puso a la venta las piedras lunares.

«Mi nombre es Orb Robinson, de Tampa. Tengo en mi poder muestras de roca lunar y estoy tratando de encontrar un comprador. Las leyes que rodean este tipo de intercambio son conocidas, por lo que seré directo e indiferente a querer encontrar un comprador privado. Si usted, o alguien que usted conoce, está interesado en tal intercambio, por favor hágamelo saber».

Axel Emmermann, un coleccionista de piedras belgas se sintió tentado, pero comprendió que había algo turbio en el tema y contactó con el FBI. Juntos concertaron una cita y cazaron a Roberts y compañía. 

Las piedras fueron recuperadas, pero debido al salto de cama protagonizado con ellas, quedaron prácticamente inservibles para la comunidad científica.

Thad Roberts con otro libro publicado en la cárcel, esta vez sobre una teoría sobre el espacio cuántico / gizmodo.com 

Fue condenado a 8 años de prisión que aprovechó convenientemente para escribir un libro –Sex on the Moon- contando el robo y sus peripecias sexuales, donde explica que técnicamente es el primer hombre en hacer el amor sobre la luna. Un tipo peculiar, sin lugar a dudas. 



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