El crimen de Cuenca, o por qué debemos mantener la presunción de inocencia

Publicado 24 noviembre, 2020 por Alberto Díaz - Pinto
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«Es inocente hasta que se demuestre lo contrario«. Sin duda, habréis escuchado alguna vez esta expresión. El principio de presunción de inocencia es un principio jurídico penal que establece la inocencia de la persona como regla. Así, después de un juicio en el que se demuestre la culpabilidad de la persona, el Estado podrá aplicar la pena o sanción correspondiente asociada a dicho delito.

Pero, ¿por qué es tan importante esta garantía del derecho, consagrada en la Declaración Universal de Derechos Humanos? Se trata de una garantía que apareció por primera vez durante la Revolución Francesa, concretamente en la Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano aprobada por la Asamblea Nacional Constituyente francesa el 26 de agosto de 1789.

En España, la presunción de inocencia, está recogida en el artículo 24.2 de nuestra Constitución y es considerada un derecho fundamental. Si hay un caso en nuestro país perfecto para ilustrar la importancia de este derecho, ese es el Crimen de Cuenca.

El Crimen de Cuenca

El crimen de Cuenca

Fotograma de El Crimen de Cuenca, de Pilar Miró

Gracias a la directora Pilar Miró, pudimos conocer de primera mano los hechos que tuvieron lugar a pincipios del siglo XX, en los municipios conquenses de Tresjuntos y Osa de la Vega.

Tras la desaparición de Jose María Grimaldos, un pastor de Osa de la Vega apodado «El Cepa», el 21 de agosto de 1910, la familia denunció su desaparición. La madre del joven, Juana, acusó a sus dos compañeros, Gregorio Valero y León Sánchez, de haberle matado para robarle el dinero que el pastor había recibido tras vender unas ovejas. Sin embargo, la causa fue suspendida en 1911, ante la falta de causas que justificasen la acción judicial.

actores del crimen de Cuenca

Fotograma de El Crimen de Cuenca, de Pilar Miró

Sin embargo, la llegada de un nuevo juez a Belmonte, Emilio Isasa Echenique, lo cambia todo. Este decidió reabrir el caso, influenciado por el cacique local. Fue entonces cuando los acusados fueron detenidos y torturados hasta hacerles confesar «el crimen», a pesar de que el cuerpo de El Cepa nunca llegó a aparecer.

El crimen de cuenca Pilar Miró

Fotograma de El Crimen de Cuenca, de Pilar Miró

Las diligencias se alargaron durante años, e incluso el fiscal conquense pidió la pena de muerte para ambos reos. Finalmente, el 25 de mayo de 1918, un jurado popular declaro a los acusados culpables del asesinato. Gregorio Valero y León Sánchez fueron condenados a 18 años de cárcel.

Cómo un caso de 1910 termina estudiándose en la Facultad de Derecho

Tras 11 años de prisión, ambos reos recibieron la libertad condicional. Dos años después, en 1926, el párroco de Tresjuncos recibió una petición del cura de Mira, un pueblo a 150 km, en la que le pedía la partida de bautismo de José María Grimaldos. Al parecer, El Cepa vivía allí y deseaba contraer matrimonio. No fue hasta aquel momento cuando la inocencia de Gregorio Valero y León Sánchez se hizo evidente.

El Cepa

Fotograma de El Crimen de Cuenca, de Pilar Miró

El párroco de Tresjuncos fue uno de los mayores instigadores sobre la culpabilidad de los acusados, por lo que cuando recibió la carta la escondió. Sin embargo, El Cepa se presentó allí, en busca de su partida de bautismo, siendo el momento en el que se descubrió todo el pastel. Al parecer, al ver sus bolsillos llenos de dinero, El Cepa se marchó del pueblo sin decir nada a nadie. Como llevaba años viviendo en Mira, nunca se llegó a enterar de las terribles consecuencias que tuvieron sus actos.

fotogramas de el Crimen de Cuenca de Pilar Miró

Fotograma de El Crimen de Cuenca, de Pilar Miró

Al final, de los responsables, solo algunos se sentaron en el banquillo, aunque luego fueron absueltos. Los mayores instigadores, el juez Belmonte y el cura, fallecieron al poco tiempo (el cura se suicidó y se sospecha que el juez también). Los acusados, pasaron el resto de sus vidas en Madrid, donde se les dio trabajo y pensión.

Conclusión

Por tanto, he aquí la razón de por qué la presunción de inocencia es tan necesaria. De hecho, todos hemos conocido casos mucho más actuales en los que ha habido gente que, a pesar de ser inocentes, ha permanecido décadas en prisión.

Los avances científicos, en lo que respecta a las pruebas y análisis criminalísticos realizados por la policía científica (análisis de ADN, balística, informática forense etc.), han permitido demostrar que se han cometido numerosos errores. Por ello, es lógico que los cuerpos de seguridad cada vez estén más especializados. Todo ello, para demostrar más minuciosamente la culpabilidad o inocencia del acusado de cara al proceso judicial.

¿Qué pensáis vosotros?

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