“He pasado la cuarentena del coronavirus en China desde Enero, así fueron los días y así estamos ahora”

Publicado 18 marzo, 2020 por Olivia Martin
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Emily He es una joven china-estadounidense de 31 años de Brookline, Massachusetts y residente actual de Cambridge. Ha sido puesta en cuarentena junto a su madre desde el 25 de enero en Kunming, China, la capital de la provincia de Yunnan, en un intento por contener la infección. En dicha ciudad no hay transporte, la mayoría de las tiendas y negocios están cerrados y las autoridades han recomendado a la población que permanezca en sus casas.

Foto de la protagonista, el día 1 de marzo después de comprar flores en el mercado

¿Cómo comenzó todo?

Emily volvió a China en diciembre para celebrar el Año Nuevo con su familia. En enero, sin darse cuenta de la nueva pandemia que se avecinaba por el coronavirus, viajó a Vietnam para una boda. El día después de regresar a su país natal, el 23 de enero, la ciudad de Wuhan de 11 millones de personas, donde comenzó el actual brote de la enfermedad, se cerró. Así lo cuentan también en Cognoscenti.

Aunque Emily y su madre no están enfermas afortunadamente, y Kunming está a 19 horas del foco del virus, como el resto de la población, fueran confinadas. Durante este tiempo la joven ha aprovechado para escribir y contar al mundo sobre sus experiencias, incluida una publicación sobre cómo los estadounidenses deben prepararse mental y emocionalmente para soportar el coronavirus.

La protagonista en una de sus ideas refleja que, lavarse las manos es una parte fundamental del proceso, pero también lo es controlar el miedo y el frenesí.

 

Durante más de un mes Emily escribió sus vivencias y las compartimos aquí.

25 de enero

Durante las primeras horas del día mi madre, mi abuela y yo estábamos celebrando en Chongqing el Año Nuevo Chino. Pero como COVID-19 se está extendiendo rápidamente allí, decidimos volar de regreso a la casa de mi madre en Kunming donde, por el momento, solo hay un caso confirmado.

26 de enero

A primera hora de la mañana nos dirigimos al mercado más cercano para abastecernos de productos y carne. Por una cabeza de repollo que normalmente cuesta 4RMB (poco más de 50 céntimos), esta vez pagamos 20RMB (2.60 euros). Es decir, se quintuplicó el precio de los alimentos.

Pasa lo mismo con el precio de la carne de cerdo que también se infló a 100RMB (13 euros) por kilo, cuando normalmente solo cuesta 70RMB (9 euros).

El supermercado no tenía desinfectantes ni alimentos congelados y las cuatro farmacias de nuestro vecindario se quedaron en un par de horas sin mascarillas, termómetros y productos desinfectantes.

29 de enero

Mi madre y yo hemos visto cuatro clásicos de Hollywood. Por fin, después de todos estos años, vi «Casablanca». Una de esas pelis que sabes que tienes que ver, pero que nunca se da la ocasión para ello.

30 de enero

Funcionarios de la ciudad de Kunming anunciaron dos casos confirmados de coronavirus en nuestro distrito. El edificio de apartamentos donde viven esas dos personas ha sido cerrado.

Mientras tanto mi prima, puesta en cuarentena sola al otro lado de la ciudad, tomó una foto de cada página del libro “Quién se ha llevado mi queso” y me las envió por mensaje de texto, para que pudiera leerlo y discutirlo con ella por teléfono y así entretenernos.

2 de febrero

Hoy es un día particularmente aburrido. No tengo energía para leer, ni hacer ejercicio o incluso mirar televisión. Eso sí, ayudé a mi madre a limpiar nuestro apartamento. El truco que usamos en casa para eliminar gérmenes, y, con suerte el coronavirus, es pasear una olla hirviendo de vinagre diluido humeando por cada habitación con un hedor de calcetines sucios.

3 de febrero

Me uní a las rutinas que sigue la mayoría en estas situaciones y empecé a hacer ejercicio hace unos días. Ya noto una diferencia en cómo me siento. Incluso solo 30 minutos de cardio me dan la energía para pasar el día sin sentirme perezosa.

Para darle algo de actividad a mi cerebro tomé prestados libros electrónicos de la Biblioteca Pública de Cambridge. Ahora también escribo más. Navego en Instagram y escribo en un blog sobre mi vida cotidiana. Allí comparto con amigos desde casa, quienes me suelen preguntar cuál es el estado de ánimo general en China, si puedo conseguir comida y qué hago para no aburrirme durante el día. También me controlan y ofrecen enviarme cosas que podría necesitar de los Estados Unidos.

4 de febrero

He tenido dolores de cabeza recurrentes desde nuestro regreso de Chongqing. Nos preocupa que tenga COVID-19. De todas formas, no puedo controlar mi temperatura corporal porque no tenemos termómetro y no me atrevo a visitar el centro comunitario con la que está cayendo.

Si voy y comprueban que tengo fiebre, me enviarán de cuarentena a un hospital donde la exposición al virus es mucho mayor, y eso me aterroriza.

 

6 de febrero

Mi temperatura ya parece que es normal. Qué alivio.

Recibí hoy una llamada que me preocupó del municipio de Chongqing porque mi abuela vive en Jiangbei, un distrito de dicha ciudad. En ella me comentaron que un vecino en el edificio de mi abuela tiene COVID-19.

De los 24 casos confirmados de la enfermedad, en un distrito de 880,000 personas de un municipio de más de 30 millones, resulta ser su vecina. Quien celebró el Año Nuevo Chino en Wuhan con su familia y vive tres pisos más abajo.

Afortunadamente, todos estamos bien.

10 de febrero

Mi prima dejó alitas de pollo estofadas que cocinó hoy. Eso me hizo una de las personas más contentas, sino la más, del mundo. Ya estaba cansada de comer siempre carne de cerdo, que es todo lo que hemos podido comprar desde que se prohibió la carnicería de animales vivos, generalmente pollo.

Ya hay niños fuera en bicicleta y personas mayores charlando, tal y como lo hacían normalmente. Eso sí, todos llevan mascarillas.

14 de febrero

Cansada del pijama, me puse un vestido por el día de San Valentín. Mi madre y yo caminamos hacia el parque cercano, pero estaba cerrado. Se nota el aumento de vehículos en la carretera dado que muchas personas han vuelto a trabajar.

19 de febrero

Mi mamá hizo albóndigas. Estiró la masa, mezcló el relleno y juntas envolvimos más de cien albóndigas. Sin lugar a duda el punto positivo que nos ha dado esta cuarentena es que mi madre y yo hemos pasado de vernos una o dos veces al año, a estar mucho tiempo de calidad juntas.

22 de febrero

Salí con mi prima y de regreso paramos a comer en Pizza Hut. Parecía casi un sueño en el que la vida volvía a ser normal.

1 de marzo

Envié por correo electrónico mi voto para las primarias presidenciales y mi madre comenzó sus clases universitarias en línea. Internet ha ayudado a que la cuarentena sea más fácil de soportar.

8 de marzo

Con solo dos casos confirmados restantes en Kunming, mi madre y yo nos sentimos lo suficientemente seguras como para dar una caminata de tres horas hoy. Todo el mundo todavía usa máscaras faciales, los parques aún están cerrados y los restaurantes siguen sin permiso de sentar a las personas (aunque están abiertos para entregar y llevar).

En cambio, los autobuses públicos tienen pasajeros, los mercados están llenos de personas, los precios de los productos vuelven a la normalidad y la gente ya sale de casa.

¡Hoy ha sido el día más normal que hemos vivido desde enero!

 

Emily cuenta en sus vivencias que no sabe a ciencia cierta cuándo terminará la cuarentena. Pero supone que, en abril, cuando está programada la re-apertura de colegios, todo volverá totalmente a la normalidad.

Ya tiene la posibilidad de regresar a los Estados Unidos, pero no quiere hacerlo. Prefiere estar con su madre, al menos hasta que la situación se normalice, y sabe que no queda mucho para ello.

Nuestra protagonista confiesa lo afortunada que se siente y que, dentro de unos años, cuando termine la pandemia de coronavirus, recordará este período de su vida como la cuarentena que le acercó a su familia, sobre todo a su madre.

También le vendrá a la memoria el orgullo de haber sido una de las 1.390 millones de personas en China que se unieron en contra COVID-19. Que se unieron contra este virus, y ganaron.

 

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