Por increíble que parezca, hubo un tiempo en el que París y El Cairo, junto con otras ciudades egipcias, eran muy difíciles de distinguir (historía que nos recuerda a la de este artículo: esto es Afganistan ahora, pero cuando veas cómo era en el pasado no lo creerás)
Aunque Egipto nunca fue una colonia francesa, el hecho de que Napoleón Bonaparte enviara una expedición a la India y pasara por el país en 1789, afectó mucho en la vida de los egipcios de la época.
Durante la Belle Epoque esa influencia aumentó, ya que muchos egipcios se especializaron en ciencias modernas y bellas artes en Francia. La cultura francesa dejó marca en las ciudades de Egipto, sobre todo en el centro de El Cairo, y en sus habitantes. Los gustos de los egipcios fueron ampliamente influenciados por los de la clase media francesa.
Los europeos, al ir colonizando otros países, construyeron réplicas de las ciudades de Europa. Tiene sentido que los primeros edificios de estilo europeo que construyeron los colonizadores fueran hoteles, precisamente para que los generales y visitantes de prestigio estuvieran cómodos y se sintieran como en casa en un país culturalmente diferente al suyo.
Egipto fue uno de los primeros lugares a los que acudieron los turistas europeos cuando decidían explorar y pasar sus vacaciones fuera de su continente. Egipto se convirtió en el patio de recreo de Occidente, sobre todo antes de la Primera Guerra Mundial.
Para entretener a los ricos, los arquitectos diseñaron bonitos edificios que albergaban clubes sociales, balnearios y locales influenciados por la floreciente escena del jazz parisino. Incluso se construyeron un parque acuático y una ópera, la más antigua de África.
A día de hoy, los edificios que marcaron una época y en los que se celebraban grandes fiestas, se encuentran en ruinas. Durante la revolución de 1952, los propietarios abandonaron sus palacios y las propiedades quedaron cerradas al público. Actualmente, los que no se encuentran en ruinas o no han sido directamente demolidos, han pasado por procesos de renovación.
Otro problema de estas opulentas propiedades es que muchos de los propietarios han fallecido o no tienen dinero suficiente como para restaurarlas y mantenerlas. En muchas ocasiones, sale más rentable tirar el edificio abajo para aprovechar el espacio, que renovarlo para vivir allí o alquilarlo.
Algunos de estos edificios han sido convertidos en museos, pero la mayoría de ellos han sido, están siendo o serán demolidos. Es una pena, ya que estas construcciones han presenciado grandes momentos históricos como la ocupación imperialista por parte de los británicos, la Primera Guerra Mundial, la revolución de 1952, o la Primavera Árabe.