El hombre que quiso crear un nuevo continente construyendo una presa en el estrecho de Gibraltar

Publicado 7 noviembre, 2016 por admin
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Cuando se te mete una idea en la cabeza es difícil abandonarla, sobre todo si el enfoque que se le da parece ser genial. Algo parecido a esto fue lo que le sucedió al arquitecto alemán Herman Sorgel.

Fue durante el período de entreguerras cuando Sorgel se convenció de haber encontrado la solución a la situación de crisis en que se encontraba inmersa la Europa de entonces. Su ambicioso proyecto pasaba por rebajar el nivel del mediterráneo hasta 200 metros mediante la construcción de una inmensa presa en el Estrecho de Gibraltar. La obtención de electricidad ilimitada y nuevas tierras que se ganaban al rebajar el nivel del mar eran solo algunos de los beneficios de su plan.

Este arquitecto llamó primero a su proyecto Panropa, pero acabó bautizándolo como Atlantropa. Sorgel empezó a trabajar en él en 1927 y su intención era crear un nuevo continente que sería el resultado de la unión de Europa y África.

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Para llevar a cabo su plan hacía falta hacer un enorme proyecto de ingeniería. De todas las obras que eran necesarias, la más importante era un gigantesco dique de 35 kilómetros de longitud, unos 300 metros de altura y 500 de ancho cerca de Gibraltar, aunque no en el estrecho exactamente.

La intención de este ingenioso arquitecto era cortar el cauce del agua que pasaba del océano Atlántico al mar Mediterráneo.

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La cantidad de agua que se perdería se trataba en, cualquier caso, de una aportación vital para supervivencia del Mediterráneo. Ni siquiera el agua de los ríos y de lluvia salvaría la perdida ni compensaría el agua que se pierde por la evaporación.

Teniendo en cuenta estos problemas, Sorgel pensó que si interrumpía el flujo de agua del Atlántico el nivel del mar Mediterráneo bajaría a un ritmo de metro y medio al año. Aunque ahora, con cálculos más precisos, se estima que lo hubiera hecho a un ritmo de sólo medio metro por año.

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Para evitar que el nivel de Mediterráneo bajara demasiado y se destruyeran las vías de navegación, el arquitecto alemán quería construir otro gran dique entre Túnez y Sicilia que dividiría el Mediterráneo en dos partes. En la más occidental, se dejaría bajar el nivel del mar hasta los 100 metros, mientras que en la otra se rebajaría hasta los 200. Además se tendrían que construir esclusas en todos los diques del proyecto para permitir el paso de los barcos, así como en la entrada del Canal de Suez.

Y, por si fuera poco, un túnel en el Estrecho de Gibraltar y una autopista sobre el dique de Sicilia harían posible la circulación directa de trenes y coches entre África y Europa. Podría existir un tren directo de Berlín a Ciudad del Cabo.

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Tanta preocupación por Europa por parte de Sorgel dejaban atrás a África y los africanos. En esta línea, tenía intención de «conquistarla y mejorarla». El nuevo continente necesitaría una nueva capital. Algunos querían que fuera Basilea, por la tradicional neutralidad suiza; algunos otros preferían una ciudad totalmente nueva en los terrenos ganados delante de Marsella, a la que llamarían Port du Rhone; y había los que proponían situarla en el emplazamiento de la antigua Cartago.

Pero había mucho más que diseñar: centrales eléctricas y líneas de alta tensión, por ejemplo. Sorgel y sus seguidores trabajaban de manera incansable y produjeron una gran cantidad de material, planos, mapas y varios modelos a escala de varias presas. Incluso, calcularon proyecciones del crecimiento de la producción agrícola.

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Sin embargo y como es evidente, tan ambicioso plan nunca llegó a realizarse. Aunque sí que consiguió el apoyo de numerosos intelectuales, arquitectos y escritores, el proyecto nunca consiguió los apoyos suficientes.

Después del ascenso de Hitler al poder, Sorgel buscó su respaldo para el proyecto, pero fue en vano porque no encajaba con los planes del Imperio Alemán Euroasiático y los nazis prefirieron ridiculizarlo. 

El golpe definitivo para el sueño (o pesadilla) de Sorgel llegó con la aparición de la energía nuclear y el final del colonialismo. La primera convertía el proyecto en tecnológicamente innecesario, y lo segundo lo hacía políticamente inviable.

Fuente: cabovolo, hypérbole, bitácoras

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