El marido que desapareció durante 15 años y que volvió con una gran historia

Publicado 16 agosto, 2019 por admin
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Hace casi 50 años, cuando aún no había internet y los blogs no existían, las noticas curiosas y virales eran impresas en papel. Cada noticiario, periódico y revista tenía su sección de noticias curiosas, historias insólitas y sucesos misteriosos. Eran parcos en fotografías y material gráfico, pero por contra muy ricos en la narración que desgranaba con mucho cuidado y detalle todo lo ocurrido.

De entre todas las revistas de la época nadie dominó el arte de contar historias curiosas como el Reader’s Digest, la revista de variedades más famosa de Norteamérica y que había sido fundada en 1922.

En la recta final, hacia sus 100 años de historia, la publicación online ha querido recuperar algunas de sus historias más locas y famosas. Como la que os traemos a continuación.

El marido desaparecido

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Jim y Anne McDonnells vivían solos en una pequeña casa de ladrillo en Larchmont, Nueva York. La pareja se había casado a principios de 1960 pero no habían conseguido tener hijos. Aún así sentían devoción el uno por el otro y eran felices.

Jim trabajaba como jefe de carteros del distrito, era querido por la gente, y casi todos su vecinos lo conocían personalmente. Anne era amable y alegre, también ama de casa y miembro activo de la comunidad. Juntos formaban una gran pareja.


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Entre febrero y marzo de 1971, con 50 años recién cumplidos, Jim sufrió una curiosa cadena de infortunios que le llevo a golpear fuertemente su cabeza hasta en cuatro ocasiones.

Primero bajó la basura, pero el suelo helado le hizo resbalar y golpease la cabeza. Unos días más tarde sufrió un ataque de estornudos que le hizo perder el control del coche e impactar contra un poste teléfonico. De nuevo su cabeza se golpeó, esta vez contra el parabrisas. Un mareo mientras trabajaba le hizo caer al suelo, y diez días más tarde un segundo accidente de coche le hizo ingresar en el hospital con una contusión cerebral.

Ya en marzo de 1971, Jim condujo la camioneta prestada de un amigo hasta el aeropuerto para recoger al hermano de Anne y su familia. Tras llevarlos a casa y devolver el vehículo, Jim decidió regresar caminando a casa para despejarse.

Eran las 10 p.m. y el paseo debía durar unos 15 minutos, pero cuando el reloj dio las 11 p.m. Anne se comenzó a impacientar. A las 11:15 p.m telefoneó al dueño de la furgoneta, quien le explicó que Jim la había devuelto hacía más de una hora. A las 2 a.m, Anne dio parte a la policía y reportó que Jim había desaparecido.

Transcurridas 24 horas, la policía había enviado su ficha a todas las demarcaciones sin resultados. Tampoco en las morgues se encontró rastro alguno de Jim.

El detective asignado George Mulcahy, conocía a Jim del grupo parroquial. En su informe lo describía como un hombre amable y de buena conducta sin problemas personales y con una excelente carrera profesional. Sin tendencias delictivas ni autodestructivas.  A falta de un accidente mortal o ataque fortuito, Mulcahy solo encontraba un explicación plausible: la amnesia.

La teoría del detective no era más que una simple especulación, pero podía sostenerse en base a la médicina. Una fuerte contusión o accidente cerebrovascular pueden causar la pérdida de la memoria, por lo que Jim podría haberse desorientado y vagar sin rumbo hasta perderse.

Durante semanas Anne esperaba en casa angustiada, mientras rezaba porque Jim se encontrara bien. Estuvo de acuerdo con la teoría de la amnesia y a menudo soñaba que Jim se recuperaba y regresaba a casa de nuevo. Sin embargo luego despertaba para comprobar que no estaba allí.

Poco después de la desaparición, Anne se dio cuenta de que tendría que empezar a trabajar para ganarse la vida. Primero comenzó como niñera, reponedora de supermercado y como camarera en la cafetería del hospital. Y en 1977 lo hizo como auxiliar de enfermería.

Anne era una buena profesional, siempre dispuesta a trabajar para mantenerse ocupada.

«Tengo que seguir adelante» – se decía con la esperanza de que Jim pudiera regresar algún día.

Continuó guardando su ropa en el armario, la maquinilla y la crema de afeitar en el baño; y su cojín favorito, el sillón donde se sentaba a descansar cada tarde.

La historia de Jim

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Durante su camino a casa Jim fue perdiendo la capacidad de recordar. No está claro qué ocurrió pero acabó llegando a la estación central donde se subió a un tren. Lo siguiente que recuerda es encontrarse en mitad de la ciudad de Filadelfia.

No sabía su nombre pero se fijó en un anunció publicitario de un agente inmobiliario llamado James Peters y lo tomó como propio. A pesar de todas sus dudas y lagunas, no pensó en ningún momento preguntar en la policia o ir hasta el hospital. No tenía pasado, pero su única realidad era el presente.

James Peters consiguió una tarjeta de la Seguridad Social, algo que en aquel momento podía adquirirse sin presentar la partida de nacimiento. Con ella, encontró un empleo en el servicio de cocina de una residencia de ancianos. Después en un centro de investigación contra el cáncer limpiando las jaulas de los animales. Más tarde, obtuvo un empleo como cocinero en una cadena P&P, donde llego a ser bastante conocido por sus deliciosas tortillas, su alegría y buen humor.

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En sociedad Jim se unió a la Legión Americana, los Caballeros de Colón y se convirtió en miembro activo de la Iglesia Católica Romana San Hugo. Nunca hablaba de su pasado y sus amigos no insistían.

Una vez alguien le dijo:»Por tu acento, debes ser de Nueva York.» Jim respondió: «Creo que sí.»

Cheryl Sloan, una camarera de P&P reucerda que Jim era un tipo bondadoso y genial.

«Amaba a los niños. Recuerdo que un año se dejó crecer barba para poder hacer de Papá Noel en Navidad en el orfanato. Por supuesto que nos preguntábamos por su pasado, pero no a él. Mi madre decidió que tenía que ser un ex sacerdote o un exconvicto».

Bernardine Golasshovsky, de P&P, desarrolló una relación especial con Jim. Su padre había muerto cuando ella empezó a trabajar en el restaurante y Jim se convirtió en una especie de figura paterna. Su marido y sus cuatro hijos, aceptaron a Jim en su seno familiar, pasando juntos las Navidades y diversas fiestas.

En accion de gracias de 1985, recuerda que su marido veía la televisión con Jim mientras una película mostraba a un cartero empapado entregando cartas en un día lluvioso.

– Ese es un trabajo que no me gustaría para nada – dijo el marido

– Jim frunció el ceño y dijo –Ummhh, creo que yo solía ser cartero

¿Si? ¿Dónde? – preguntó

No sé

¿En Nueva York?

No estoy seguro, pero creo que recuerdo algo de mis padres

Como decíamos, Jim había pasado todas las Navidades en compañía de la familia Golashovsky, pero el 24 de diciembre de 1985 no se presentó.

Dos días antes, el 22 de diciembre, Jim se había caído y golpeado fuerte en la cabeza. Al día siguiente, continuaba despistado y volvió a perder el equilibrio. El día 24 por la mañana Jim se despertó diferente, estaba desbocado pero eufórico. Después de 15 años recordaba su pasado. 

Se llamaba James A. McDonnell, Jr., de Larchmont, Nueva York y el nombre de su esposa era Anne.

¡Anne!, casi se queda sin aliento. Su amada Anne, ¿estaría viva aún?, ¿se habría vuelto a casar? Y si no es así, ¿estaría dispuesta a recibirle? Sin mediar palabra se vistió y fue corriendo a la estación.

Una Navidad inolvidable.

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Anne acababa de llegar a casa después de la misa de Navidad, donde encendió como siempre unas velas y rezó por Jim. Estaba nevando ligeramente y deseaba afanarse en empaquetar la comida para salir a la cena de Navidad en casa de su hermana, antes de que todos los caminos se volvieran resbaladizos. Entonces el timbre sonó.

«¡Oh vaya! No es un buen momento para recibir visita»- pensó mientras iba a abrir al puerta.

Frente a ella un hombre con barba blanca la miraba fijamente. Inmediatamente reconoció a Jim y se quedó sin palabras.

Jim observó a Anne más envejecida ,pero también más bonita y su corazón se desbordó.

– Hola Anne – dijo 

– Jim – dijo Anne con la voz entrecortada – ¿Es esto cierto? Me alegro que estés en casa, pasa.

Apenas sus manos se rozaron, pues ambos estaban demasiado aturdidos como para lanzarse en los brazos del otro. Los abrazos y las lágrimas llegarían después.

Anne llevó a Jim hasta su sillón favorito y su cojín mullido. Comenzaron a hablar rellenando los huecos de estos 15 años separados. Lloraron, rieron y se enorgullecieron del tipo de personas que habían sido estando separados. De madrugada los ojos de Jim se volvieron pesados y cayó rendido en la cama.

Al día siguiente, Jim informó de su regreso a la policía y esa misma noche, los Golashosky recibieron la llamaba de un periodista de Daily News de Nueva York que les comunicó que Jim estaba bien y que el diario deseaba entrevistarles. Bernadine avisó a todos los amigos de Jim de las buenas e increíbles noticias.

Una semana después Jim se sometió a una tomografía para comprobar el estado de su cerebro, con buenos resultados. Anne y Jim retomaron su relación con la ilusión y el amor del primer día.

«Cada día que estamos juntos estamos mejor – dice Jim – y hace que el tiempo separados parezca más corto»

Fuente: Reader´s Digest – Enero de 1987

Vía: rd.com

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