El policía que investigaba un crimen en 1887 y descubrió que él era el asesino

Publicado 11 diciembre, 2017 por Carlos Hervás
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Los hechos ocurrieron en junio de 1887, cuando Robert Ledru investigaba un crímen relacionado con la desaparición de unos marineros en la costa francesa. Pero el caso fue detenido temporalmente para dirigir toda la atención y medios policiales a otro de mayor importancia y urgencia, un asesinato: un cadaver yacía sin vida en la playa.

Ledru, tenía entonces treinta y cinco años, y trabajaba como inspector jefe de la Sûreté Nationale, la actual Policía Nacional francesa. Se personó de inmediato en la escena del crímen junto al resto de policías. Al examinar el cadaver no pudo ver nada conluyente, unas huellas se acercaban hasta el mismo y se iban en otra dirección. Pero se percató de un detalle que hizo que su cara se enrojeciera y cambiara por completo de gesto, las huellas no tenían pulgar.

Ordenó inmediatamente la realización de moldes de yeso para que la marea no acabara con la pista de las huellas. Era una mañana muy calurosa, pero parece que Ledru estaba ensimismado en sus pensamientos y nada parecía sacarle de su particular estado de trance, o así lo había percibido el resto de policías. De repente, salió de ese peculiar estado y pidió que se llevaran el cadaver. El crímen había sido resuelto, sabía quién era el asesino.

El forense examinó el cadaver, tenía una bala en el pecho que le fue entregada al comisario de Le Havre, donde Ledru debía haberse personado y llevaba sin aparecer duranto todo el día. Finalmente el detective llegó y junto con él su declaración de culpabilidad. El comisarió lo miró estupefacto, pero Ledru quitó su calcetín mostrándole la ausencia del pulgar. Sacó su revolver al que le faltaba una bala del mismo calibre que la encontrada en el pecho de la víctima.

En la reconstrucción del crímen, Ledru salió del hotel donde se hospeda por la noche, paseó por la playa en un estado de inconsciencia, se topó con alguien al que no conocía, discutieron y zanjó la disputa con un disparo de su revolver. Nadie podía creer cómo había sucedido. Para corrobarlo, se encerró al detective en una habitación junto a un revolver con balas de fogueo. Por la noche, este se despertó en un estado de sonambulismo probablemente infundido por el estrés de su profesión, tomó la pistola y disparó al guardia que le custodiaba.

Fuente: Look and learn, La brújula verde

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