Hoy en día disponemos de ordenadores para almacenar y revisar todas las fotos que hicimos años atrás con las cámaras de carrete o digitales. Pero cuando nuestros abuelos eran jóvenes, al no tener tanto presupuesto ni medios como hoy, tenían que conformarse con solo unas pocas fotografías, y hechas por un fotógrafo. Algunos de ellos ni siquiera conservan las fotos de su niñez o juventud, y otros las tienen como los bienes más preciados.
Los vecinos de un pueblo de Moldavia llamada Rosietici nunca se imaginaron que volverían a ver fotografías suyas de hace más de 50 años. Todo comenzó en el año 2016, cuando Víctor Galusca, un estudiante de cine de Chisinau, decidió rodar un documental en un lugar deshabitado cerca de este pueblo, atraído por la multitud de casas abandonadas y en ruinas.
En una de sus inspecciones, Galusca descubrió la casa de un antiguo fotógrafo, donde encontró miles de negativos en un rincón. La casa pertenecía a Zaharia Cusnir, que fotografiaba en aquella época a la gente de Rosietici y de los pueblos de alrededor.
Por desgracia, Zaharia murió en el año 1993. Pero Víctor no se dio por vencido y localizó a su hija, quien le dio permiso para coger los negativos y comenzar así con su proyecto.
El objetivo del estudiante era ordenar la colección de fotografías y localizar a las personas que aparecían en ellas, para después contar todas sus historias. Las imágenes se pueden ver en la cuenta de Instagram del Proyecto Sahara, así como en su página web.
Axenia trabajaba cuidando niños en un jardín de infancia. Víctor le visitó, y aunque ella no podía oír muy bien, sí que sonrió al recordar la imagen.
Tamara es pariente lejana de Zaharia, a quien consideraba una persona muy inteligente e interesante. Tamara estaba enamorada de un contable llamado Vasile, pero finalmente se casó con otra mujer.
En los negativos también aparecía Vasile. Él creía que se casaría con Tamara, pero tuvieron una fuerte discusión y se rompió su amor. Actualmente, tanto la mujer de Vasile como el marido de Tamara han fallecido, por lo que a Víctor le gustaría, en algún momento, reunir a los amantes de nuevo.
Vera se acuerda perfectamente del vestido de la fotografía, porque lo bordó ella misma y estaba muy orgullosa. Quería inmortalizar ese momento y por eso contactó con Zaharia.
Aurel y su mujer se sorprendieron mucho al ver la imagen. Se fijaron en uno de sus zapatos, que estaba roto, a lo que la esposa bromeó diciendo que si hubiera sabido que andaba con el calzado roto, jamás se hubiera casado con él.
El Proyecto Zaharia está teniendo mucho éxito y Víctor quiere que en un futuro se sigan recordando cada una de las historias. Le gustaría restaurar algunas casas y también la casa del fotógrafo, donde construirá un laboratorio de arte. Tal vez, gracias a las visitas de turistas, la aldea pueda volver a cobrar vida como aquel entonces.