La historia del antropólogo que donó su cuerpo a la ciencia pero sólo si su mejor amigo le acompañaba

Publicado 19 septiembre, 2019 por Elena
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Seas cuales sean las creencias por las que nos regimos, los seres humanos hemos tendido a enterrar a nuestros seres queridos juntos o lo más cerca posible unos de otros, incluso reservando espacio para que los demás miembros de la familia puedan pasar juntos toda la eternidad llegado el momento.

Pero «seres queridos» y «miembros de la familia» podría incluir también las mascotas, ¿no? Pues esta es la historia de Grover Krantz, un antropólogo que quiso donar su cuerpo a la ciencia bajo la única condición de que su mejor amigo, su perro, permaneciera cerca de él. Actualmente ambos se encuentran expuestos en el Museo Nacional de Historia Natural del Instituto Smithsoniano, en Washington, DC.

Groover Krantz, un entusiaste del Bigfoot

Grover Krantz, además de antropólogo, fue criptozoólogo, una pseudociencia que intenta probar la existencia de animales extintos o mitológicos. Krantz era todo un entusiasta de Bigfoot y no sólo fue de los pocos científicos en buscarlo, sino que además manifestaba abiertamente su creencia en la existencia del ser. Aparte de por esa curiosa rama en su carrera profesional, es conocido por sus múltiples artículos y libros sobre la evolución humana. 

Krantz_skull

Dr. Krantz con un modelo de cráneo gigante Fuente: Sasquatch Roots Gallery

Solo si mis perros me acompañan

Krantz fue profesor toda su vida y por eso le comentó a su colega David Hunt, del Smithsoniano, que podría seguir enseñando una vez muerto, así que donaría su cuerpo. Pero puso una única condición: sus cuatro perros tendrían que permanecer con él. El problema estaba en que sus perros eran loberos irlandeses o Irish wolfhounds, considerada la raza más grande del mundo, ya que cuando se ponen sobre sus patas traseras pueden medir hasta más de 2 metros.

Grover Krantz

De GallowBoob en Reddit

El perro que actualmente está expuesto junto al esqueleto de Krantz es Clyde, que fue el primer perro que tuvo y que además solía descansar en un viejo saco de dormir a los pies de la cama del profesor. Ambos tienen una foto donde aparecía Clyde sobre sus patas traseras y con las delanteras sobre los hombros de su dueño, y Krantz convenció a Hunt para que colocara los esqueletos de esa misma manera. El museo quiso honrar el deseo del profesor de la mejor manera posible y lo consiguió.

Antes de perder la batalla contra un cáncer de páncreas, Krantz comenzó a colocar los huesos de Clyde, que murió con tan solo 10 años. Tras su fallecimiento en 2002, no hubo funeral. Sus restos fueron trasladados a la Universidad de Tennessee, donde los científicos estudian las tasas de descomposición humana para ayudar en la investigación forense. Desde ahí, tanto sus huesos como los de sus perros fueron llevados al Museo de Historia Natural. Aunque junto a Krantz sólo encontramos a uno de sus perros, los otros tres también están expuestos en el museo.

La exposición del profesor Krantz junto a su enorme perro Clyde es una de las favoritas del público por ser de las pocas exposiciones antropológicas que le llegan a uno al corazón.

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