La carta de un socorrista al bañista que pensaba que lo que acaba de hacer «no era para tanto»

Publicado 7 agosto, 2017 por Alberto Díaz - Pinto
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Desde que somos pequeños siempre nos han dicho que está prohibido bañarse con bandera roja, algo que que generalmente cumplen todos los bañistas. 

Sin embargo, hay a quienes les encanta transgredir esta norma, ya sea porque no ven peligro alguno o porque directamente adoran el riesgo. Pero lo que no saben es que, además de poner su vida en peligro, están poniendo la vida de otros en juego. Y recordemos que centenares de personas encuentran la muerte en nuestras costas por ahogamiento todos los años, una cifra descabellada que podría reducirse si no se dieran cierto tipo de imprudencias.  

Precisamente este es el trasfondo del mensaje de un socorrista, quien, animado por un episodio vivido el día anterior, escribió una carta dirigida a un bañista que decidió permanecer en el agua con bandera roja. Después llamar su atención durante media hora y advertirle del peligro al que acaba de exponerse, lo único que recibió fue un: «no es para tanto chaval«. 

La carta es toda una lección que debe hacernos reflexionar ante este tipo de situaciones:

Estimado bañista:
Soy uno de los socorristas que ayer le pitaba y le hacia señales desde la orilla en esa playa que usted visita cada verano. Como usted recuerda, ayer ondeaba la bandera roja. Fue una jornada difícil para el servicio de socorrismo, aunque se que para usted solo fue molesto. Molesto por estar de vacaciones y tener que soportar mis pitidos e indicaciones cuando usted lo último que desea en sus días de descanso es desconectar y que le den órdenes. Quiero creer que usted no oía los pitidos por el fuerte ruido de las olas y que tampoco entendía mis indicaciones por darme la espalda y encontrarse ya tan lejos de la orilla. Por ese motivo, decidí acercarme todo lo que las condiciones de seguridad me permitieron para instarle a que saliese, pero usted como he dicho creo que no lograba entenderme y tuve que esperar media hora a que saliese para poder hablar con usted.
Como usted recuerda, una vez en la orilla le transmití la situación del mar y el motivo por el cual ondeaba la bandera roja, a lo que usted me respondió; “no es para tanto chaval”. Estas fueron sus últimas palabras mientras me volvió a dar la espalda y se alejó sin querer saber nada más. He estado reflexionando sobre su actitud y he decidido escribirle estas letras ofreciéndole amistosamente el punto de vista de un socorrista que ha permanecido en esa playa que usted y yo sabemos durante algo cercano ya a diez años. Voy a ello.
A los socorristas no nos gusta izar la bandera roja. ¿Conoce realmente el motivo de izar una bandera roja? Cuando los/as socorristas nos vemos en la obligación de llevar a cabo esta acción es porque ya hemos agotado todas las opciones de seguridad posibles, como por ejemplo cerrar un sector específico de la playa que entraña peligro y derivar a los bañistas a zonas de baño más seguras mediante banderas y carteles. Cuando hay bandera roja significa que existe peligro inminente en un área extensa de la playa, por no decir en su totalidad, y esto implica que se pueden producir focos de riesgo en cualquier parte de la misma, implicando la integridad física de la población y los propios socorristas. 
Usted pensará que cuando hablo de focos de riesgo me refiero a esas olas pequeñas de ayer que le hicieron pensar que “no es para tanto chaval”. Quiero comentarle respecto a esto que las olas no ahogan, las olas pueden producir lesiones medulares y traumatismos craneales debido a la fuerza de su impacto contra el fondo marino, ya sean fondos arenosos, rocosos o corales, pero ese no es su problema porque, como usted bien sabe, las olas ayer eran pequeñas, suelen serlo por suerte por aquí y en este período del año. 
El verdadero problema son las corrientes, esas masas de agua invisibles que provienen del choque de las olas entre sí y que una vez llegan a la orilla vuelven con fuerza hacia dentro por un canal invisible. Estas corrientes se han cobrado este verano la vida de más de doscientas personas en nuestras costas y desgraciadamente esta cifra no va a detenerse hasta que llegue el otoño y las playas se vacíen.
Le digo esto porquo cuando usted se adentra en estas corrientes retando su seguridad, debe saber que también está retando a la mía, pues mi responsabilidad consiste en hacer todo lo posible para que cada día en la playa las personas estén seguras y disfruten sin riesgos innecesarios. Si usted entra y me necesita yo tendré que entrar, como hice ayer en tres ocasiones pocas horas después de que usted me dijese que “no es para tanto chaval”. Así que si logra leerme de algún modo me gustaría pedirle un favor a una persona como usted, que lleva muchos más años que yo nadando en la playa que trato de cuidar y a quien no merezco reprocharle nada:
Si ve bandera roja ondeando en la playa otro día, no entre al mar. No lo haga por mí, tampoco lo haga por usted. Hágalo simplemente por su hijo, o por su nieta, o su pareja. Hágalo por esa pareja de franceses que no conoce, y que al verle nadar igual se animan a entrar con su hijo de cuatro años sin manguitos. Hágalo por todos ellos, se lo dice un socorrista que en diez años ha presenciado alguna lágrima en días de verano que no lo merecían. Recuerde siempre ser un ejemplo para la playa.
Atentamente y gracias por leerme,
El socorrista de ayer

Estoy convencido que después de sus sabias palabras, aquellos a los que les encanta «jugar» y nadar con la mar embravecida se lo pensarán dos veces antes de meterse en el agua.

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