La importante lección que enseña un abuelo a su nieto le salvó la vida

Publicado 28 febrero, 2017 por Joaquín M.C.
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Las personas mayores tienen muchas cosas que ofrecernos. Sus años de experiencia los convierten en auténticas fuentes de sabiduría. Esto hace que puedan enseñarnos muchas cosas de la vida, que de otro modo nunca aprenderíamos.

La siguiente historia es una muestra de ello. Es el relato de un abuelo y su nieto y como la amistad les ayudó en los momentos más difíciles. Os recomiendo leerla con un pañuelo cerca, porque a parte de ser muy esperanzadora es también bastante emotiva.

«Todos los sábados mi abuelo y yo visitábamos la residencia de ancianos local. A mi madre no le gustaba esto porque decía que debería pasar el tiempo jugando con otros niños y no con ancianos enfermos. Allí residía gente que no podían cuidar de si mismos. Mi abuelo siempre decía: Cuando visitas a un enfermo le estás dando vida.

Primero os voy a hablar de la Sra Sokol. La llamábamos «La chef», porque le encantaba hablar de sus tiempos como famosa cocinera en Rusia. Hacía una sopa de pollo espectacular. Tanto es así, que la gente venía de muy lejos solo para probarla.

También visitábamos al Sr Meyer, al que apodábamos «El bufón». Nos sentábamos todos alrededor de la mesa y pasábamos el rato riéndonos con sus chistes y bromas. He de admitir que muchos no los entendía, pero me reía igualmente.

Al bufón le gustaba reírse de sus propios chistes. Se ponía rojo y explotaba en una carcajada. Muchas veces esto era lo que hacía que nos riésemos los demás, aunque la broma no hubiese sido especialmente buena.

 Mr Jones era otro de nuestros amigos en la residencia. Le llamábamos «El cantante» porque le gustaba cantar para nosotros y además tenía una preciosa voz. Escucharle era una de las mejores cosas que podíamos hacer.

La Sra Kagan tenía su habitación justo al lado de la del Sr Jones. La llamaba «La abuela» porque le encantaba enseñarnos fotografías de sus nietos. Tenía todo la pared llena de imágenes enmarcadas y álbumes.

La Sra Smith parecía vivir solo para sus recuerdos. Tenía la habitación llena de pequeños objetos que había ido acumulando durante su vida. Todos ellos tenían una increíble y fascinante historia detrás y a ella le fascinaba contarlas. Por este motivo la acabé llamando «La señora de la memoria».

Foto: Ulrich Joho

Y luego estaba el Sr Kimball, «El hombre tranquilo». Lo llamábamos así porque simplemente se sentaba a escuchar a los demás sin decir nada. El hombre tranquilo sonreía y asentía de vez en cuando para hacernos saber que estaba prestando atención. Todas las semanas, cuando estábamos a punto de irnos, nos pedía que, por favor, volviésemos a visitarlo de nuevo.

Cada semana, lloviese o hiciese sol, íbamos a visitar a nuestros amigos de la residencia. Pero un día mi abuelo enfermó y tuvo que ser llevado al hospital. Los médicos hicieron todo lo posible, pero no nos dieron demasiadas esperanzas. Parecía que los días de mi abuelo se acercaban a su fin y yo estaba destrozado por ello.

Foto: pudgeefeet

Cuando el sábado llegó, no sabía que hacer ¿Cómo iba a ir a la residencia cuando mi abuelo yacía en su probable lecho de muerte? Justo entonces recordé algo que mi abuelo siempre decía: Nadie debe interponerse entre tú y las buenas acciones. Así que fui yo solo a visitar a nuestros amigos de la residencia.

Cuando llegué todos los ancianos estaban muy felices de verme, pero no tardaron en preguntarme donde estaba mi abuelo. Les conté lo que había sucedido, que estaba en el hospital y que la situación tenía muy mala pinta. Podían ver lo triste que estaba y se esforzaron mucho para animarme.

Cuando me fui, me sentía mucho mejor. Visitar a mis amigos había sido lo mejor que podía haber hecho. Estaban tristes de escuchar que mi abuelo había enfermado, pero aún así habían hecho todo lo posible por animarme y me dieron esperanza.Cuando salía del edificio la recepcionista me dijo «gracias por venir, espero que tu abuelo se mejore pronto».

Unos días más tarde fui a visitar a mi abuelo al hospital. El no comía, estaba tumbado y apenas podía hablar. Me senté en una esquina de la habitación para que no me viera llorar. Mi madre se sentó en la cama y le cogió la mano. La habitación estaba oscura y era muy tranquila.

De repente la puerta se abrió y la enfermera nos dijo que teníamos visita. Entonces escuché una voz familiar que decía «¿Es aquí la fiesta?». Levanté la mirada y y me encontré con el bufón de pie, con una gran sonrisa en su rostro. 

Detrás de el estaba la chef, el cantante, la abuela, la señora de la memoria, el hombre tranquilo e incluso la mujer de la recepción. La chef empezó a decirle a mi abuelo que en cuanto se mejorase le iba a preparar algunos de sus mejores platos. Para empezar le había llevado un poco de su famosa sopa de pollo.

La visita continuó y todo el mundo hizo lo posible para alegrarnos a mi, a mi abuelo y a mi madre. El bufón contó unos chistes; el cantante nos deleitó con su voz; la señora de la memoria nos relató algunas de sus historias y la abuela nos dio una tarjeta dibujada que habían hecho sus nietos deseando una pronta recuperación a mi abuelo. 

Cuando la hora de la visita se acabó todos ellos se fueron diciendo que nos veríamos pronto. La cara de mi abuelo cambió totalmente. Por primera vez desde que entró en el hospital vi esperanza en sus ojos.

Esa misma noche mi abuelo empezó a comer de nuevo. Al poco fue capaz de sentarse por si solo. No mucho después fue capaz de levantarse y caminar. Día a día fue mejorando hasta que finalmente pudo abandonar el hospital. Los médicos se sorprendieron, no habían visto nunca nada igual. Intentaron explicar su milagrosa recuperación con términos médicos, pero no eran capaces. En realidad todos sabíamos la verdad. Nuestros amigos de la residencia lo habían curado porque cuando visitas a un enfermo, le estas dando vida.

Mi abuelo se ha recuperado totalmente y está mejor que nunca. Todos los sábados, sin falta, vamos a visitar a nuestros amigos en la residencia. Y todos los sábados el bufé, la chef, el cantante, la abuela, el hombre tranquilo, la mujer de la memoria y la chica de la recepción son tan felices de vernos como lo somos nosotros de verlos.»

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