La maldición de los pescadores de esponjas que la ciencia no lograba descubrir

Publicado 11 enero, 2017 por admin
PUBLICIDAD

La mayoría de esponjas comerciales de hoy día son sintéticas, pero no hace mucho que estas se recogían del fondo del mar. Sin embargo, una oleada de misteriosas muertes y un problema parasitario casi acaban con esta industria para siempre. 

Los pescadores de esponjas

La esponja marina o porifera es una criatura marina que crece en aguas cálidas como la del Mediterráneo, México o Florida. Los antiguos griegos ya sabían de estos animales y las usaban para el aseo corporal y otras tareas de limpieza, como filtro para el agua y de relleno.

Durante cientos de generaciones los habitantes de las islas del Dodecaneso, en el Mar Egeo, se han dedicado a cosechar del mar la esponja natural, enseñando el oficio de padres a hijos. 

La esponja se recogía realizando lo que los griegos denominaban «salto de piel», una inmersión a pulmón libre y completamente desnudos. 

Los buceadores llevaban una piedra de 15 kilos que arrastraba rápidamente su cuerpo desnudo hasta las profundidades donde, con la ayuda de una hoz, cortaban la esponja y la introducían en una red. 

Un buzo experto podía sumergirse hasta 30 metros de profundidad, permaneciendo bajo el agua de 3 a 5 minutos. Es por eso que no usaban ningún tipo de bañador, pues la resistencia de esta prenda les impedía sumergirse y ascender con rapidez.

Con la invención del traje de buzo a mediados del siglo XIX, el negocio de la esponja sufrió una auténtica revolución. Los nuevos trajes confeccionados en metal y caucho permitían pasar largos períodos bajo el agua

La maldición del traje de buzo

Más tiempo bajo el agua, era igual a más esponjas recolectadas y más dinero. Por eso todos los recolectores querían tener su propio traje y multiplicar las ganancias, pero pronto la desgracia se cernió sobre ellos.

Los primeros trajes de buzo bombeaban aire comprimido desde el barco hasta los cascos de los buceadores. Debido a la presión, una cierta cantidad de nitrógeno es absorbida por el cuerpo donde  permanece por un tiempo. Si el buzo ascendía rápidamente y la presión atmosférica disminuía bruscamente, se producía lo que en medicina se denomina como embolia gaseosa. 

La enfermedad se caracteriza por la formación de pequeñas burbujas en los tejidos e inflamación a nivel subcutáneo y articulaciones. El resultado es un fuerte dolor en diversas zonas corporales, parálisis e incluso muerte. 

El problema es que se tardó más de 50 años en desentrañar los síntomas y tratamientos de la embolia gaseosa o síndrome de descompresión.

Para colmo, los buceadores del Dodecaneso realizaban varias inmersiones al día y de larga duración, por lo que se vieron especialmente afectados por el llamado mal del buzo. Entre 1866 y 1895, solo en la isla de Kalymnos, 800 hombres jóvenes murieron y más de 200 sufrieron parálisis 

El mal del buzo hizo añicos miles de familias y negocios en las islas. Casi todos los hogares tenían al menos una víctima, generalmente el cabeza de familia.

Con el tiempo las desconsoladas mujeres de Kalymnos y otras islas lograron que el Imperio Otomano prohibiera el uso del traje de buzo en 1882. Los buzos se vieron obligados a bucear a pulmón de nuevo, sufriendo una importante merma en sus ganancias. 

El uso del traje de buzo regresó años después con ciertas modificaciones, pero también lo hieron las muertes y accidentes por descompresión. No fue hasta 1910 que la medicina logró desentrañar el mal del buzo y publicó la primera tabla de descompresión. Tardó algunos años más en llegar al Dodecaneso pero tan pronto como los buceadores dominaron la teoría los accidentes y muertes se redujeron. 

Las tablas de descompresión indican al buceador, dos cosas: la profundidad y tiempo máximo de inmersión o inmersiones, para evitar las paradas de descompresión, y la profundidad y duración de las paradas si es necesario hacerlas.

Homenaje a los buceadores caídos por el síndrome de descompresión / Daniel Oines / Flickr

La industria volvió a funcionar como antes y era más segura que nunca, pero ya sabéis, las desgracias nunca vienen solas. Una enfermedad parasitaria golpeó el Mediterráneo destruyendo casi la totalidad de esponjas marinas. Sin negocio, la mayoría de recolectores de esponjas se vieron obligados inmigrar a otras partes del mundo.

Los principales destinos fueron Tarpon Springs, en Florida, EE.UU. y el Golfo de México. Allí se logró establecer un floreciente negocio hasta que, a mediados de 1950, la enfermedad de las esponjas llegó a aquellas costas. 

Desde entonces, brotes periódicos de la enfermedad han impedido que esta industria se recuperase totalmente, haciendo que las esponjas naturales aumentaran mucho de precio.

Las nuevas técnicas de refinamiento de petroleo permitieron el desarrollo de una nueva industria de esponjas sintéticas, las mismas que hoy día copan las estanterías de perfumerías y supermercados. 

PUBLICIDAD
Otros artículos de esta categoría...