La sabia «parábola japonesa del samurai» sobre la ira y la envida

Publicado 9 junio, 2020 por Alberto Díaz - Pinto
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Ya sabéis lo mucho que nos gustan las historias, especialmente aquellas que encierran un mensaje que invite a la reflexión. De hecho, si recordáis, ya hemos conocido la sabiduría de las famosas 3 preguntas de Sócrates, la historia de la familia y el burro que siempre contaba Charles Chaplin, o la del hombre que resultó ser rico con un simple juego de canicas.

Si bien todas esas historias nos enseñaron valores, la que venimos a contaros hoy no se queda atrás. Se trata de «La parábola del samurái», un viejo cuento que se ha ido transmitiendo de generación en generación en Japón, y que ha trascendido fronteras para enseñarnos algo muy valioso.

Sin duda, algo que nos hará recapacitar sobre la envidia, los insultos y la templanza que debemos mostrar ante aquellos que no somos especialmente de su agrado. Estamos convencidos de que esta historia os dará mucho que pensar. Así pues, comencemos:

La parábola del samurái

En Japón, en un pequeño poblado no muy lejos de la capital, vivía un viejo samurái.

Un día, mientras el samurái instruía a sus aprendices, se le acercó un joven guerrero, muy conocido en el lugar por su rudeza y crueldad.

Su forma de ataque favorita era la provocación. Para ganar, solía sacar de sus casillas a sus contrincantes con insultos y palabras hirientes. Cuando estos, irritados, comenzaban a cegarse por la ira y a cometer errores en combate, el joven guerrero aprovechaba la oportunidad para ganarles con facilidad.

Fue entonces cuando el joven guerrero empezó a insultar al viejo. Le lanzaba piedras, le escupía y le decía las peores palabras que conocía.

Sin embargo, el viejo se quedó ahí, haciendo oídos sordos y sin dar pábulo a las hirientes palabras y actos vejatorios del guerrero, como si no ocurriese nada y siguiendo con sus enseñanzas.

Al final del día, el joven guerrero, cansado y enfurecido, se marchó a casa.

Los aprendices, sorprendidos de que el viejo samurái hubiese soportado tantos insultos, le preguntaron:

— ¿Por qué no peleaste con él? ¿Tenías miedo de ser derrotado?

El viejo samurái respondió:

Pixabay

— Si alguien se acerca con un regalo, pero tú no lo aceptas, ¿a quién pertenece el regalo?
— A quién lo traía—, respondió uno de sus discípulos.
— Bien, pues lo mismo ocurre con el odio, la envidia y las malas palabras. Hasta que no las aceptas, le pertenecen a aquel que las traía.

¿Y bien, qué os ha parecido la historia? No debemos caer en las provocaciones ajenas y vivir en paz con nosotros mismos y los que nos rodean. Dejad que sean ellos los que sean los portadores de envidias y malos rollos. Vosotros estáis por encima de todo eso y seguro que podéis hacerlo mejor. ¡Ah!, y no os olvidéis de compartir esta historia, pues todavía hay muchos que deberían aprender esta valiosa lección.

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