El pequeño pueblo de Lídice había pasado desapercibido en la historia, hasta que la casualidad y la guerra llegaron a su puerta. Hoy, los ojos del monumento a los niños de la guerra nos recuerdan el valor de la vida y la tragedia de tantos inocentes.
En 1942, el alto oficial nazi, Reinhard Heydrich fue atacado por un pequeño comando checoslovaco a las afueras de Praga. El comando había sido entrenado por los británicos que idearon sencillísimo plan para su asesinato: tirar una granada dentro de su coche oficial mientras circulaba.
Heydrich no murió en el atentado, pero las heridas provocadas acabarían con él una semana más tarde. Moría así el Verdugo, el Carnicero de Praga, la Bestia Rubia, el Hombre del corazón de hierro… En definitiva, uno de los principales arquitectos del Holocausto, jefe de la inteligencia y el mayor organizador de la represión nazi en Europa.
Todos los hombres y adolescentes mayores de 16 años, fueron detenidos y llevados a las afueras donde fueron ejecutados de diez en diez. Situados en fila, eran fusilados usando una única bala. Si el último libraba el impacto, era ejecutado de un tiro en la cabeza. Todo para ahorrar munición.
184 mujeres fueron separadas de sus hijos y sometidas a trabajos forzados en favor del régimen.
De los 105 menores, solo 17 fueron encontrados puros y dados en adopción a militares de alto rango del partido nazi.
Durante más de 20 años esculpió estas emotivas figuras, pero murió antes de poder completar su obra. Afortunadamente, otros artistas locales lograron terminarla.