Categorías Cultura y ocio

Así era la vida sexual de nuestros abuelos… y de sus abuelos

Aunque es tan natural como la vida misma, la sexualidad humana siempre ha librado una lucha encarnizada entre la libertad individual y el castigo social. Siendo el deseo el potro más difícil de domar que existe, el ser humano ha tratado de atarlo en corto a base de miedo, cuestionamientos, prejuicios y tabúes por lo que, en vez de gozar de una sexualidad sana y positiva, hemos disfrazado de hipocresía el sexo. 

Y así mientras algunos denuncian desde el púlpito la forma de amar del prójimo, en casa, visten cuero y reciben azotes, visitan amantes o encierran en grandes armarios sus más básicos instintos. No hay de que sorprenderse, esto no es nada nuevo

Entre la timidez social y la perversión de alcoba

Hablamos de la revolución sexual como un fenómeno propio del destape y los años 70, pero lo cierto es que el ser humano ha tenido que afrontar esta realidad en varias ocasiones a lo largo de la historia. A veces de forma directa y otras sutilmente. 

Sin remontarnos a la tolerante concepción de la sexualidad que tenían las primeras civilizaciones, todo pareció torcerse con la llegada del cristianismo, pero sobre todo, de la doble moral de la iglesia católica hace gala. Y es que mientras lanzaban mensajes de rectitud y encendían hogueras para castigar el adulterio, las alcobas papales eran una fiesta donde se recibían todo tipo de favores y visitas, algunas de ellas verdaderamente perversas y sonrojantes. 

Fragmento de El jardín de las delicias – El Bosco

Todas estas correrías entre los muros de los estamentos de la corte y la «Santa» Iglesia están tan documentados en libros, películas y series que resulta hasta aburrido hablar de ello. Por eso en este artículo nos centraremos en el siglo XVIII y las curiosidades sexuales de siglos posteriores, el puritanismo y el desarrollo tecnológico con el nacimiento de los primeros juguetes sexuales a vapor y eléctricos. 

Las cortesanas de la Inglaterra Gregoriana 

Mary Robinson, célebre actriz, luego cortesana y escritora / libropatas

Existen muchos documentos y estudios acerca de este periodo, algunos tan interesantes como In Bed with the Georgians. Sex, Scandal and Satire in the 18th Century de Mike Rendell, donde se detalla el poder, la influencia y el triste destino que tenían las cortesanas de la época. Y es que lejos de ser unas cualquiera, estas mujeres marcaban tendencia y estilo provocando el auge o caída de productos, negocios y servicios. 

Eran las influencers de la época y bastaba que una decidiera llevar un color o un nuevo modelo de vestido para que el resto de la alta sociedad las imitara.

Las mujeres las imitaban pero los hombres pudientes peleaban por sus favores, mientras la prensa amarilla, mucho más salvaje y desinhibida que la de ahora, desgranaba con pelos y señales los escándalos de la clase alta. 

Eso sí, su vida era lujosa mientras duraba su juventud y belleza, pero casi ninguna tenía un buen final, viéndose obligadas a prostituirse como viejas glorias en burdeles de tercera o morir en la indigencia.

Según los datos recogidos por Rendell, al menos el 20% de todas las mujeres que vivían en Londres en el XVIII fueron prostitutas.

Es curioso que el XVIII, quizás por este tipo de publicaciones escandalosas y viñetas picantes, la sociedad aceptaba el sexo y la prostitución con relativa naturalidad. Muchas mujeres se veían obligadas a ejercerla alguna vez en su vida y existían diversos negocios en torno al sexo, como bares, casas de citas y restaurantes. Las Jelly House, por ejemplo, servían gelatinas de frutas para despertar la pasión antes de entrar en una habitación a divertirse, y es que en esta época creían que la gelatina o la sopa de coliflor eran afrodisiacos. 

Las enfermedades de transmisión sexual, como la sífilis, no les eran desconocidas, aunque se responsabilizaba solo a las mujeres de los contagios. Esta desinformación sexual se hacía patente en otros remedios y rituales para evitar el embarazo como las infusiones anticonceptivas de limón y vinagre. Los primeros preservativos existían, eran de origen animal y su apariencia no difiere mucho de la actual, aunque se utilizaban más para evitar ETS que los embarazos. 

El chischiveo o cortejo

Mientras que los hombres (casados) se pirraban por recibir los favores de las cortesanas, las mujeres de alta alcurnia disfrutaban del llamado chischiveo o cortejo. El adulterio estaba de moda y aunque en teoría no contaba con aprobación social, era practicado por doquier. 

En una época en que los matrimonios eran concertados, las mujeres casadas contaban con una corte de hombres jóvenes llamados «meritorios» que las agasajaban y visitaban para charlar y pasar tiempo con ellas. De entre todos ellos elegían a su chischiveo, un galán que decía amarlas platónicamente y que le realizaría caros regalos en señal de amor. Esto en teoría, pues obviamente ellos ansiaban mejorar su posición social y a cambio no dudaban en pasar alegremente por sus camas o sillas especiales.

Silla sexual de Eduardo VII (1841-1910), un juguete exclusivo entre la burguesía de la época / Fuente

De la naturalidad al escándalo 

No sabemos bien por qué, pero los cuernos empezaron a pesar y la nueva sociedad victoriana decidió hacer del puritanismo su bandera. De repente el cuerpo femenino fue considerado el provocador de todos lo males y dejó de poder ser mostrado en público. Hasta se fabricaron máquinas de baño para evitar que las mujeres fueran contempladas en la playa. 

Pero el deseo no se puede encorsetar y cuando se niegan las pulsiones comienzan las perversiones de alcoba. 

Extensores de pene de cobre, cuerno, plata y piel / curiosityobscura

Así una de las enfermedades más frecuentes de la época victoriana fue la histeria femenina, una suerte de ansiedad que se curaba masajeando el clítoris, eso sí, siempre bajo prescripción médica. 

En una época en que el placer sexual femenino no importaba, la histeria se hizo sumamente popular y los consultorios médicos se llenaron de mujeres en busca de su masaje, tanto que los doctores no daban abasto así nacieron los primeros vibradores.

Los primeros modelos eran manuales 

pero a finales del XIX surgieron los primeros modelos a vapor

Y se hizo la luz en el mundo de los juguetes sexuales

Vibrador masculino antiguo / antiquevibratormuseum.com

Con la llegada de la electricidad el mundo de los juguetes sexuales vivió su primera revolución. Sin embargo, para una sociedad que predicaba la abstinencia y valoraba la virginidad de la mujer por encima de todo, los juguetes sexuales no tenían cabida y por ello se vendían bajo falsos pretextos. 

Máquina de vibración Vigor, un remedio para todo y contra la histeria… 

Hace poco la revista 20 minutos publicaba una interesante entrevista realizada a un matrimonio de ancianos, quienes narraban su cortejo y posteriormente matrimonio en 1946. La lectura es totalmente recomendable y permite hacerse una idea del tabú que rodeaba el sexo. 

«Era algo muy tabú, fíjate tú que las madres nos decían que nos podíamos quedar embarazadas y que nos dolería mucho. Nos infundían un poco de temor para protegernos. También se valoraba mucho que la chica a casar fuera virgen. Las madres le daban mucha importancia a lo de ser vírgenes. Hija, en aquella época el sexo era algo que se hacía una vez casados», cuenta Antonia.

Pepé y Antonia tenían 18 y 15 años respectivamente y no consumaron hasta estar casados a los 25 y 23 años. Nunca los dejaban solos, siempre les acompañaba un familiar.

«Tener sexo antes del matrimonio se consideraba pecado. En mi casa, mortal. Para los hombres era muy importante sentir que desvirgaban a la mujer. Era algo muy importante saber que uno era el primero en penetrar a esa muchacha. Se miraba mucho lo de ser virgen, si no lo eras, incluso el novio/marido te miraban mal. Si no eras virgen eras una fresca».

Pero la prensa de la época muestra una creciente permisividad al respecto, ya que junto a los noticiarios los anuncios publicitarios se plagaban de objetos de dudo utilidad.

La vibración la electricidad se convirtió en la panacea y surgieron cientos de aparatos que prometían curar todo tipo de dolencias, incluyendo las sexuales.

Cinturones de electro estimulación, fíjate en el cordelito para el pene y el estimulador de clítoris, no se anuncian pero están ahí / Fuente

La sociedad de misa de domingo era demasiado puritana como aceptar el uso recreativo, por lo que la excusa médica era el argumento de comprar y que luego cada cual hiciera lo que quisiera en casa. Como ocurría con estos curiosos masajeadores para cuello, nada ergonómicos para el uso anunciado y si para otro…

Tenían forma fálica, eran «ideales» para relajarse, y la publicidad especificaba su longitud y grosor…

Un juguete que prometía ser igual de relajante para hombres 

Lo mismo ocurría con los dilatadores anales que solo se vendían bajo prescripción médica para tratar dolencias relacionas con la próstata o el colón, aunque luego eran usados para fines más mundanos y recreativos

Productos tan sospechosos como este jabón de manos de publicidad algo onanista

Ya en 1968, la revista Man´s Story publicaba también historietas picantes y las primeras chicas, que eso sí, enseñaban lo justo comenzando con el conocido Destape

Sin embargo, y aunque para los hombres el sexo se estuviera volviendo más y más explícito como muestra este anuncio de los años 70

La mujeres seguían siendo tildadas de frígidas 

y sus productos disfrazados con fines terapéuticos 

Claro que también hubo quien emprendió su propia cruzada contra la lujuria, con remedios anunciados en prensa tan curiosos como este:

Un golpe de una cuchara en el pene. El mejor remedio para jóvenes interesados en la masturbación y las erecciones no deseadas…

El sexo hoy

Shutterstock 

Somos más abiertos, precoces y tolerantes, pero aun así seguimos imbuidos de vergüenza y prejuicios cuando se trata de disfrutar de nuestro propio cuerpo, ya sea a través de juguetes sexuales o material audiovisual.

La pornografía recauda más dinero en las habitaciones de los hoteles que los minibares.

Casi nadie lo admite, pero no hay duda que estos productos se consumen. La industria del porno da empleo a 12.000 personas y mueve unos 14.000 millones de dólares al año solo en America.  

Internet ha facilitado más aun esta tarea y la clandestinidad, y es que se acabó pasar vergüenza o naturalizar el consumo de porno al comprar una revista en un estanco, ahora todo pasa en casa, a escondidas incluso de tu pareja. 

Y mientras nadie lo admite de forma social,al menos no abiertamente, la industria del porno y los vibradores anales masculinos registran récords de ventas año tras año. Será que algunas cosas siguen siendo tan tabú como en la época de tus abuelos y la sexualidad humana, el deseo y el castigo social continúan con su lucha.

Este artículo fue modificado el 16 agosto, 2018 11:54 am

Compartir