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Le llaman «la bóveda del fin del mundo», y algún día podría salvar la vida a toda la humanidad

A tan sólo 1.000 kilómetros del Polo Norte se alza entre la nieve de las montañas de Longyearbyen un misterioso y futurista cubo de hormigón.

Es la extraña puerta a una impresionante fortaleza subterránea, excavada en el hielo noruego capaz de resistir terremotos, desastres nucleares y un extremo calentamiento global.

Pero, ¿qué objetos se guardan en esta fortaleza? ¿para qué tanta seguridad y resistencia?

Descubre con nosotros el gran tesoro que se oculta bajo la llamada bóveda del fin del mundo.

La bóveda de semillas de Svalbard (Noruega), también conocida como la bóveda del fin del mundo es un búnker excavado en el permafrost nórdico diseñado para conservar, en caso de un gran desastre mundial, una reserva de semillas que garantice la reintroducción de especies vegetales extinguidas donde sea necesario.

El almacén de semillas más grande del mundo, que acaba de superar el medio millón de muestras, se creó con el objetivo de preservar la diversidad de los cultivos alimentarios del planeta, y clasificar las variedades según su resistencia a enfermedades, valor nutricional y/o habilidad para crecer en distintos climas.

Diseñada para durar eternamente.

Fue construida entre 2007 y 2008, año en el que fue inaugurada. La instalación se diseñó para tener una vida casi «infinita», es decir para que dure eternamente, ocurra lo que ocurra.

La ubicación tiene en cuenta todos los escenarios conocidos, siendo impermeable a la actividad volcánica, a los terremotos, la radiación y la crecida del nivel del mar, y en caso de fallo eléctrico, el permafrost (capa de hielo permanentemente congelada) del exterior actuará como refrigerante natural.

Su construcción a 130 metros sobre el nivel del mar asegura que el suelo esté seco, incluso si el nivel del mar crece por el derretimiento de los casquetes polares.

«Los bancos de semillas actuales son muy vulnerables a potenciales desastres, y la biodiversidad vegetal es una cuestión demasiado importante como para dejarla desprotegida. Por eso hemos construido la Bóveda Global de Semillas», recalca Cary Fowler, el director ejecutivo del Fondo Mundial para la Diversidad de los Cultivos .

Muy segura y de difícil acceso.

Por si estar construida en una de las islas más remotas del mundo fuera poco, la instalación es una autentica fortaleza.

Las puertas de acero blindadas y resistentes a explosiones, dan acceso a un hall a modo de tubo metálico de 5 metros de diámetros resistente a los movimientos de tierra y hielo.

Tras éste, deberemos recorrer 125 metros de túneles hasta el cerebro del búnker, la primera sala de almacenamiento y custodia, el Genebank.

En la sala de control, el equipo de técnicos se encargará de registrar, catalogar y sellar con un código de barras cada muestra antes de acceder al corazón de la bóveda.

Las semillas y el centro de procesado.

La conservación de las semillas en la bóveda es un servicio gratuito y los países que envíen sus muestras seguirán siendo siempre sus propietarios.

Las muestras recibidas se almacenan en paquetes de aluminio con unas 500 semillas cada uno y sellados con calor, lo que garantiza una baja actividad metabólica y un perfecto estado de conservación durante siglos.

Después se introducen en una caja de almacenamiento que guarda entre 400 y 500 envoltorios, y esta caja a su vez se almacena finalmente en en la bóveda.

Las tres cámaras blindadas.

Las tres cámaras blindadas son la zona más segura de todo el complejo y las encargadas de preservar la biodiversidad vegetal del planeta. Aunque los tres almacenes en que está dividida la bóveda tienen capacidad para 2.000 millones de semillas, sólo el 25% de la primera cámara esta en uso, permaneciendo las otras dos completamente vacías.

Recientemente la bóveda alcanzó el medio millón de muestras procedentes de más de 100 países. Sin embargo, se espera que una vez que complete su capacidad total, se convierta en el almacén de semillas más grande del mundo.

Cary Fowler, el director ejecutivo del Fondo Mundial para la Diversidad de los Cultivos asegura que es muy importante que la comunidad internacional tome conciencia de la importancia del proyecto y contribuyan enviando sus muestras para preservar la biodiversidad vegetal de un planeta cada vez más amenazado por el cambio climático.

«No hay alternativa. Si queremos ser capaces de adaptarnos a las condiciones que va a provocar el calentamiento global, como la escasez de agua, vamos a tener que desarrollar nuevos cultivos resistentes, y eso es imposible si no protegemos el tesoro de la biodiversidad», asegura Fowler.

Fuente: Jointheplanet

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