El marinero sueco que naufragó en una isla de caníbales y acabó siendo su rey

Publicado 1 julio, 2020 por Javier Escribano
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La historia de Carl Emil Pettersson no es algo que se escuche todos los días. Y es que este marinero sueco naufragó en una isla de Oceanía, poblada por una tribu supuestamente caníbal… que sin embargo arropó a Carl hasta el punto de que se casó con la hija del monarca, fundó un comercio y posteriormente se convirtió él mismo en el rey de la isla.

A pesar de lo impactante de estos giros de los acontecimientos, no sabemos mucho cómo se sucedieron. Sí sabemos que el barco en el que viajaba Emil Peterssen, el Herzog Johan Albrecht, se hundió el día de Navidad de 1904. Desde 1898, el sueco, que se había echado a los mares tan pronto como la edad se lo permitió, trabajaba en una compañía comercial con sede en Kokopo.

Kokopo es una de las ciudades más importantes de la provincia de Nueva Bretaña del Este, en Papúa-Nueva Guinea (al norte de Australia), que por entonces eran colonias alemanas. La empresa en la que trabajaba Carl, Neuguinea-Compagnie, comerciaba por las decenas de islas de esas aguas del pacífico cuando se hundió en la isla de Tabar, al norte de la región de Nueva Irlanda (que a su vez está al norte de Nueva Bretaña).

isla tabar pacífico

De naúfrago a príncipe, empresario y rey

Total, que Carl naufragó, la marea la trajo a la orilla… y fue recibido por los nativos, que se quedaron embelesados ante el aspecto del europeo: de ojos azul claro y un físico envidiable. De hecho, le apodaron Strong Charly («Fuerte Charly») por lo alto y fuerte que era.

Llevaron a Carl ante el rey de la isla, Lamy… y su hija, Singdo, se enamoró de él. Pasase como pasase, tres años después Carl y Singdo se casaron y formaron una pareja con nueve hijos, a los que puso nombres escandinavos: Elsa, Villy, Kulius, Emil, Hans, Anna, Erik, Victoria y Karl.

Pero Carl no pasó el resto de sus días tumbado a la bartola, porque aprovechando su visión de negocio, creó una plantación de cocoteros y fundó una empresa de comercio de copra, la pulpa seca del coco, muy valiosa por entonces porque se usaba para extraer aceite. El negocio fue viento en popa, gracias a los numerosos barcos que pasaban por la isla. Cuando Lamy murió, Carl se convirtió por derecho propio en el monarca de la isla, y extendió el negocio a otras islas cercanas.

Sin embargo, la tragedia le golpeó en 1921, cuando una fiebre se llevó la vida de su esposa. Solo entonces se decidió a regresar a Suecia, en 1922. Allí conoció a un Jessica Louisa Simpson, la hija de un empresario con el que negociaba. Regresó con ella a Tabar en 1923, pero fue una mala decisión. Jessica nunca se adaptó a la isla, con una lengua y una cultura que no entendía y al cuidado de ocho niños con los que apenas podía comunicarse.

Además, en ausencia de Carl, su negocio había entrado en decadencia. El comercio de la copra ya no era tan boyante como antes, y a pesar de encontrar una mina de oro (literalmente) en la cercana isla de Simberi, no fue suficiente para evitar la quiebra. Su mujer enfermó de malaria y posteriormente sufrió un cáncer de mama: era evidente que no podría recibir un tratamiento en Tabar, así que regresó a Suecia, donde falleció en Estocolmo en 1935. Por su parte, Petersson abandonó definitivamente Tabar ese mismo año, y murió dos años después en Sidney, de un ataque al corazón, a los 62 años.

Al regreso de Carl a Suecia en 1922, los periódicos de la época dieron buena cuenta de la historia. Sus increíbles aventuras calaron fuerte en la sociedad… y posteriormente, inspiraron a la autora Astrid Lindgren para crear al padre de su personaje novelesco Pippi Calzaslargas.

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