Cómo sobrevivieron 6 niños en una isla desierta durante 15 meses gracias a su inteligencia

Publicado 15 mayo, 2020 por Javier Escribano
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La novela ‘El Señor de las Moscas’, de William Golding, refleja una visión muy pesimista de la naturaleza humana. En ella, un grupo de niños naufragan en una isla desierta, sin ningún adulto, y deben aprender a sobrevivir por su cuenta. Digamos que las cosas no terminan bien: se desata el caos y corre la sangre.

Considerada como una obra imprescindible de la psicología, ha sido sin embargo cuestionada por algunos expertos, que ponen en duda que los niños reaccionaran de una forma tan despiadada en una situación de extraña. Y lo cierto es que hay una increíble historia real que lo demuestra.

Esta playa rocosa de la isla de ‘Ata, en el Pacífico Sur, aproximadamente a 3.800 kilómetros de la costa de Australia, fue donde naufragaron los protagonistas de este relato…

Naufragio y la supervivencia en una isla desierta

En 1965, seis adolescentes de entre 13 y 16 años del Reino de Tonga, un estado archipiélago de la Polinesia de apenas 100.000 habitantes, se escaparon de su internado y sustrajeron el barco de un pescador que no les caía bien, con la esperanza de escapar a Fiji o Nueva Zelanda. Sione, Stephen, Kolo, David, Luke y Mano cargaron con dos sacos de plátanos, cocos y una cocina de gas, y partieron hacia la aventura.

Las cosas no tardaron en torcerse. Una tormenta rompió el timón del barco y este quedó a la deriva. Se quedaron sin comida y sin agua, más allá de la que pudieran recoger en los cocos de las lluvias. Estuvieron así durante ocho días hasta que avistaron una isla.

Antaño, la isla de Ata, de solo 184 hectáreas, estuvo poblada. A mediados del siglo XIX, colonizadores ingleses secuestraron a la mitad de su población (de unos 350 personas en total) para venderlos como esclavos. El resto perdió la vida por culpa de las enfermedades que los colonizadores trajeron o fueron reubicados en otras poblaciones. Ningún ser humano había pisado la isla hasta entonces.

Los jóvenes se organizaron en equipos de dos para recolectar comida (cazar peces y pájaros para beberse su sangre, huevos de gaviotas, cocos y frutos), para hacer guardias y para mantener encendido un fuego que nunca se apagó. Poco después encontraron las ruinas de los antiguos indígenas, donde encontraron una población de gallinas que habían conseguido reproducirse durante 100 años.

Hubo intentos de construir balsas y escapar, pero se rompían con las olas. La disciplina fue lo que ayudó a sobrevivir y mantener la cordura a los chicos. Todas las mañanas y las noches rezaban. Uno de ellos construyó un instrumento musical con un trozo de madera, media cáscara de coco y seis cables recuperados de los restos del barco naufragado.

También montaron un gimnasio con pesas improvisadas. Y cuando uno se cayó y se rompió la pierna, consiguieron entablillársela con palos y hojas, y se curó perfectamente. A pesar de estar desierta, la isla era rica en recursos, y los chicos aprendieron a explotarlos.  El agua la recolectaban de lluvia en cubos, aunque el verano fue especialmente duro y seco. Y es que estuvieron 15 meses en la isla.

El rescate… y el regreso a la isla

El 11 de septiembre de 1966, un pescador australiano, Peter Warner, navegaba con su barco Just David cerca de la isla buscando nuevas aguas de pesca cuando escuchó unos gritos. Incrédulo, lo achacó al sonido de las gaviotas. Pero poco después vio un cuerpo, totalmente desnudo, echando a nadar hacia el barco. Cauteloso, Warner pensó que se trataban de criminales, pues había oído que a veces eran abandonados en islas remotas. Sin embargo, uno de los chicos, perfecto estado de salud y forma, se presentó, y les dijo que estimaban que llevaban en la isla entre uno y dos años.

Recogieron a los seis chicos, pero no partieron hasta que Warner no verificó su historia. Contactó por radio con el puerto de Nuku’alofa (la capital de Tonga) y en 20 minutos recibió respuesta. Al otro lado de la radio, el operador en tierra firme, emocionado y llorando, confirmó que esos niños figuraban como alumnos de la escuela, pero habían sido dados por perdidos…. El padre de uno de ellos había estado buscando por islas deshabitadas, sin suerte.

Warner (hijo de un político australiano) tuvo olfato empresarial, y se aseguró los derechos de exploración de la historia. Con el dinero que obtuvo del trato que hizo con Channel 7 en Sydney, pagó la fianza y una compensación al pescador cuyo barco habían sustraido los chicos, que al enterarse de su regreso presentó cargos contra ellos (y llegaron a ser confinados bajo arresto brevemente).

El regreso con sus familias a su isla natal, Ha’afeva fue un acto mediático, y las cámaras de Channel 7 capturaron los emotivos momentos. Poco tiempo después, los chicos accedieron a regresar a la isla para rodar un documental que reprodujera su vida en la isla.

Posteriormente, fueron contratados por Warner como parte de su tripulación. Tres de ellos siguen hoy día con nosotros.

En 2015, el explorador español Álvaro Cerezo regresó a la isla con uno de ellos Kolo Fekitoa. Su último deseo era volver a pasar unos días en la isla.

Cerezo relatará la experiencia en un libro y documental que saldrá en verano de 2020. Kolo nos dejó en 2017.

Fuentes: DocastawayYandex Zen, The Guardian,

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