Personas que se negaron a vender sus casas a las grandes superficies (incluida la que inspiró «Up»)

Publicado 3 diciembre, 2014 por Alberto Díaz - Pinto
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En 2009, la película Up pilló al mundo por sorpresa. Un bello relato que trata sobre un hombre que, tras morir su esposa, decide honrar su memoria conservando la casa donde habían vivido siempre, realizando un viaje a través de todo el país hasta el destino que siempre habían soñado visitar él y su esposa, «Las Cataratas Paraíso».

Pues bien, los protagonistas de este artículo, decidieron que no iban a vender sus hogares a las grandes superficies por diversos motivos. Por lo tanto, la mayoría de ellos quedaron rodeados de grandes complejos comerciales o imponentes rascacielos.

Una de estos relatos sirvió como fuente de inspiración para los creadores de la película «Up», cuya historia hizo llorar a niños y adultos, ya que ensalza valores como el coraje, la voluntad, el amor y la amistad. Descubre las magníficas historias de estas personas que se negaron a abandonar sus hogares:

La propietaria de esta casita de Seattle era Edith Mcefield. Siempre se negó a abandonar su hogar para vendérselo a un complejo de desarrollo

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¿Os resulta familiar?. Su casa fue la fuente de inspiración para la casa de Up

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Barry Martin, el jefe de obra para la construcción del centro comercial de lujo que estaba alrededor de la casa, se fue haciendo amigo de Edith poco a poco

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A pesar de que no era una mujer joven, Edith fue notablemente fuerte

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Ella le contaba a Barry historias de su pasado, que eran tan extraordinarias que no podía estar seguro de su certeza. Contaba que había sido espía para la inteligencia británica en Alemania, que había escapado del campo de concentración de Dachau y que aprendió a tocar el clarinete gracias a su primo, el legendario músico de jazz Benny Goodman.

Edith volvió a EEUU para cuidar de su madre hasta que murió unos años más tarde

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Tras unos años en Europa, tuvo que volver a EEUU en 1965 para cuidar de su madre enferma. Después de unos años, ésta falleció y Edith, para conservar su recuerdo, decidió echar raíces y quedarse en esa casa para siempre.

El primer trabajo de Barry fue convencer a la anciana para que vendiera la casa

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Para ello utilizó la vía diplomática, diciendo a Edith que ese día harían mucho ruido y que si necesitaba algo le llamara por teléfono. Efectivamente, la anciana llamó a Barry, pero no por el ruido sino para que la llevara a la peluquería. Ese fue el comienzo de esta bonita amistad.

“Yo no quiero mudarme. No necesito el dinero. El dinero no significa nada para mí. Esta es mi casa. Mi madre murió aquí, en este mismo sofá»

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A pesar de que le ofrecieron un millón de dólares, estas fueron las palabras que Edith pronunció cuando Barry le preguntó que por qué no quería vender su casa.

Edith no pudo ver nunca la película porque se estrenó un año después de que falleciera a consecuencia de un cáncer de páncreas en junio de 2008. Barry cuidó de ella hasta el final.

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Al morir la anciana, Barry heredó la casa y, en lugar de ofrecérsela a sus antiguos jefes, decidió mantener la memoria de su amiga Edith y se la vendió a una persona que se comprometió a mantenerla y a conservarla tal y como nuestra protagonista la dejó.

Esta casa en mitad de la nada pertenecía a Yang Wu y a Wu Ping

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De los 241 propietarios de la zona, los Wu fueron los únicos que se negaron a abandonar su domicilio.

Lucharon con los contratistas y sus ofertas durante dos años, antes de que comenzaran las excavaciones en abril de 2007

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Desesperada, la empresa llegó a subir su oferta a 300.000 dólares, unos 240.000 euros, suficiente para comprarse en China hasta 10 apartamentos.

Durante dos semanas estuvieron concediendo entrevistas hasta que saltaron a la prensa internacional

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El matrimonio mantuvo un largo contencioso con la constructora porque no aceptaban la indemnización que ésta les ofrecía. «Queremos salvaguardar nuestra dignidad y nuestros derechos, así como los de otros propietarios de China», contaba Wu en una de las ruedas de prensa dadas en la obra. Con palabras como éstas, el matrimonio se fue ganando la simpatía de millones de chinos.

El día que cumplía el primer ultimátum que les dio la constructora, el marido se quedó en la casa para desafiar a las autoridades

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Subió a la terraza de la vivienda y empezó a ondear la bandera china, en señal de victoria.

Mientras la pareja exigía una mayor indemnización, las excavadoras destruyeron unas 280 viviendas a su alrededor y dotaron a la vivienda de este espectacular aspecto

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Aunque este tipo de historias suelen ser frecuentes en China, la de la casa de Chongqing ha dado la vuelta al mundo, sobre todo por el aspecto en que la constructora dejó la casa a modo de presión sobre los inquilinos para que se fueran.

Al final, la pareja se mudó a una vivienda con un tamaño similar pero en el distrito de Shapingba, que queda un poco más alejado del centro de la ciudad

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El resultado fue un final feliz para las partes enfrentadas y, al mismo tiempo, la triste imagen del fin del icono en el que se había convertido la casa.

Cerca del aeropuerto internacional de Narita, en Japón, se encuentran estos campos de cultivo, cuyos propietarios se niegan a abandonar sus tierras

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Aunque han sido coaccionados mediante medias del aeropuerto, los pocos propietarios que quedan llevan luchando más de 40 años.

La distancia de los campos de cultivo y las pistas de aterrizaje es poco mayor de 30 metros

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El terreno en el que el aeropuerto de Narita se encuentra actualmente fue gestionado durante un largo período de tiempo como propiedad del Estado, bajo la jurisdicción del Primer Ministro en el cargo.

Se evacuaron la mayor parte de las tierras en 1969, incluido el rancho Shimosa Goryo, cuya extensión era de 500 hectáreas, tierra suficiente para que las autoridades iniciaran el proyecto

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Algunas fuentes históricas indican que la policía había aterrorizado a la población local y golpeado hasta los líderes más antiguos de los agricultores, que atrajeron la atención en todo el país y provocaron la simpatía de millones de trabajadores y estudiantes japoneses, que llegaron de todo el país para apoyar los agricultores y unirse a la lucha, que perdura hasta hoy.

El dueño de esta casita de aldea, en mitad de Washington, rechazó varias veces las ofertas que le hicieron los constructores que edificaron a su alrededor

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Ésta se ubica en Massachusetts Avenue y pertenece a un arquitecto de 69 años y a su esposa. La compraron en 1980 por 135.000 dólares y no tienen ninguna intención de venderla hasta que no les ofrezcan una suma millonaria.

Un constructor le ofreció al propietario entre 2 y 3 millones de dólares a finales del 2003, cuando el valor de la casa en ese momento se estimaba en 199.340 dólares, pero éste rechazó la oferta

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Actualmente el uso que se le da a la casa es como oficina y estudio de arquitectura donde Austin Spriggs, el dueño, trabaja junto a su hija Ángela.

Esta última casa abandonada a su suerte en mitad de una zona comercial, se encuentra en la ciudad de Changsha, China

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La parte de arriba de la casa está habitada por varios inquilinos y en la planta baja hay abierto un negocio.

La casa quedó aislada ante la ferocidad del capitalismo que va engullendo a China poco a poco. Está en frente a un edificio comercial, compartiendo acera con los transeúntes que van de compras

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En China se conoce a este tipo de casas, junto con la que hemos visto anteriormente, como «casas clavo», edificios que siguen en pie, clavados e implacables, resistiendo y desafiando a las grúas del progreso, mientras nuevas infraestructuras o modernas construcciones se erigen a su alrededor.

Fuente: viralnova, venture160, amusingplanet, washingtonpost, freepublic, apartmenttherapy

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