La obsoleta y macabra costumbre de hacer picnic en el cementerio (e incluso tener una cita)

Publicado 15 enero, 2020 por Alberto Díaz - Pinto
cementerios
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Hoy en día, es raro no contar con zonas verdes en los que poder pasar una agradable día de picnic con familiares o amigos. Sobre todo, en la ciudad de Nueva York, en la que hay más de 1.700 parques.

Pero hace 150 años los parques seguían siendo un privilegio en Estados Unidos, asequible únicamente a las clases más altas. De este modo, las clases más humildes tuvieron que buscarse una mejor opción: el cementerio.

De este modo, los sombreados montículos del cementerio de Forest Hills, en Boston, o las puertas de estilo gótico del cementerio Green-Wood, en Brooklyn, se convirtieron en lugares en los que los estadounidenses del siglo XIX acudían a pasar un alegre día de picnic. Por ello, los cementerios estaban provistos de hermosos jardines, elaborados paseos, ¡e incluso algunos tenían licencia de licores!

Pasar el día en los cementerios no fue solo una tradición típica en EE.UU., sino que en Europa también se puso de moda. De hecho, uno de los primeros cementerios habilitados para estas prácticas surgió en París en 1803, llamado Père Lachaise.

Por qué los cementerios se convirtieron en «lugares de ocio»

Una de las razones por las que pasar el día en los cementerios se convirtió en una «moda», eran las epidemias que se desataron en todo el país: la fiebre amarilla y el cólera. Los niños fallecían prematuramente. La muerte era una visitante constante para muchas familias y, en los cementerios, podían «hablar» y compartir el pan con familiares y amigos, tanto vivos como fallecidos.

Los cementerios estadounidenses y europeos habían sido durante mucho tiempo lugares austeros en los terrenos aledaños a las iglesias. Los nuevos cementerios estaban ubicados fuera de los centros de las urbes, diseñados como jardines para el descanso y la belleza, en los que el público era bienvenido a disfrutar del terreno.

Estados Unidos pronto se hizo consciente de esta nueva «necesidad» y se inspiró en los hermosos jardines victorianos de Europa. Después de todo, si querían que la gente acudiese asiduamente a los cementerios más rurales, tenían que hallar el modo de hacerlos más atractivos. En Massachussetts, por ejemplo, estaba el cementerio de Forest Hills, con su inmenso jardín escultórico, y el de Mount Auburn, cuyos 150 acres incluían preciosos prados, bosques, estanques, fuentes y mucho más. A menudo solía llamárseles «jardines de tumbas». Incluso si había alguien que no tenía familiares enterrados, aquel cementerio se convertía en una apuesta segura para pasar un agradable día en familia.

En Chicago, el cementerio de Bohemia incluso tenía su propia licencia para licores, ya que muy cerca se encontraba la posada y casa de huéspedes Scheiner’s Beer Hall, cuyas primeras instalaciones incluían un bar, restaurante, zonas de picnic y un pabellón de baile.

Y todo volvió a la normalidad…

El auge de estas prácticas decayó considerablemente durante los 50′, coincidiendo con los años de posguerra. Algo cambió en la actitud hacia la muerte, volviéndose un tema mucho más tabú. También tuvieron que ver el aumento de la esperanza de vida y que la gente ganaba mucho más dinero.

Como resultado, la atmósfera de los cementerios se fue volviendo cada vez más estéril y el deseo de querer pasar el rato en ellos se disipó. Sin embargo, siguieron teniendo un papel activamente comprometido en la comunidad. Un cementerio era un lugar de tranquilidad, naturaleza y contemplación, donde acudir para mitigar todos los matices del dolor.

Sin embargo, hay cementerios estadounidenses que están intentando reavivar aquella vieja llama, y no siempre de forma macabra y espeluznante. El Hollywood Forever Cemetery, por ejemplo, tiene noches de cine donde se proyectan películas. El cementerio de Mount Auburn ha comenzado a acoger un club de lectura, recorridos a pie al atardecer y ‘búsquedas del tesoro’ para estudiantes.

Si os gustan los cementerios curiosos no os perdáis el Neptune Memorial Reef, una necrópolis al más puro estilo Atlántida.

Vía: Messy Nessy, traducción y adaptación por La Voz del Muro.
Fuentes: friendsofbnc, atlasobscura

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