¿Por qué procastinan los procastinadores?

Publicado 8 noviembre, 2016 por Joaquín M.C.
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La procrastinación es un problema que afecta a gran parte de la sociedad. Muchos la sufren sin ni siquiera saberlo, mientras que otros la tienen muy presente en su día a día y se les hace imposible luchar contra ella.

Tras esta palabra, que tan difícil nos resulta pronunciar a la mayoría, se esconde el hábito de retrasar nuestras obligaciones, en pro de realizar otras más agradables o menos importantes.

Frases del tipo «no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy», «no pospongas tus obligaciones», «si lo haces ahora ya no tendrás que preocuparte más», etc., todos las hemos escuchado en más de una ocasión.

El problema es que para un verdadero procrastinador retrasar las obligaciones no es una opción, es algo que sucede sin que pueda hacer nada. No es algo fácil de explicar con palabras y, por eso, es mejor que veáis las siguientes imágenes que ilustran perfectamente las diferencias entre un cerebro procrastinador y otro que no lo es.

Bastante normal ¿verdad? En una persona adulta tenemos un señor responsable que representa la parte racional  que toma las decisiones. Sabe qué es lo correcto, cómo y cuándo debe hacerse. Ahora veamos el cerebro de un procrastinador.

¿Notas algo diferente? Al parecer, el señor responsable coexiste con el «mono de la gratificación instantánea». La pareja que forman el simio y el responsable de toma de decisiones podría ser graciosa, entrañable e incluso cómica, de no ser porque el mono es totalmente intratable y no deja hacer su trabajo al otro individuo.

El mono es la última criatura que debería estar al mando. Este simio piensa solo en el presente, no ha aprendido nada de experiencias anteriores ni le importa lo más mínimo lo que pueda suceder en el futuro.

Este simio es la representación de la comodidad y la obtención del placer inmediato. Sus decisiones se basan en el aquí y ahora. Entonces, ¿por qué debemos seguir realizando esta actividad que no nos gusta, cuando podemos hacer algo que sí? Esta es la pregunta que se hace el mono y su respuesta es siempre la misma «no hay motivo para hacerlo».

En el mundo del mono realmente esta forma de actuar está bien. Come cuando tiene hambre, duerme cuando tiene sueño, etc. Pero el asunto es que vive en el mundo de los humanos y su compañero, el señor responsable, se siente altamente frustrado al no poder hacer su trabajo.

Esto hace que el señor responsable tenga que pasar el tiempo en lo que podríamos llamar «el patio oscuro». Este lugar es donde suceden las actividades de ocio en momentos en los que se supone que no deberían suceder.

Toda aquella actividad supuestamente divertida que sucede en este patio oscuro realmente no es divertida, agradable ni gratificante. Todo el patio se llena de un aire cargado de culpa, ansiedad y odio hacia sí mismo.

En ocasiones, el señor responsable consigue poner un pie fuera del patio oscuro e intenta controlar un poco la situación. Pero el simio no se deja vencer así como así y todo acaba derivando en la realización de una serie de actividades que ni son de ocio, ni son lo que se debería estar haciendo, por lo que todo el mundo pierde.

Ante esta situación, solo hay una cosa que consigue que el procrastinador consiga realizar la tarea que se había propuesto: la aparición del monstruo del pánico. Este «monstruo» se encuentra inactivo la mayor parte del tiempo, pero se suele despertar cuando se acerca una fecha límite o cuando existe peligro de vergüenza pública. En resumen, es el miedo el que hace despertar a este monstruo.

El simio, que normalmente está agarrado al volante de control con uñas y dientes, se siente aterrado ante el monstruo del pánico y huye. En este momento es cuando el señor responsable toma el control e intenta solucionar el desaguisado causado por el mono.

Es en estos instantes cuando, milagrosamente, un procrastinador obtiene la capacidad de pasarse varias noches sin dormir, tan solo para terminar un trabajo, escribir un artículo o realizar cualquier actividad antes de la fecha límite. En otros casos, sin embargo, el señor responsable de algunas personas corre junto al simio para resguardarse del monstruo del pánico, entrando en un estado de bloqueo.

Por supuesto que no es una manera sana de vivir, incluso para el procrastinador que reacciona ante el monstruo consiguiendo realizar finalmente sus tareas. Las principales razones para cambiar esta forma de actuar son:

1) Es desagradable. Gastar tanto tiempo en el «patio oscuro» no es  bueno. Ese tiempo de ocio es poco satisfactorio y lo disfrutaremos realmente si hacemos las cosas en un horario más lógico. Además, el pánico no es divertido para nadie.

2) Hacerlo todo a última hora limita nuestro rendimiento. Realizar un trabajo a contrarreloj no nos deja desarrollar todo nuestro potencial. Saber que podíamos haberlo hecho mucho mejor acaba por despertar sentimientos de frustración.

3) Nunca alcanzaremos nuestras metas personales. Aprender a tocar la guitarra, escribir un libro, comer sano o ponerse en forma son objetivos que un procrastinador no llegará a lograr jamás. El monstruo del pánico no se presenta ante estas situaciones, por lo que serán postergadas hasta el infinito.

No es fácil aprender a controlar al simio de la gratificación instantánea y tal vez sea necesaria ayuda externa. Pero una vez logrado, la vida de un procrastinador mejora enormemente.

Fuente: WaitButWhy, Tradución de imágenes y adaptación por La Voz del Muro

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