¿Sabes lo que es un ahogamiento secundario? conocer sus síntomas podría evitar muchas desgracias

Publicado 30 junio, 2015 por Joaquín M.C.
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Lindsay es una blogger que se dedica a dar consejos de maternidad, trucos para el hogar y contar sus reflexiones en su pagina web deligthted momma.

La historia que os vamos a contar hoy es en realidad una transcripción de algo que le sucedió a Lindsay con su hijo pequeño Ronin y que nos va a descubrir un peligro del que seguro que no habíais oído hablar nunca.

Este peligro se llama «ahogamiento secundario» y por lo visto se da más de lo que podríamos pensar (aproximadamente en el 5% de los niños que han experimentado un episodio de casi ahogamiento) y es más peligroso de lo que imaginamos así que, si eres padre o madre, por favor lee la siguiente historia, quién sabe si no puede serte útil alguna vez.

Esta es la traducción de la historia:

Era un sábado normal (o eso pensaba yo). Nos levantamos temprano, Ian y yo hicimos café y desayunamos huevos resueltos como solemos hacer los fines de semana a modo de tradición. Jugamos en el patio trasero y luego Ronin y yo nos dirigimos hacia el supermercado para comprar algunos productos necesarios. Cuando íbamos para allá pinchamos una rueda por culpa de un clavo. Tardamos unas 2 horas en poder conseguir una rueda de repuesto, para entonces ya eran las 2:30 de la tarde y no íbamos a llegar a tiempo a la fiesta de cumpleaños de mi sobrina a las 3. Con un poco de prisa conseguí llegar a casa, duchar a los niños, coger sus bañadores y llegar a casa de mi sobrina a las 3:30. Fue una fiesta en la piscina por lo que todos los niños se encontraban bañándose, saltando y salpicando. Todos los adultos estábamos sentados alrededor, disfrutando del día soleado. Yo observaba a Ronin, que estaba sentado en el escalón de la piscina desde que llegó.

Aquí es donde todo empezó a ir mal. Me encontraba sentada en el borde de la piscina a poco más de 1 metro de distancia de Ronin. Me di la vuelta para hablar con mi cuñada. No serían más de 5 segundos. Al volver a girarme para echarle un vistazo a Ronin ya no estaba. El pánico y el miedo maternal se apoderó de mi. Empecé a buscarlo por toda la piscina y lo vi al fondo donde luchaba por mantener su cabeza a flote entre los chorros de agua. Lo saqué tan rápido como me fue posible. Pasaron unos 20 segundos desde que cayó al agua hasta que lo cogí. A parte de estar visiblemente molesto y de estornudar para expulsar el agua tragada, Ronin parecía estar perfectamente y ya se encontraba calmado. Soy la madre más exagerada del mundo y estaba enfadada conmigo misma por lo que había sucedido, literalmente, a escasos centímetros de mi. Parecía más cansado de lo normal después, pero imaginé que se debería a lo sucedido, al calor y al ejercicio que había estado haciendo las ultimas horas. Nos fuimos temprano de la fiesta.

En casa Ronin no actuaba con normalidad, yo tenia una corazonada de que algo iba mal. Tosía de forma extraña y se ponía tenso cada vez que hacía algún esfuerzo. Me preguntaba si estaría intentando expulsar algo de agua de la que había tragado. Llamé a la pediatra y le dejé un breve mensaje explicándole lo sucedido y los síntomas del momento. En unos minutos me devolvió la llamada (pensé ¡qué rapidez!).

La pediatra de Ronin suele ser bastante tranquila. La mayoría de las veces cuando la llamo por una emergencia, me calma, dice que todo va a ir bien y me da una lista de síntomas para observar y que si mis hijos empeoran los lleve a la consulta. Esta vez fue distinto. Su voz era muy seria y me dijo que debía llevar a Ronin INMEDIATAMENTE a urgencias porque podría estar sufriendo un casi ahogamiento (o ahogamiento secundario).

Colgué el telefono rapidamente y nos dirigimos a urgencias. Las enfermeras nos atendieron a toda velocidad y acto seguido llegó el médico. Le conté todo lo sucedido y el médico en tono de reprimenda me pregunto por qué no lo había llevado nada más sucederle el accidente. Le dije que todo parecía estar bien. Que estaba respirando normal y que y no dio señales de encontrarse en peligro. No le gustó mi respuesta y sabiendo lo que sé ahora no le culpo. Tomaron la temperatura a Ronin y dio una fiebre de más de 38º. Me resultó muy extraño ya que no había estado mal durante todo el día.

El médico ordenó un radiografía de tórax inmediata junto con una analítica completa de sangre. En estos momentos Ronin se encontraba muy débil y casi inconsciente. Cuando llegaron los resultados el médico vino a la habitación. Su cara no parecía reflejar buenas noticias. Dijo que la analítica estaba perfecta («buena noticia» pensamos) pero la radiografía no. Sus pulmones aspiraban. Y las consecuencias de esto podían ser muy diversas. Podía no pasarle nada en absoluto o podría provocarle una neumonitis química (debido a los productos de la piscina) e incluso muerte por asfixia en unos cuantos minutos. Dijo que era un momento grave y que debían trasladarlo inmediatamente al hospital de niños de San Diego para que lo viese un especialista pediátrico. Dijo que ya estaba todo preparado y los médicos y enfermeras esperaban. Mi corazón se rompió en mil pedazos en ese momento. Sentí como si me estuviesen rajando el pecho literalmente. Era culpa mía y me daba igual las veces que la gente me dijera que había sido un accidente y que podía haberle pasado a cualquiera.

De camino al Hospital vi cómo los niveles de oxigeno empezaban a caer. Ver cómo la pequeña pantalla pasaba de 98% a 92% a 89% a 74%… El equipo médico se apresuró a colocarle una mascarilla de oxígeno sobre su pequeña cara. Yo entré en pánico. Trataron de calmarme diciéndome que todo iba bien pero nunca me he sentido tan impotente en mi vida. Cuando llegamos al hospital un equipo de 4 enfermeras junto con un especialista en pediatría nos estaban esperando. Nos llevaron a una habitación donde había un técnico de rayos X esperando. Le hicieron otra radiografía y más análisis de sangre. Me dijeron que «ahora» solo podían vigilar a Ronin y esperar ¿¡esperar a que!?. Le conectaron a todo tipo de máquinas y esperamos… Mientras Ian y yo no dejábamos de observarle mientras dormía. El domingo llegó otra doctora y en tono mucho más amable me dijo que este tipo de accidentes tontos suelen ocurrir más menudo de lo que pensamos. Nos dijo que habíamos hecho bien en llevar al niño a urgencias y que muchas veces estos incidentes acaban de una forma trágica (los padres llevan al niño a la cama y nunca vuelve a despertar) porque los padres piensan que su hijo está perfectamente si empieza a respirar con normalidad después de un casi ahogamiento. También nos dijo que había otros 2 niños pequeños en planta que estaban allí por lo mismo que Ronin.

La doctora estaba muy contenta porque dijo que en la ultima radiografía se veía como el agua atrapada en sus pulmones estaba empezando a desaparecer. La no tan buen noticia era que Ronin tenía neumonía química debido a que los productos químicos de la piscina, que aún seguían en sus pulmones. Estos se veían inflamados e irritados, pero nos dijo que las cosas iban mejorando a pesar del diagnóstico. También nos comunicó que el personal monitorearía sus constantes durante algo más de tiempo para asegurarse de que no resurgía la fiebre ni otras complicaciones pulmonares.

Ronin se despertó el domingo alrededor de las 10 a.m. por primera vez desde el incidente y estaba muy cabreado cuando vio que tenia todos esos tubos encima, la vía intravenosa en el brazo y una pantalla con su electrocardiograma conectada al dedo gordo del pie. Nunca me he alegrado tanto de ver a ese pequeño hombrecito gruñón. Las enfermeras vinieron al oír tanto revuelo. Era una buena señal.

Poco después nos dijeron que Ronin estaba oficialmente fuera de peligro y que podíamos volver a casa en cuanto le diesen el alta.

Lo sucedido me ha cambiado por completo, no es que esto vaya a definir mi vida, pero a partir de ahora haré todas las cosas de una forma muy diferente. Ha sido un gran toque de atención. Y realmente me enseño que si… en poco segundos tu vida puede cambiar drásticamente. He estado demasiado cerca de haber sabido realmente cómo sería.

Antes del sábado jamás había oído hablar del ahogamiento secundario. Si lo hubiera sabido habría hecho las cosas de una manera diferente. Lo habría llevado enseguida al médico aunque después se hubiese tratado solo de agotamiento tras un día intenso o de mi actitud superparanoica.

Lo que debes saber del ahogamiento secundario

Para alguien que no haya ido nunca hablar del ahogamiento secundario, los síntomas pueden pasar desapercibidos como le sucedido a Lindsay.

El ahogamiento secundario se produce cuando los pulmones del niño han aspirado una cantidad pequeña de agua y no han podido expulsarla. Depende de los productos químicos que lleve el agua, pueden llegar a producir que los alveolos pulmonares se queden siempre en posición abierta reduciendo la oxigenación de la sangre. Esto puede producir que el cuerpo, como mecanismo de defensa, envíe fluidos para ayudar a que el pulmón funcione bien. Los líquidos inundan el pulmón y se produce el ahogamiento.

El mayor problema es que al producirse de una manera tan lenta los padres apenas perciben los síntomas o no se dan cuenta de que algo está mal.

Si tu hijo experimenta un episodio de casi-ahogamiento lo mejor es que le observes y si notas un comportamiento raro, falta de actividad o de fuerza, lo mejor es que lo acerques al hospital más cercano. Recuerda que más vale pecar de excesiva prudencia y que el médico te diga que no pasa nada, a tener que lamentar una desgracia.

Fuente: Delightedmomma

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