La primera tortuga de la que se tiene constancia existió hace unos 210 millones de años, durante el triásico tardío. Tenía dientes y sus patas traseras no podían ser escondidas dentro de su caparazón, pero básicamente, era muy parecida a las actuales especies.
Estos reptiles han evolucionado para aclimatarse a diversos medios, tenemos tortugas marinas y terrestres -e incluso tortugas ninja-.
Dejándonos de bromas, este animal ha sabido adaptarse sin apenas cambios, y sobrevivir durante millones de años (a pesar de que a veces los humanos se lo ponemos difícil) como solo los tiburones y pocas especies más han sabido hacerlo. Siendo un animal de aspecto tan curioso seguro que os habréis preguntado más de una vez qué se esconde dentro de su caparazón.
Pero no creas que siempre tienen las mismas placas óseas, cada cierto tiempo las van cambiando, eso si, de 1 en 1 y sin un orden en concreto.
Después de ver esta foto pudiera parecer que tienen mucho espacio para sus órganos y que, tal vez, el espacio sobrante sea rellenado con un poco de grasa o depósitos de comida. Nada más lejos de la realidad:
Como veréis a continuación, la mayoría de su espina dorsal y sus costillas están soldadas a las placas óseas. Por este motivo las tortugas tienen una forma de respirar curiosa. En vez de recurrir a la contracción de la caja torácica para expandir o apretar los pulmones -como hacemos los humanos, por ejemplo- recurren a la compresión de su músculo abdominal adaptado para esta labor. Por este motivo nunca sabrás si una tortuga está espirando o inspirando aire a simple vista.
Como veis en la imagen, su cuello se dobla en diferentes direcciones con una facilidad pasmosa y no, no sufren tortícolis por ello.
Espero que os haya resultado tan interesante como a mi descubrir cómo tienen organizado su espacio interior estos reptiles tan longevos.
Fuente: ViralNova, Wikipedia fotografía de portada
Este artículo fue modificado el 14 julio, 2019 12:05 pm