Los médicos dijeron que dejara de «torturar» el cadáver de su hija y acabaron sorprendidos

Publicado 12 enero, 2017 por Alberto Díaz - Pinto
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Perder a un hijo es la peor tragedia para unos padres, por lo que no nos ha extrañado lo más mínimo cuando hemos conocido la historia de Ruslan y Anastasia Odonec, unos padres ucranianos que jamás olvidarán el 31 de diciembre de 2013. 

Aquel día la familia Odonec se encontraba celebrando Año Nuevo junto a sus seres queridos en su nueva casa en la ciudad de Dnipro, Ucrania. Hacía poco que se habían mudado y estaban encantados, pues hasta tenían una sala de gimnasio con piscina.

Ruslan y Anastasia escuchaban las risas y juegos de sus hijos, Radomir -de 5 años- y Alesya -de 3 años-, mientras estaban preparando en la cocina. Sin embargo, hacía rato que los niños no emitían ruido alguno, ni si quiera la contagiosa risa de la pequeña Alesya. Así pues, Ruslan fue a ver qué hacían. 

Después de buscar por todas las habitaciones de la casa, Ruslan bajó al sótano y se topó con una imagen que ningún padre debería ver jamás: el cuerpo sin vida de su hija Alesya en el fondo de la piscina.

Como alma que lleva el diablo, Ruslan saltó a la piscina y recuperó el cuerpo de su hija. No respiraba.

Acto seguido, Anastasia irrumpió en el sótano y cuando vio el cuerpo inerte de su hija estalló en gritos antes de desmayarse. Los abuelos de la pequeña llamaron a una ambulancia, mientras su padre intentaba reanimarla. Ruslan no sabía nada de primeros auxilios, así que solo imitó lo hasta aquel momento solo había visto en las películas. Así pues, presionó una y otra vez su pequeño tórax y le practicó la respiración boca a boca.

Los servicios de emergencia llegaron 10 minutos después y descubrieron a Ruslan intentando reanimar a su hija. Los paramédicos le apartaron de ella e intentaron revivirla. Nada. Tras unos minutos eternos Alesya fue declarada oficialmente muerta, pero Ruslan se negó a aceptarlo.

Enajenado y fuera de sí, Ruslan se arrodilló de nuevo sobre Alesya y continuó bombeando aire en sus pulmones y presionando su pecho, a pesar de que los médicos le pidieron que se apartara y dejase de «torturarla». 

Entonces, el milagro se produjo: la niña comenzó a emitir una débil palpitación. Después de 40 minutos parado, su corazón había vuelto a funcionar.

El equipo médico no podía creer que media hora después de haberla declarado oficialmente muerta, la niña había vuelto a respirar. Inmediatamente la llevaron al hospital, pues la niña había entrado en coma y su vida aún corría serio peligro. 

Durante días los especialistas intentaron mantenerla con vida y, tras ponerse en lo peor, el estado clínico de Alesya se estabilizó. Fue entonces cuando fue trasladada a Moscú, donde recibió un tratamiento más moderno. 

Dos semanas después la niña despertó, aunque los médicos temían que le quedaran serias secuelas. De hecho, Alesya no podía hablar, ver, ni moverse.

Sin embargo, la vitalidad de la pequeña volvió a dejar de piedra a todos. En un par de semanas, la niña comenzó a hablar, recuperó la visión y comenzó a dar sus primeros pasos. 

Le llevó varios meses, pero Alesya se recuperó completamente y hoy es una niña sana con toda la vida por delante, gracias a la determinación de un padre que se negó a dejarla marchar.

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