Cada persona entiende el arte de un modo muy particular. Durante mucho tiempo se ha considerado el arte como una forma de expresar belleza por parte del ser humano. Pero no todos tenemos el mismo concepto de belleza.
El artista Zdzisław Beksiński decidió que su arte se basaría en retratar las zonas más recónditas y oscuras de la psique humana. Nacido en un pueblecito de Polonia en 1929, Zdzisław era un artista multidisciplinar.
Escultor, pintor, diseñador gráfico y fotógrafo, este hombre jamás tuvo una formación académica en artes propiamente dicha. Cuando era joven estudió arquitectura y trabajó como supervisor de obras. Pero esa ocupación nunca le gustó y decidió dedicarse a su vocación.
Su estilo es realmente particular. Él se definía como barroco o gótico, pero solo hay que echar un vistazo a su obra para descubrir que es mucho más. Sus cuadros tienen un halo de misterio y terror que solo es posible en nuestras peores pesadillas. Decía que su máximo deseo era pintar como si estuviese fotografiando los sueños.
La iconografía de su obra abarca desde parajes aislados con atmósferas densas y agobiantes hasta seres con forma humanoide, sin rostros y en una apabullante agonía. Su pasión por el detalle es lo que tal vez dote de ese encanto macabro que exhiben sus obras más surrealistas y apocalípticas.
Desarrolló toda su obra en los años 50, 60 y 70, durante el periodo comunista de Polonia. Tuvo la suerte de gozar de suficiente éxito en vida para poder vivir de su obra. Además, la temática de sus obras lo convirtieron en el ilustrador e inspirador favorito de muchas bandas de metal para las portadas de sus discos.
Ampliamente conocido en su país y con cierta repercusión en el resto del mundo Zdzisław era un artista con una personalidad tan atípica como sus cuadros.Para empezar su obra oscura y distópica contrasta con su amable personalidad. Todos los que le conocían lo catalogaban de persona afable y tímida en la mayoría de ocasiones. Esta timidez era la responsable de que no le gustara asistir a las inauguraciones de sus exposiciones.
Beksiński sentía que su obra tenía tantos matices que ni él mismo podía analizarla correctamente. Rechazaba de pleno los intentos de interpretación de sus cuadros. Tal vez por eso decidió no poner nunca nombre a ninguna de sus obras.
Según dicen, el silencio le molestaba demasiado. Por este motivo jamás pintaba un cuadro o hacía una escultura si no estaba escuchando música clásica de fondo. En sus últimos años experimentó con programas de dibujo digital para crear nuevas ilustraciones.
En 2005 fue asesinado en su apartamento de Varsovia. El hijo adolescente del conserje de su edificio le asestó 17 puñaladas. Según las investigaciones el móvil del crimen es la negativa de Beksiński a prestarle dinero al joven.
Una trágica muerte para uno de los artistas más innovadores y originales del siglo XX. Su obra puede que no guste a todo el mundo, pero una cosa es innegable, no deja a nadie indiferente.