El sabroso queso fundido en la boca, la salsa dulce, la corteza mullida pero crujiente… cuando todos estos elementos se unen en una pizza, la combinación de sabores y texturas es una de esas cosas a las pocos pueden decir «no».
Sin embargo, las pizzas precocinadas, así como las que podemos encontrar en las famosas cadenas de comida rápida, son una bomba de calorías que podríamos ahorrarnos perfectamente.
Por ello, hoy queríamos compartir con todos vosotros los consejos del cheff Pasquale Cozzolino, autor del libro The Pizza Diet, gracias a los cuales descubriremos que existen un montón de formas de reducir calorías, grasas y carbohidratos, sin sacrificar el magnífico sabor de esta exquisitez:
La mayoría de los males de la pizza se encuentran en la corteza. Aparte de ser una bomba de calorías, prácticamente están exentas de nutrientes. Y eso es porque la mayoría de las masas se hacen con harina blanca refinada, que acrecienta nuestros niveles de la insulina que nos hacen anhelar más y más. En conclusión: cuanto menos corteza tenga, mejor, por lo que es mejor optar por una corteza fina. Y de las cortezas rellenas ya ni hablamos…
La mayoría de las pizzas se cortan en 8 pedazos, mientras que una pizza con doble corte vendrá con 16. Esto nos hará controlar mejor nuestro apetito y coger otro pedazo si realmente creemos que es necesario.
Los tamaños de las porciones de pizzas «individuales» han alcanzado un nuevo nivel calórico. Algunas de estas pizzas pueden contener la friolera de 702 calorías y 36 gramos de grasa; una barbaridad en una sola ingesta.
Cuando veas una piscina de aceite sobre el queso de la pizza, coge una servilleta y elimina tal exceso. Probablemente nos estemos ahorrando unas 50 calorías y terminar con la camisa llena de manchas.
Evita ingredientes clásicos como el pepperoni, el beicon o las salchichas, y sustitúyelos por pollo a la plancha, lonchas de jamón o anchoas.
Hagas lo que hagas, procura no comer la pizza de la caja. Una investigación muestra que la gente consume más cuando su comida se aloja en un plato más grande. Así pues, llévala a un plato pequeño para engañar a tu cerebro. Mantener el resto de porciones alejadas de tu plato hará que te lo pienses dos veces antes de coger la próxima.
Las salsas enlatadas pueden ser una importante mina de azúcares, por lo que la apuesta más segura es hacer la nuestra con tomates naturales.
Hay que agregar verduras a la pizza, pero no todas se cocinan de forma saludable. La berenjena, por ejemplo, suele venir empanada o frita. Así pues, conviene preguntar cómo se ha sido cocinada antes de pedir la pizza.
Si la pizza ya lleva queso, ¿por qué pedir la corteza rellena de queso también? Se trata de un ahorro muy significativo de calorías, así como las masas dobles y los famosos «extras de…».
Puede reducir el nivel glucémico de una pizza añadiendo ingredientes ricos en fibra y proteínas. La mejor apuesta son las verduras crudas y las carnes magras. Estos ingredientes, además, nos ayudarán a sentirnos llenos por más tiempo.
No solo tiene menos carbohidratos, sino que además contienen 11 veces más fibra.
Un estudio canadiense encontró que los hombres que comían aperitivos picantes consumían 200 calorías menos que los que no incluían picante alguno.
Uno de los mayores beneficios saludables de la pizza provienen del licopeno de la salsa de tomate que, según estudios recientes, puede ayudar a prevenir contra el cáncer de próstata.
Si puedes, deshecha las masas realizas con harinas refinadas y haz la tuya propia de batatas o coliflor. ¡Existen muchas más opciones saludables de las que crees!
Pedir una pizza con la mitad de queso es una manera fácil de reducir la grasa saturada en un 50%.