Hace un par de millones de años, cuando surgieron los primeros humanos, todas las especies de la Tierra estaban en armonía. depredadores y presas llevaban a cabo su ciclo en total equilibrio y había espacio para todos y todo. Sin embargo, conforme nuestra especie evolucionaba y se volvía más hábil e inteligente, el paisaje comenzó a cambiar drásticamente.
Y ahí, en medio de prados verdes, a orillas de ríos y mares y hasta en escarpadas montañas, los humanos comenzamos a construir casas y caminos. Pronto esas pequeñas construcciones de barro se convirtieron en enormes rascacielos hechos de frío metal, concreto y vidrio. Y los caminos de tierra se volvieron anchas carreteras por donde transitan todo tipo de vehículos que deben viajar de las altas montañas a las bajas costas para mantener a todos comunicados.
Sin saberlo, los humanos libramos una batalla silenciosa contra la naturaleza por obtener más y más espacio que pueda albergar a los de nuestro tipo y algunos animales que domesticamos y que ahora no pueden sobrevivir sin nosotros. Pero aunque pareciera que somos los vencedores de esta dura lucha, la naturaleza aparece para recordarnos que es la mayor fuerza en este planeta y que nadie podrá detenerla.
Entre las grietas de las carreteras y las esquinas de los edificios, la naturaleza se abre paso con pequeños brotes. A continuación te queremos mostrar algunos ejemplos del gran poder que tiene la naturaleza.
Incluso las raíces siguen el camino de los ladrillos.
Y a juzgar por el tamaño, ya lleva varios años ahí.