Longyearbyen: la ciudad noruega en la que está prohibido nacer y morir

Publicado 29 diciembre, 2020 por Alberto Díaz - Pinto
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En todo este tiempo, hemos conocido lugares misteriosos, inhóspitos e incluso inquietantes, pero ninguno como Longyearbyen, la ciudad más septentrional del planeta, una región noruega situada en el archipiélago de las islas Svalbard, en los confines del Océano Ártico.

Imaginad un paisaje helado, cuyas noches son iluminadas por las auroras boreales y donde los osos polares campan a sus anchas. Así es Longyearbyen, donde residen aproximadamente unas 2.000 personas y el hielo ocupa un 60% de la superficie.

Un lugar mágico donde los inviernos son de -40ºC y los veranos apenas llegan a los 10ºC. Sin embargo, en esta ocasión lo que ha despertado nuestra curiosidad no es el paisaje, ni las duras condiciones de vida, sino una extraña tradición que lleva vigente desde los años 50: en Longyearbyen está prohibido nacer y también morir.

Prohibido nacer y morir

Longyearbyen es la única ciudad del mundo en la que nadie fallece. Allí los cuerpos, debido a las gélidas temperaturas, no se descomponen.

De hecho, las temperaturas son tan bajas que, en la década de los 2000, los científicos llevaron a cabo un experimento. Enterraron unos cuantos cuerpos, fallecidos en 1917 tras el paso de la gripe influenza y, para su sorpresa, obtuvieron muestras vivas del virus. Los residentes habían estado conviviendo con este mortal enemigo sin darse cuenta durante décadas.

Imaginad cómo cundió el pánico entre la comunidad minera residente en la zona. De hecho, la paranoia de la posibilidad del resurgimiento del virus terminó extendiéndose entre los lugareños, hasta el punto de armar una reforma legal con el objetivo de ilegalizar los entierros o ritos funerarios.

Sin embargo, y aunque las urnas de cremación sí pueden ser inhumadas, pocas personas escogen esta opción. Buena parte de ellos prefiere volar a Oslo, la capital de Noruega, para pasar sus últimos días. Además, en la isla no hay residencias o similares, por lo que muchos emprenden el viaje mucho antes.

Las mujeres embarazadas tampoco pueden dar a luz en Longyearbyen, debido a la ausencia de hospitales. Por tanto, semanas antes del alumbramiento también deben volar hasta la península para recibir la atención médica pertinente. Cuando madre e hijo se encuentran por fin juntos y ambos gozan de una salud excelente, ya pueden regresar a la isla.

Tampoco se admiten gatos

Otra de las curiosidades de la isla es que se recomienda a todos los lugareños salir de casa fusil en mano. Y es que, los 3.000 osos polares que viven allí representan un peligro para ellos (aunque nosotros pensamos que es más bien al revés) sobre todo cuando los animales pasan varios meses sin probar bocado. Sin embargo, el gobierno siempre procura que los animales no salgan de su hábitat y lleguen hasta la población, aunque no siempre puede evitarse esta situación.

En Longyearbyen tampoco veréis gatos (¡con lo que nos gustan!). Resulta que Svalbard es hogar de grandes poblaciones de aves del Ártico. Es por eso que estos felinos representan una amenaza para ellos y, por tanto, están totalmente prohibidos.

Eso sí, en lugar de felinos, lo que sí podemos encontrar por toda la isla son dulces y tiernos renos salvajes. Al no tener depredadores naturales y campar a sus anchas por todos sitios, están muy acostumbrados a los humanos y son increíblemente dóciles.

¿Y bien, qué os ha parecido Longyearbyen? ¿Os iríais a vivir allí hasta vuestros últimos días, conviviendo entre osos polares y renos, y renunciando a los felinos más adorables de todos?

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