En 2009, la película Up pilló al mundo por sorpresa. Un bello relato que trata sobre un hombre que, tras morir su esposa, decide honrar su memoria conservando la casa donde habían vivido siempre, realizando un viaje a través de todo el país hasta el destino que siempre habían soñado visitar él y su esposa, «Las Cataratas Paraíso».
Pues bien, los protagonistas de este artículo, decidieron que no iban a vender sus hogares a las grandes superficies por diversos motivos. Por lo tanto, la mayoría de ellos quedaron rodeados de grandes complejos comerciales o imponentes rascacielos.
Una de estos relatos sirvió como fuente de inspiración para los creadores de la película «Up», cuya historia hizo llorar a niños y adultos, ya que ensalza valores como el coraje, la voluntad, el amor y la amistad. Descubre las magníficas historias de estas personas que se negaron a abandonar sus hogares:
Ella le contaba a Barry historias de su pasado, que eran tan extraordinarias que no podía estar seguro de su certeza. Contaba que había sido espía para la inteligencia británica en Alemania, que había escapado del campo de concentración de Dachau y que aprendió a tocar el clarinete gracias a su primo, el legendario músico de jazz Benny Goodman.
Tras unos años en Europa, tuvo que volver a EEUU en 1965 para cuidar de su madre enferma. Después de unos años, ésta falleció y Edith, para conservar su recuerdo, decidió echar raíces y quedarse en esa casa para siempre.
Para ello utilizó la vía diplomática, diciendo a Edith que ese día harían mucho ruido y que si necesitaba algo le llamara por teléfono. Efectivamente, la anciana llamó a Barry, pero no por el ruido sino para que la llevara a la peluquería. Ese fue el comienzo de esta bonita amistad.
A pesar de que le ofrecieron un millón de dólares, estas fueron las palabras que Edith pronunció cuando Barry le preguntó que por qué no quería vender su casa.
Al morir la anciana, Barry heredó la casa y, en lugar de ofrecérsela a sus antiguos jefes, decidió mantener la memoria de su amiga Edith y se la vendió a una persona que se comprometió a mantenerla y a conservarla tal y como nuestra protagonista la dejó.
De los 241 propietarios de la zona, los Wu fueron los únicos que se negaron a abandonar su domicilio.
Desesperada, la empresa llegó a subir su oferta a 300.000 dólares, unos 240.000 euros, suficiente para comprarse en China hasta 10 apartamentos.
El matrimonio mantuvo un largo contencioso con la constructora porque no aceptaban la indemnización que ésta les ofrecía. «Queremos salvaguardar nuestra dignidad y nuestros derechos, así como los de otros propietarios de China», contaba Wu en una de las ruedas de prensa dadas en la obra. Con palabras como éstas, el matrimonio se fue ganando la simpatía de millones de chinos.
Subió a la terraza de la vivienda y empezó a ondear la bandera china, en señal de victoria.
Aunque este tipo de historias suelen ser frecuentes en China, la de la casa de Chongqing ha dado la vuelta al mundo, sobre todo por el aspecto en que la constructora dejó la casa a modo de presión sobre los inquilinos para que se fueran.
El resultado fue un final feliz para las partes enfrentadas y, al mismo tiempo, la triste imagen del fin del icono en el que se había convertido la casa.
Aunque han sido coaccionados mediante medias del aeropuerto, los pocos propietarios que quedan llevan luchando más de 40 años.
El terreno en el que el aeropuerto de Narita se encuentra actualmente fue gestionado durante un largo período de tiempo como propiedad del Estado, bajo la jurisdicción del Primer Ministro en el cargo.
Algunas fuentes históricas indican que la policía había aterrorizado a la población local y golpeado hasta los líderes más antiguos de los agricultores, que atrajeron la atención en todo el país y provocaron la simpatía de millones de trabajadores y estudiantes japoneses, que llegaron de todo el país para apoyar los agricultores y unirse a la lucha, que perdura hasta hoy.
Ésta se ubica en Massachusetts Avenue y pertenece a un arquitecto de 69 años y a su esposa. La compraron en 1980 por 135.000 dólares y no tienen ninguna intención de venderla hasta que no les ofrezcan una suma millonaria.
Actualmente el uso que se le da a la casa es como oficina y estudio de arquitectura donde Austin Spriggs, el dueño, trabaja junto a su hija Ángela.
La parte de arriba de la casa está habitada por varios inquilinos y en la planta baja hay abierto un negocio.
En China se conoce a este tipo de casas, junto con la que hemos visto anteriormente, como «casas clavo», edificios que siguen en pie, clavados e implacables, resistiendo y desafiando a las grúas del progreso, mientras nuevas infraestructuras o modernas construcciones se erigen a su alrededor.
Fuente: viralnova, venture160, amusingplanet, washingtonpost, freepublic, apartmenttherapy
Este artículo fue modificado el 8 enero, 2019 7:59 pm