Puyi, el emperador chino que usaba su teléfono personal para gastar bromas

Publicado 16 julio, 2020 por Pablo Carrera
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Todos hemos hecho bromas telefónicas alguna vez, pero Puyi, el último emperador de China, fue uno de los pioneros.

La vida de Puyi estuvo llena de curiosidades. Accedió al trono en 1908 tras la muerte de su tío, a la temprana edad de tres años, pero se vio obligado a abdicar después de la Revolución China, poniendo fin al milenario sistema imperial en el año 1912.

A pesar de todo, se le permitió seguir viviendo en la Ciudad Prohibida durante varios años más. Eligió «Henry» como nombre de pila y pidió que se instalara un teléfono para su uso privado. La decisión puso patas arriba la vida en la corte, por supuesto. 

El juego inocente de un niño aislado del mundo

La petición de contar con un teléfono propio desató el desconcierto en palacio. Sus tutores se mostraron reacios, ya que al parecer, ningún monarca había necesitado nunca tal herramienta. Una opinión poco válida al contar el templo con luz eléctrica, relojes modernos o un piano de cola.

La verdadera amenaza, como escribiría en su autobiografía, era el miedo a que un niño aislado desde su nacimiento se pudiese comunicar con el mundo exterior.

Al igual que cualquier joven, el regidor solo quería el aparato para gastar bromas telefónicas.

Su primera payasada, según cuentan, fue llamar a un famoso cantante de ópera. Buscó su nombre en la guía telefónica y contactó con él. Tan pronto se aseguró que estaba hablando con la persona indicada, el joven bromista empezó a reírse del músico hasta que finalmente colgó.

Una de las gracias favoritas de Puyi era llamar a restaurantes conocidos, hacer un pedido exagerado de comida y enviarlo a una dirección aleatoria.

Su víctima favorita era su tutor Reginald Johnston. Según parece, este sería el motivo original por el que el dirigente ordenó instalar la máquina.

Cuando este se ausentaba, Puyi lo llamaba constantemente para hacerle preguntas y meterse con él. Le pedía explicaciones sobre cultura europea, gramática o comida. Cualquier excusa era buena para molestar al pobre tutor.

Las bromas telefónicas se volvieron peligrosas

Con el paso del tiempo, el joven fue aprendiendo a utilizar el teléfono de otra manera. Al principio eran llamadas inocentes, un juego sin malicia para combatir el aburrimiento y no sentirse solo.

Pero poco a poco, Puyi fue entendiendo que aquel artilugio era un privilegio con muchas más posibilidades. Un año después de la instalación del aparato, el joven gobernante lo usó para organizar una conspiración.

Junto a su hermano menor y el embajador holandés, el dirigente intentó trasladar muchos de los tesoros más valiosos a una localización secreta. Sabiendo que su tiempo en palacio terminaría en cualquier momento, Puyi trazó un plan para escapar de China y llevarse un buen botín con él.

Desafortunadamente, sus propios empleados lo delataron por temor a un incidente internacional. Los holandeses, asustados por las posibles consecuencias que todo el escándalo podía tener para ellos,  se retiraron de la operación en el último momento.

En 1924, cuando Pekín fue tomada por tropas enemigas, Puyi fue obligado a abandonar la Ciudad Prohibida.

Lo primero que hicieron los asaltantes fue cortar las líneas telefónicas del palacio. Separado del mundo y totalmente aislado, el último emperador ordenó desocupar el lugar.

La vida de Puyi estuvo llena de viajes y peligros

Luego de abandonar en secreto Pekín, residió en la colonia japonesa de Tianjin, donde fue nombrado presidente. Algunos años después, durante la II G Mundial, fue emperador del estado de Manchukuo. Allí sirvió a las órdenes del imperio japonés hasta que fue capturado por los rusos, al final del conflicto.

Tras pasar varios años en Rusia, regresó a China para ser juzgado. Fue indultado y volvió a vivir en su ciudad. Allí trabajó en un taller de botánica, estudió literatura e historia y se convirtió en investigador universitario.

Escribió una autobiografía, El último emperador, que fue adaptada a la gran pantalla bajo el mismo título.

¿Qué te ha parecido la vida de Yuri? ¿Tú también has hecho bromas con el teléfono como el emperador?

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