El plástico se ha convertido en un problema medioambiental de primer orden. Su facilidad de uso, bajo precio y capacidad para moldearse y adoptar todo tipo de formas, lo han convertido en una constante en nuestra vida.
Ya sea como envase, envoltorio u objeto cotidiano, solo el 10% de todo el plástico fabricado es reciclado. Eso significa que el 90% restante continua dando vueltas por nuestros océanos, basureros, playas, bosques y calles, esperando a que transcurran los 1000 años que hacen falta para que sus polímeros se descompongan.
Lo peor de todo es que, mientras continuamos fabricando más y más objetos de plástico para satisfacer nuestras necesidades, descubrimos un horrible dato: solo el 50 % de los productos y envases de plástico son usados más de una vez. El plástico se ha convertido en el material desechable estrella, superando al papel, con el inconveniente de que no se degrada.
Los animales mueren intoxicados por los restos de plástico que tiramos, mientras los niños nadan entre basura en la India. Necesitamos un cambio urgente hacia un material funcional pero biodegradable, y un estudiante de la Academia de Arte de Islandia parece haber dado con la clave.
Aunque el plástico de agar no sustituirá los plásticos usados en decoración y otros envases, si podría acabar con el uso de botellas de plástico, uno de los principales elementos contaminantes de esta ecuación.
Cada ciudadano usa unas 167 botellas al año, y solo 38 son reciclados. Apenas el 50% es reutilizada más de una vez, pero igualmente acaban en la basura rápidamente.
Si el invento de Ari Jónsson acabará con semejante desperdicio, solo en Estados Unidos se podrían ahorrar 17 millones de barriles de crudo para plástico al año, algo que nos proporcionaría un futuro mucho más sostebible.
Fuente: inhabitat.com
Este artículo fue modificado el 7 enero, 2019 4:43 pm