Un nuevo y sorprendente caso de manipulación alimentaria está generando controversia en la red, tras descubrirse que empresas marisqueras chinas adulteran el color de gambas y langostinos para mejorar su aspecto y aumentar las ventas.
La acción, aunque reprobable, no sería tan grave si al menos se especificase en el etiquetado y se cumpliesen todas las medidas de de higiene y seguridad que obliga la ley. Sin embargo, ninguna imagen parece indicar que así sea.
Una vez cocida, su tonalidad naranja aumenta levemente, pero no tanto como les gusta a los consumidores.
No se sabe a ciencia cierta si estos tintes son naturales -elaborados a partir de krill pulverizado- o químicos. En cualquier caso, adulteran su apariencia natural para aumentar las ventas, sin especificar este proceso en el etiquetado.
El tripolifosfato de sodio es un compuesto inorgánico empleado en la elaboración de muchos domésticos e industriales, especialmente en detergentes.
Las medidas de higiene brillan por su ausencia. Los operarios trabajan con ropa y calzado de calle, las herramientas no se esterilizan y toda la superficie queda a la intemperie.Tras un breve tiempo de secado, la mercancía se recoge y prepara para envasar.
Desgraciadamente no es el primer uso indebido de colorante alimentario que hemos detectado. Hace tiempo que os hablamos del uso de axatina, un producto con el que las piscifactorías alimentan los salmones para lograr que adquieran la tonalidad naranja del salmón salvaje.
Aún más escandaloso fue el caso de los entrecots de ternera elaborados a partir de restos de carne encolada con pegamento alimentario, o las inyecciones de agua realizadas a pollos y pescado para aumentar su peso.
La única arma que tiene el consumidor para defenderse de estos abusos es su observación, la información y el buen juicio. Acude siempre a establecimientos de prestigio y vendedores de confianza, pide garantías. Si desconfías no compres y si identificas una mala práctica, denuncia.
Este artículo fue modificado el 27 agosto, 2018 9:27 am