Puede que hayáis probado cientos de veces los bagels, esos típicos panecillos con forma de rosquillas que suelen rellenarse de casi cualquier cosa que se os antoje. No obstante, puede que no conozcáis de donde provienen y por qué se hicieron tan famosos. Su origen y posterior expansión son, cuanto menos, curiosos.
¿Sabíais que el bagel fue inventado en Cracovia, Polonia, para competir contra el bublik, un panecillo tradicional ruso? Pero ahí no termina la cosa. En 1610, en el Reglamento de la ciudad de Cracovia, declaraba que un bagel se debía dar como regalo a la mujer en parto, pero no fue hasta mediados del s. XVI y principios del XVII, que este alimento no se convirtió en un alimento básico de la dieta polaca. Más tarde, el bagel se popularizó entre la comunidad judía y, por ende, al resto de Europa. Con la gran emigración a América, el alimento cruzó el Atlántico y su comercialización se extendió por todo el mundo.
Y después de ponerle un toque de historia al asunto, apuesto que cuando hagáis estos deliciosos bagels de leche condensada, os acordaréis de ella y podréis compartirla con vuestros familiares y amigos.
Recordad que esta es una variante de la receta tradicional, pero, sin duda alguna, son el dulce perfecto para acompañar vuestro café o té. El secreto está en la leche condensada; sí, efectivamente, esa lata que vuestra madre os ha tenido que quitar a «cucharazo» limpio cuando erais pequeños. Pero, además del ingrediente estrella, veamos qué vais a necesitar más:
Si os han gustado estos bagels y, por ende, la leche condensada es vuestra perdición, quizá os interese probar este flan o estas galletas, pues son una auténtica delicatessen.
Vía: DepositPhotos, traducción y adaptación elaborada por La Voz del Muro.