El ser humano se ha convertido en el superdepredador más peligroso del planeta. No es porque tengamos las garras más afiladas, las fauces más fuertes o seamos los más rápidos. Es porque nuestro intelecto nos permite construir todo aquello que la naturaleza no nos ha dado, de una manera bastante efectiva.
Pero aún siendo así, hay determinados momentos en los que todo esto no nos sirve para nada. Nuestra supuesta inteligencia superior sucumbe ante una de las armas más perfectas y peligrosas creadas por la madre naturaleza. Estoy hablando de «la adorabilidad» de determinados animales, el punto flaco de muchos de nosotros.
Ser un animal extremadamente adorable es un factor determinante a la hora de enfrentarse a un humano. Ellos lo saben y utilizan esta ventaja a la hora de atacarnos.
Nadie sospecha nunca de un conejito con sus grandes orejas, o de un cachorro de oso polar tan blanco como la leche. Todos son risas y caricias hasta que nos damos cuentas de sus verdaderas intenciones.
En ese momento ya es tarde para escapar, y sucumbimos ante el más salvaje, cruento y feroz de los ataques de estas criaturas ¿No os lo creéis? Bueno, tan solo debéis mirar los siguientes testimonios gráficos. Os aviso de que son imágenes extremadamente explícitas (y adorables), pero el mundo salvaje es así.
Fuente: Fishki, Artículo traducido y adaptado por La Voz del Muro