Lo integral se ha puesto de moda; como si por el simple hecho de tomar fibra, nuestra salud fuera a mejorar por sí sola y la bollería industrial no engordarse. Pero no te dejes engañar, «lo integral» es el nuevo truco de la industria alimentaria para colar en nuestra mesa productos llenos de carbohidratos refinados con extra de azúcar. Empezando por el pan.
Desde el punto de vista nutricional, tres cuartas partes de los nutrientes y vitaminas contenidos en el grano de cereal se encuentran en el germen y la cáscara. Es por eso que los productos elaborados con harinas integrales son, a priori, más sanos.
El problema es que las marcas comerciales no están usando harina integral para elaborar sus panes, bizcochos, galletas y dulces. En realidad, utilizan harina blanca refinada a la que añaden una pequeña cantidad de harina integral o salvado, lo suficiente para justificar la etiqueta de cara a la ley y no ser acusados de publicidad engañosa.
Como bien señala luisandes.es, las marcas están colándonosla pero bien:
Harina de trigo (no integral), un 19% de fructosa añadida, grasa vegetal de palma (grasa TRANS) y un 1.3% de salvado de trigo. ¡Sano sanísimo!
Harina (no integral) de trigo y el salvado a parte.
Ingredientes de pan «integral»: Harina (no integral), salvado, azúcar, dextrosa, harina de soja y unos cuantos conservantes.
Es habitual en algunas personas ir al supermercado y comprar por “integral” pan de molde, pasta, arroz, galletas etc sin leer la etiqueta y la composición, simplemente porque ese alimento es de color marrón oscuro, lleva cincuenta mil semillas de no sé qué o pone en el envase “alto en fibra”. Eso no quiere decir que sea integral, no.
Muchos de los alimentos que tomamos por integrales no lo son, porque se han elaborado con harina refinada a la que posteriormente se le ha añadido salvado, y para que sea integral tiene que haber sido elaborado con HARINA INTEGRAL.
A modo resumen, a la hora de elegir por ejemplo, un pan integral, tendríamos que tener en cuenta estos puntos:
Harina refinada e integral
La harina blanca refinada es el equivalente a un huevo frito sin yema. Para lograrla, se muele el grano separando el salvado y el germen con una tamizadora.
Los molineros modernos añaden el salvado después para hacer algo parecido a la harina integral. No incorporan nunca el germen, ya que su contenido graso puede enranciar la harina con facilidad.
Los únicos productos que realmente son integrales son aquellos que se han elaborado con harina integral. El resto, los que tienen salvado, son productos con fibra añadida. El etiquetado vuelve a ser la única herramienta que el consumidor posee para conocer la composición real de un producto y elegir en consecuencia.
Para estar seguro de que los productos por los que pagas son realmente lo que publicitan, sigue estos consejos:
Este artículo fue modificado el 29 junio, 2019 6:12 pm